martes, 8 de septiembre de 2009

70 es hoy (I)


Servatius declaró al acusado inocente de las acusaciones que le imputaban responsabilidad en la "recogida de esqueletos, esterilizaciones, muertes por gas, y parecidos asuntos médicos", y el juez Halevi le interrumpió: "Doctor Servatius, supongo que ha cometido usted un lapsus linguae al decir que las muertes por gas eran un asunto médico". A lo que Servatius replicó: "Eras realmente un asunto médico, puesto que fue dispuesto por médicos. Era una cuestión de matar. Y matar también es un asunto médico".

En "Eichmann en Jerusalén" de Hannah Arendt.

(Sigue en los comentarios)

5 comentarios:

Nodisparenalpianista dijo...

Esto dice, aproximadamente el anuncio, de una revsta de los años 30:

“Este enfermo congénito costará a lo largo de su vida 60.000 marcos a la comunidad del pueblo. Camarada popular este también es tu dinero. Lea Neues Volk, los cuadernos mensuales de la oficina de política racial del NSDAP”.

Dulcinea dijo...

Dios mío. Es terrorífico ver ciertos paralelismos con la actualidad.

Y, ojo, que aquel genocidio llegó al poder desde las urnas. Y el otro genocidio, el de Stalin, de una revolución.

No es casualidad que Hitler y Stalin fuesen durante un tiempo aliados...

Nodisparenalpianista dijo...

¿Ciertos? Cierto, Dulci.
Ni es casualidad que las depauperadas democracias occidentales pactasen con Stalin y abandonasen a su suerte a media Europa y a toda Rusia durante casi medio siglo.

Juan Manuel Macías dijo...

Aterradora la historia, con o sin mayúsculas. Aterrador el anuncio (tal vez por actual). Y lúcida la entrada, pianista. El horror humano, en sus múltiples (aunque elementales) formas siempre me lleva, por mero sonambulismo, a aquel verso de Salinas en su gran poema "Cero": "aúlla un perro, un infinito perro".

Juan Manuel Macías dijo...

Addenda: citaba de memoria a Salinas. Éste es el final del poema que mencioné, larguísimo, que escribió sobre la bomba de Hiroshima:

Soy la sombra que busca en la escombrera.
Con sus siete dolores cada una
mil soledades vienen a mi encuentro.
Hay un crucificado que agoniza
en desolado Gólgota de escombros,
de su cruz separado, cara al cielo.
Como no tiene cruz parece un hombre.
Pero aúlla un perro, un infinito perro
—inmenso aullar nocturno ¿desde dónde?—,
voz clamante entre ruinas por su Dueño.