lunes, 29 de enero de 2007

De libros y huesos

Bueno, tiramos de la inspiración que nos ha proporcionado Peter en lo suyo. No os lo perdáis, avisados estáis.

Pero como decíamos, hoy hemos seguido la partitura del otro para arrancar. Leyendo las aventuras de Peter por las librerías de Bilbao, me he acordado de un clásico que solíamos debatir mi amigo Joan y yo. Los lomos. De los libros; somos gente seria.

O sea, que uno anda en la feria de libro viejo, en el mercadillo, en San Antonio, en la cuesta de Moyano, qué se yo, y anda jugándose las cervicales. ¿Comprar libros de viejo, deporte de riesgo? Pues si, fíjese usted.

Venga, pachorras, levantaos ahora como la famélica legión y mirad el anaquel más próximo. ¿Como están escritos los títulos en los lomos? Pues cada uno a su aire, de derecha a izquierda, a la inversa, autor primero, título primero, letras claras sobre fondo oscuro, al revés. Un pollo, vamos. Con lo que, cuando uno anda en el puestico pulgosillo, al peligro de las infecciones varias -que esa es otra- hay que añadir el de las secuelas por el cuello cimbreante, que uno termian pareciendo una odalisca en sinuoso bailoteo calenturiento. Y eso no es normal. Que somos gente respetable, de los que leen libros y tal.



Y no, en fila como tontos, cabeza para aquí, cabeza para allá, que los jubilatas de las obras aún no se han enterado, pero a la que se den cuenta de lo idiota de nuestro baile, los vamos a tener espiándonos desde la retaguardia.

Todo sea por comprar como en cada feria, otros tres libros de Paco Umbral. Aunque sea con colarín.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajaja. Muy bueno. Y cuanta razón...

Lidia

Anónimo dijo...

Gran tema, el de los libros de viejo... Y el de los viejos libreros de viejo no digamos... No entraré ahora en la proverbial falta de buenos modales característica del gremio. Me permito tan solo una repentina fantasía felliniana: la imagen de un grupo de sinuosos lectores (de ambos sexos, que luego me tildan de machista) cimbreándose al ritmo marcado por un orondo librero, látigo en mano...

Anónimo dijo...

Pues a mí me gusta que los lomos, y las letras, y las formas, y los tamaños y los títulos... de los libros sean distintos. Así son mucho más fáciles de identificar y encontrar en una biblioteca (por llamarlo de alguna manera) "bien organizada" como la mía, por ejemplo. Además, en la variedad está el gusto, ¿no?
Y sí, lo del cuello puede ser divertido. En la próxima feria o San Antonio dedicaré un ratito a observarlo de lejos, jaja.

Anónimo dijo...

Pues a mí lo me gusta es que sepan lo que venden. Porque además del inconveniente de las cervicales que suscribo, me toca las narices que algunos venden libros con muy poco respeto. No saben cómo se escribe el título o el autor, o te recomiendan que lo compres porque "tiene mucha salida" (best sellers y demás) o bien directamente se sientan sobre pilas de ejemplares. ¿Harían lo mismo si vendieran ropa de marca? ¿Algun vendedor de artilugios informáticos se atreve a ignorar o no saber pronunciar lo que vende?

Nodisparenalpianista dijo...

Informáticos del mundo, explicadle a Dulcinea lo castañones que suelen ser los pulgosos de las tiendas de botonicos.
Estoy en que son libreros frustrados...