miércoles, 9 de mayo de 2007

Superhéroes

Bricopija y Bricomán. A ver si no.

Yo me los imagino con un pijama naranja de los de punto-teletubi, y la una con la taladradora en la mano y el otro con el formón para rebajar las maderas.

  • Conocí a una chica completamente enganchada al Bricomanía y como no se acordaba del nombre del tío le llamaba Iñaki. "¿Viste lo que hizo ayer el Iñaki de las chapuzas?" Claro, qué quieres, bastante es entender lo del taco de madera que llaman mártir como para acordarte de Pielhoff. El Iñaki y a vivir.




  • Pero no, no son superhéroes, o al menos, no lo son aparentemente. Eso si, son unos figuras. Porque ya nos vemos, el común de los mortales, digo, que para colgar un triste cuadro laminar que nos hemos agenciado en la Thyssen o así, montamos una operación que ni las COES en sus mejores tiempos: la gorra de Ferrari que te pones del revés y que tiene lo menos ocho estratos de manchas de pintura, que nunca evita que, estando pringado de grasa, escayola, titanlux o lo que toque, te rasques detrás de la oreja y te pringues la melena irremediablemnte, la taladradora, la caja de las brocas llena de brocas de todos los tamaños y con el número casi borrado que terminas escogiendo a ojo de buen cubero, los tacos del seis que has de bajar corriendo a comprar a la ferretería -el ferretero que menos mal que te conoce pero que pone cara de preguntarse dónde irá este hombre con esa gorra de Ferrari que parece el rapero-pinturero-, los tornillos que no son del seis pero que los vas a apretar mucho, la masilla para tapar el destrozo que primero harás con el taladro y que después rematarás al apretar el tornillo que no es del seis en el taco que si es del seis y que no sabes por qué has comprado, porque total para ponerlo mal podías haber puesto ese otro retorcidillo que vete tú a saber de qué otra chapuza recuperaste. Y, claro, como se pone todo hecho un asco, el aspirador, un pincelico para el polvo rojizo de los tochos que se mete por todas partes, la hojita doblada por la mitad para recoger el polvo rojo del tocho que se cuela por todos los sitios pero que no te sirve de nada porque termina cayéndose como siempre y el vaso con la cocacola o así, que termina en el fregadero porque a ver quién es el guapo que se la bebe cuando ves flotando el polvo rojo del tocho de antes. Pero le das al botón de la tele y aparece la bricopija.
    A mi es que me fascina, esa es la verdad.

    • Si es que parece mentira que te puedas quedar pegado a la tele viendo como perpetra esa especie de cortina de macramé que parece un calendario maya hecho por un daltónico un día de resaca mala, pero de las malas, malas. Y las lámparas de recicladas, nada, maja, del Ikea que me las conozco la mar de bien.

    Es una chapucera de tomo y lomo, pero tiene un estilado que te mueres. Porque a ver, le pone celo por detrás a las traperadas, forra con papel y hace burbujitas, pero la enfocan de lejos y listo, no toma medidas ni harta de vino, cuando pone pegamento se le sale por los lados, usa un atornillador eléctrico pero se ve que los tornillos le van de canto, siempre lo recicla todo, que parece que viva en un vertedero... Pero tiene una manicura absolutamente perfecta.

    Que es una pijita donostiarra, pues vale; que es una hortera con ganas, pues también; que sólo hace cosas inútiles, pues como el arte, ya ves; que te quedas atontado en el sofá viendo como se le escapan los cacharros que anda pegando, pues peor es estar en la calle. Lo que me puede es que la bricopija siempre esté como un pincel y en perfecto estado de revista, porque ella lo vale. Es que nunca se pringa con la pintura. Es que no le entra el polvo rojo del tocho de antes. No se le clava en la yema de los dedos la rebaba -me gusta decir rebaba- o las viritullas. No se le rompen las uñas ni se le estropea la manicura francesa cuando aprieta un tornillo -que no aprieta, que usa uno eléctrico, pero ya nos entendemos-, no se. ¿Y los vaqueros? No se le enganchan con los clavicos que quedan un poco sobresalientes, ni se manchan de disolvente, ni se seca el sudor- qué vulgaridad- en ellos, ni nada de todo eso.
    Si, lo reconozco, yo quiero ser un bricopijo, tener una sierra de calar y no ponerme perdido de todo mientras hago mi rinconcito de aire africano, con tres yogures arrugados, unas hojas de papel engomado y una mesa que saqué de un contenedor y que está de carcoma que me pica la espalda sólo de pensarlo. Cualquier día me compro el libro del Bricomanía décimo aniversario -en vuestro centro de bricolaje y en grandes superficies-, a ver si se me pega algo. Con cinta adhesiva de dos caras. Lo menos.

    4 comentarios:

    Anónimo dijo...

    Detecto especial atención por las manos de la "bricopija". ¿Tienes alguna extraña obsesión por las manos? A mi me pasa con los pies, que los detesto todos.

    A lo que iba, yo no miro el programa por dos motivos:
    - Me aburre
    - Cualquier manualidad, por sencilla que sea, se me da mal. Así que mejor ni lo intento.

    Y por cierto, me debes una camiseta. La radical informática me hizo una para cuando envejecí.

    Lidia

    Anónimo dijo...

    De nada.
    Me debes una.

    Nodisparenalpianista dijo...

    AnónimoLidia, es que es para fijarse, esa manicura tan espléndida y nada de quitar con el dedazo el sobrante de pegamento, o de lo que sea, como hacemos los bricovulgares. Jaja, camiseta prometida para cuando rejuvenezcas, que falta te va haciendo.
    Muybuenojajaja, ya te dije que lo haría. De hecho, también vi lo de la mesita de cajones con sabor africano -por cierto no me he cebado con los guionitas, que son para contarles el chiste de la guía telefónica día y noche sin parar hasta que se le despeguen los plasticuchos simil pantera que envolvían los faroles hechos con una lata andrajos de nescuic- y pensé esta nueva bricopija no se lo merece tanto, pero la otra, la anterior, la de la manicura chachi da para la tontada, a ver.

    Anónimo dijo...

    Ja, ja, ja,

    al leerlo me tiran los puntos que me acaban de poner.

    !Qué bien cuentas las cosas!