lunes, 10 de septiembre de 2007

Un helado

Esto sería hacia mayo, más o menos. Pasaban muchas cosas en mayo ahora que lo pienso. Bueno, pongamos que mayo, principio de junio. A mi, la llegada del verano tampoco me decía nada especial. Bueno, verano. Digamos el tiempo un poco más suave. Algo menos de lluvia, más rato de sol, una temperatura algo más elevada y las primeras sudadas por el camino de la Fuente del Hierro a pleno sol. Lo propio sería llamarle primavera a ese tiempo, pero últimamente la primavera va un poco de capa caída, será por el calor, será porque la gente, a la que hay un cuartillo más de luz, se arrea lo del top de tiritas y el calzón corto que así van luego las gripes en abril.




Éste es un helado napolitano. ¿A que tiene cara de majete?

Amanecía, ya digo, dos mañanas seguidas con un cierto solecito en mayo y ya era querer ir por la vida en mangas de camisa y gafas de sol. Yo usaba una cosa de aquélla extraña que se enganchaban a las gafas y que las convertía en dobles cristales que polarizaban el sol. Una especie de anteojeras, más o menos. Más cómodo y barato que andar con dos pares de gafas, perdiéndolas o sentándote sobre ellas por despiste. También recuerdo una camisa muy fina, de manga larga y estampada de flores y hojas en tonos marrón suave y beige sobre fondo blanco roto, un poco hueso, más o menos. Me gustaba tanto esa camisa. Sigo a la espera, esto de las modoas son olas que vienen y van, que vuelva lo de la cosa floreada para los caballeros. Entonces me pondré morado.


Pero sigo. Dos mañanas con luz, camisa estampada con flores y hojas suaves, justo lo imprescindible para dar un paseo. Una fotocopia, un tebeo, unos sellos, cualquier motivo era suficiente para encaminarme hacia Iñigo Arista donde había una heladería, que en invierno también vendía pan, o chucherías o refrescos o qué se yo. En cuanto asomaba la luz, un poquito antes de lo de las dos mañanas que cuento, ellos ya sacaban la nevera con los mantecados y los conos de barquillo. Allí, con sus palas, sus colores, las cucharitas esas de plástico transparente tan antipáticas que se rompen si las miras un poco fuerte.
Los helados, pues como el verano, ni fu ni fa. Que si, que me gustan, pero sin aspavientos. Según como, prefiero una horchata. Casi siempre, una fruta fresquita. Y puestos a dulces, pues natillas, flanes, leches fritas o las incomparables torrijas. Y los helados, pues poco, más bien poco. Si son dos al año, lo demás es exceso.
Pero esa tarde de paseo, camisa floreada en tonos tostados, solecito agradable, mi tebeo bajo el brazo, o las copias, o la revista de cine o lo que fuese, me gusta inaugurarlo con un cucurucho de moras. El sabor de las moras me pirraba. Me sigue gustando un montón. Y su color. Y que siendo el helado dulzón por antonomasia y poco dado a aliviar la sed, a mi el sabor de las moras me da la sensación de ser más refrescante que otros. Probablemente no tengo ninguna razón, lo se, pero contra ese tipo de impresiones, poco puede el raciocinio.

Cuestión: que hasta allí me llegaba yo, pedía un cucurucho normal, ni pequeño ni de doce bolas, de moras ¿sólo moras? Eso es, moras solamente, y me volvía paseando sin prisa por los jardincillos de las vueltas de las casas de Iturrama, esquivando a los chavales, a las mamás que perseguían a los chavales, saludando a los compañeros vecinos de por allí, y así mientras iba saboreado el helado, con esa cierta prisa que le echamos para evitar pringarnos hasta el tuétano.

Luego me volvía a casa relamiéndome como los gatos y a la espera de que el siguiente helado, al año siguiente, mantuviese el nivel.

8 comentarios:

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

a mi tampoco..me van ni me vienen los helados...pero si quería decir algo...cuando mi madre congelaba agua con polvos de colores o colacao (si ase tarugo de nieve se le puede llamar helado...mejor congelado) ....significaba que perdía de vista al capullo de mi maestro...pianista no eras hortera ni ná....saludos..

Anónimo dijo...

Los helados a mí... tampoco. Un par de veces al año y ya, que empalagan.
Oye, podías recibirnos con esa camisa en el saloncito que "visionaba" Javi. Quedaría la mar de "cool".

Nodisparenalpianista dijo...

PEro bueno, ¿ésto que es??? ¡Os dejo un día solos y me encuentro dos comentarios y encima en uno me llaman hortera!!!
A ver, Tucci, ¿tú no tenias muchas clases que preparar o algo? Oye, por cierto, tu suegra una santa, que lo sepas. Y tu madre otra, que si te hubieses comido esas cochinadas de polvos congelados que te daba, otro gallo te cantaría.
MArta, tú si que entiendes de moda. Ya me parecía a mi que eras una fashion victim. Con nuesdtras camisetas de helados, le vamos a dar bien al J (punto)naranjito!!!

María dijo...

Me encantan los helados... si, es una de las cosas que más me gustan del mundo (en realidad cualquier cosa que sea dulce! jejeje)

Pagaría por verte con esa camisa y tus gafas en el botánico! jajaja

Belén dijo...

Pues el mejor momento del verano es el momento del primer helado!!!! para mi al menos oiga :))))

Besos!!!!!!!

Anónimo dijo...

Ni playa, ni calor, ni helados... ya te vale!

Yo este año he zampado un montón de mini cucuruchos. Ahora por tu culpa tengo ganas de uno y resulta que en Barcelona no tengo... Pues esperaré a mañana a mi nevera valenciana.

¡Por cierto! Dulci, Pianista, os quedasteis sin paella!

Lidia

Nodisparenalpianista dijo...

María, hablemos de negocios: ¿cuánto pagarías?
Belén, bueno, vale. Aunque el mío era de primavera y yo ya pensaba en septiembre u octubre
AnónimoLidoa, si es por tu bien, que si te churrepetea el helado por la escaloya no veas la que se te lía... oye, ¿qué pasa??? Pues te pagas una paella en la Barceloneta y asunto arreglado, oye.

Paco Becerro dijo...

De turrón. Es un contraste bueno, el turrón navideño y el helado de verano.

Mmmm