viernes, 1 de febrero de 2008

Era agua

Pues era agua. Lo que me había parecido primero lluvia y luego rastro de que habían regado la calle, al final resultó que era el resultado de algún chaparroncillo ligerito. Porque son así, dicen que van a tener que restringir el agua de consumo y siguen regando con agua potable todos los viernes de madrugada, para espantar a los borrachuzos que dormitan en los parques, me malicio. Cosas.


Arranco. Al bajar el escalón, no he visto al mendigo que hace un tiempo aparece en distintos puntos de la acera. Un día hablaba con él una patrulla de la policía local. Está alcoholizado y su mente carbura mal. Pero las cosas son así, si no quieren ayuda no se les da. Aunque estén completamente dementes. Luego pienso yo mal y la liamos. A ver si no. Pues eso, no le he visto y porque no arranco como una moto que si no, me lo llevo por delante.





El señor que vive en la escalera B y que trae a casa con dificultad a sus padres los domingos, porque son muy abuelitos y les cuesta mucho andar, ha abierto el bar. Le veo, bien peinado, serio, responsable, detrás de la barra, todo vacío. Se llama Bar Manolo, o Pepe, o Gutiérrez, no se, algo así como castizo, digamos. A ver cuánto aguanta con ese letrero. A ver cuanto aguanta, en general.



Noto en la cara una finísima lluvia y siento más el fresquito. Es tremendamente agradable ir así en la bici, a oscuras, un pelín de frío, poco tráfico por donde los coches, un dulce calabobos. Al calabobos le llaman txirimiri, que es ruidosín, cariñoso y periférico, pero en el fondo no significa nada. Tú dices calabobos y le has endosado una tesis doctoral en el entrecejo al bobo que ha terminado calado. Tu dices txirimiri y lo menos quedas como un cursi. Me parece.



A la altura de un edificio que hacen, veo, como alma que lleva el diablo, correr a una iza, rabiza o colipoterra negra de color negro afroamericano del Senegal o alrededores, que suele estar con otra de la profesión y que salta sobre los coches del semáforo ofreciéndose a gritos para una suerte de variadas marranadas. Por un momento he pensado que le perseguía alguien, pero me parece que iba al encuentro del vigilante de la obra esa del edificio. Los amos de las esclavas se suelen esconder. Allí, delante de la sede de un partidito que medio mandaba mucho y que sigue purgando penas, pero con pan. Mucho pan. Vaya contrastes.


Llego a la callejuela que me gusta. Hay un tramo adoquinado y he de poner el dedo en el timbre porque si no, no para de hacer ¡clinclin!, lo que termina resultando algo molesto. El quiosco está ya abierto. Las panaderías también. Hay tres, cuatro panaderías en ese tramo. Antes las panaderías eran fascinantes. Los dulces, la crema, el crujir del pan, las panaderas. Las panaderas eran chicas hermosas, me parece, sabrosas, según. Sería porque olía bien en las panaderías. Ahora hacen pan hasta en las gasolineras, y los gasolineros de Repsol, unos tíos más bien grandones y con un mono feísimo, te sirven educadísimamente unas barras más bien crudas, no sea que se les vaya mano con los tiempos y estalle el almacén de las gasilonas. Desde que cualquiera en cualquier parte se pone a hacer pan -hasta yo mismo un día que me puse- las cosas no han sido lo mismo. Y el pan sabe peor. De las panaderas mejor ni hablamos.



Tiro a ritmillo, gracias al fresquito y el calabobos que ya está neguando, por donde me solía cruzas con Abebe Bikila.



Un poco más adelante veo a cuatro que van corriendo. Son cuatro vaqueros, veteranos de la cosa, que van ocupando el ancho de la calle y hablan sin perder el resuello. Según me acerco y veo que son más que veteranos. Entre todos, apostaría que rondan los doscientos cincuenta años. Es como lo de sumar las edades de los componentes de las bandas de rock sinfónico, que echas cuentas y te sale casi rock medieval. No en vano Ritchie Blackmore ronda ahora esos territorios. Y si me apuras, Jetrho Tull nunca salieron de allí. Aunque sinfónicos no se si eran. No me oyen y le doy suave al timbre. No aflojan mientras se avisan, bici, bici, y marcan hueco con la mano. Que tíos, parecen alemanes, echándose todos a la vez hacia la derecha para dejarme espacio por donde poder adelantarles. Al pasar, les digo gracias y levanto la mano. Me dicen adiós y siguen a ritmo. Cuando me tengo que parara en el semáforo de un poco más adelante, les veo rebasarme y girar a mano derecha para enfilar su recorrido por las calles peatonales.



Si hubiese cruzado un poco antes, en un regiro de calle que hago, nos hubiésemos llevado medio susto un conductor y yo al encontrarnos de frente súbitamente. Como he salido unos segundos más tarde del semáforo, nos esquivamos educadamente. Bien.



Hay un cruce un poco complicado, porque pasa algún ciclista fitipaldi, los camiones que recogen contenedores de las obras, los camiones de la basura del reciclaje, que son enormes, llevan una grúa, hacen mucho ruido y no sólo no dejan espacio, sino que, los muy chuletas, para mi que apuntan a dar al ciclista. Lo paso bien. Bien.



Me pilla otro semáforo. No es habitual que me tenga que parar dos veces en los semáforos. Muchas veces no toco el suelo desde el portal de casa al descansillo del trabajo. Tampoco voy a enumerar las infracciones que cometo, porque no se sabe dónde puede terminar todo esto, claro. Hoy, la chica de los rizos que me mira medio disimuladamente cuando paso, no estaba. Cuando paso y está, la chica de los rizos me mira disimuladamente. Hoy no.



Liquido el tramo final, aparco y eso. ¿Has venido en bici? me pregunta uno. Pues como siempre, un campeón, ya sabes. La lluvia, la gente le tiene miedo a la lluvia. Con cuidado de no resbalar ni de constiparse, es lo mejor, ya lo he comentado otras veces.



Mañana (por hoy) será diferente. Pero esa es otra historia.

9 comentarios:

Paco Becerro dijo...

Jornalero jornalero...

Qué bonito. Dan hasta ganas de pedalear detrás de ti, aprovechando tu experiencia en el trazado.

No es peloteo.

Insisto, no lo es.

Es una fantástica redacción.

Bravo

Néstor dijo...

Qué buen paseo me has dado esta mañana. He sentido el frio, la lluvia y la no-mirada de la muchacha...

Anónimo dijo...

Yo también he seguido el paseo. Hasta he notado el fresquito de la lluvia. Describes bien, Pianista.

Nodisparenalpianista dijo...

Gracias FutBlo. Te dejo que me persigas en plan moto de apoyo con la macarrona negra!

Hoy estaba la de rizos, Néstor, pero me parece que casi ni me ha visto, porque he pasado como una exhalación.

Gracias Dulci, el aliento del pedal. Procuraré no describir los sudores del ciclista, que tampoco es plan.

Paco Becerro dijo...

Mira NDAP, con textos tan bonitos y bien redactados, puedes contar con mi apoyo y el de mi macarrona negra, jaja, siempre.

Pero en cambio, no te dejan comentarios, lo cual me parece increíble.

O están todos de vacaciones...

Anónimo dijo...

Pianista-artista, que te sales cada dosportres y nos tienes fatal acostumbrados. Qué gozada. Lo de la bici, sí, con la lluvia txirimiri-calabobos y tantos capítulos de libro en un solo viaje. Pues imagínate: dos viajes al día, por cinco días de currele, 10 a la semana como mínimo, más lo de meapetece y fiestas de guardar, oye. Para escribir... qué se yo: los "Episodios Nacionales" pero mejor, los "Episodios del pedal" que suena muy a Nodisparenalpianista.
Enhorabuena, para variar :)

Nodisparenalpianista dijo...

Bueno, FutBlo, el personal tendrá sus quehaceres y hoy el texto era largo. Cosas que pasan.

Nodisparenalpianista dijo...

Jo, Marta, como sigas haciéndome así la pelota te contrato de agente literaria. LAs cosas están áhí. A veces las veo. Lego os las intento contar. Gusta que guste. por cierto, y ya que estás por aquí, a ver si noscontestas en lo tuyo, que además de tus estupendas entradas nos gusta leerte en comentario.

Atiza dijo...

Olé por el pianista este de marras!Vaya texto, madre! qué me da algooo!
Tienes un 10. Qué digo, te regalo la matrícula y punto!