martes, 17 de febrero de 2009

El buenismo malintencionado


O a la inversa,q ue también podría ser, no se. Y como me voy a referir a un breve texto escrito, primero lo pego, le dais una leida y luego sigo.

Bien, ¿no? ¿quién se opondría a la intervención de un mediador, asistente, agente de la autoridad, GEO, GOE, legionario o quién se terciase para resolver la vida d ela pobre mujer a la que alude P. P. desde Lérida. Menudo lío con lo del nombre oficial nos han formado los idiotas dela política, y lo hondo que ha calado entre no pocos estilistas de salón, pero eso lo dejo para otro rato, que con un berenjenal por día tengo bastante.
De la carta de P.P. se cocnluye que la acción pública de un medio estatal traerá el confort que requiere la persona afectada por esos terribles acontecimientos. Así, incluso pide que se de carta blanca para que los agentes de la asistencia social puedan entrar en los domicilios cuando lo crean conveniente.
Es decir, al honrada persona (hasta que no se demuestre lo contrario) persona que firma como P. P. confía más en la intervención de un artificio estatal, en este caso un servicio de asistencia social que en lo que pase dentro de una vivienda. Bien.
Pero démosle media vuelta a ese argumento. O sea, como en las viviendas, esto es, un ámbito privado, a veces ocurren sucesos indeseables, hay que autorizar la intervención de un servicio social, público, por si acaso.
Pero me pregunto qué ocurre si lo que sucede en la vivienda es procedente pero no en esos organismos públicos. Es decir, qué pasa si ese organismo público se decide a intervenir en cosas perfectamente privadas y, so pretexto de proteger la estabilidad, se le cuela a uno hasta las alpargatas de salir de la ducha.
Hombre, no exageremos.
Pero no, no exagero nada. Estoy pensando en las no pocas voces que están animándose a ver si el Estado se decide a nacionalizar bancos, como si eso resolviese algo. En todo caso, habrá que darle un pescozón legal a las entidades que se pasen y cometan tropelías. Pero que cuando uno asume riesgos y pierde lo tengamos que pagar todos es tener mucha jeta. Claro que, si eso sirve para tender aún más hacia el totalitarismo, no es descartable que se intente tirar por esa vía. Al final y para seguir en eso, no compensará ni votar: total para que ganen unos, los otros, siempre los mismos, pues nos ahorramos un dineral.
¿Y cómo tragarse esa rueda de molino? Pues disfrazándola de buenismo. ¿O es que tú permitirías el maltrato d euna mujer? Por supuesto que no. Pero tampoco el maltrato de mi intimidad. En estos días hemos podido comprobar cómo el disfraz buenista -pobrecita, con lo que sufre- sirve para matar con impunidad absoluta. Es así de sencillo: lo malo es bueno y lo bueno es bueno que se haga. ¿A que parece mentira que funcione? Pues funciona.
Habrá quien diga que es exagerado. Lo que es seguro es que detrás de esta se arraiga la idea de que lo privado es malo (lo que ocurre en una casa, cuando lo habitual es que el hogar sea siempre un refugio físico y moral para la persona y la familia) y lo público es bueno.
La distancia entre el individuo y la familia, como bases de lo social, y el Estado es cada vez mayor. Sobre todo, al eliminarse las organizaciones intermedias, cívicas, sociales, de una manera física o por absorción desde el propio sistema estatalizado, y pienso en el sindicalismo, los partidos políticos, las oenegés y otras entidades, que son funcionariados pagados por las prebendas estatales.
Todo esto no funcionaría sin el paso previo que nos muestra P.P. en su carta. Hay que intervenirnos porque no somos buenos. Así es el germen del totalitarismo. Luego dirán que no estuvimos avisados.

3 comentarios:

Dulcinea dijo...

El intervencionismo el estado es la clave de los estados totalitarios, aunque su población crea que vive en una democracia porque vota cada cuatro años.

La intención es clara, y me temo que nada buena. A los totalitarismos del siglo XX me remito, por ejemplo.

Myriam dijo...

Pinista si lo que vivimos hoy en día es una democrocacía yo no lo entiendo, puede ser totalitarismo o dictadura ya que no nos dejan pensar libremente

maria jesus dijo...

O sea, como la patada a la puerta de Corcuera ¿no?El intervencionismo en la vida privada es cada vez mayor, y como dice Dulcinea se acaba en un estado totalitario. Por todo hay que pagar un precio