sábado, 7 de marzo de 2009

Rosario


Bueno, como lo primero es lo primero, lo demás queda donde tiene que quedar. Y por ahora no hay ni tiempo, ni fuerzas para esto. Que se os agradece, amigos lectores-comentaristas, vuestra amable paciencia, pero ahora hay que estar por otras cosas. Pronto vuelvo, pero por ahora, aquí queda. Cómo sois más listos que el hambre y se que os pasáis por La Bulla, os invito a que convirtáis ese silencio en oración o reflexión cada cuál lo suyo, respeto ante todo. Y eso es un regalo que nunca os pordré agadecer tanto como desearía.

PD: gracias Bulla.

jueves, 5 de marzo de 2009

Las hogazas

Se había imaginado que aquel autocar llegaría con el aroma de la victoria, del triunfador, del que regresa a ver sus orígienes a reencontrarse con un tiempo que cambió el triunfo, la memoria de sus antiguos, de cuando la gente arraigaba y los brotes valientes seguían sus aventuras lejhos de allí.
Peor no olía nada. Si acaso al escai recalentado que recubría las paredes interiores del autobús y un cierto aroma a bocadillo de tortilla que ya se sabe que siempre es muy socorrido para resolver las hambres de los desplazamientos largos.
Era la primera vez que volvía desde su temprana marcha. Era la segunda ocasión, porque también estaba cuando volvió de hacer su servicio militar. Tras ver otro mundo, y con lo poco que había que hacer por allí, por los arlrededores, en la comarca, se decidió a buscar algo. Anduvo faenando en todo lo que le quisieron pagar, haciendo jornales con este y con el de más allá, y cuando juntó unos dursos, se preparó un hatillo y se fue en busca del porvenir, que por ahí delante andaba.
Como era de campo, en el servicio le pusieron de ayudante en las coci
nas. Él sabía cuándo se plantaban las patatas, cómo se mataba un pollo, ordeñar una vaca, ver las hojas malas de las berzas, pero en su vida había cocinado nada. Lo más cortar aros de chorizo para comerse entre pan. Pero donde manda patrón.


Y como no tenía mejor que hacer, se entretuvo todo aquel tiempo fijándose en los rudimentos de la cocina, probando las cosas y combinando los igredientes un poco de tapadillo, por no contravenir las ordenanzas, que si dece arroz con tomate es arroz con tomate, ni a la cubana ni tonterías. Pero como la merienda se la hacñian asu antojo, aprendió el secreto de los plátanos fritos, nuevos colores, como el de la carne dorada y el aroma de todas las plantas sabrosas.
Y cuando se marchó por segunda vez, se dijo que al menos, con dos chuscos, paciencia, un poco de tocino y agua, unas hierbicas y poco más, sacaría el vientre d epenas si las costuras se le deshilachaban. Y como no tenía nada mejor que hacer, buscó, rebscó, trabajó, ganó y gastó, se hizo su oficio y un día quiso volver acasa para contar que le iba moderadamente bien, que vivía en una casita con uno más de su trabajo, que tenís para su ropa, para sus gastos, para un periódico y para no tener que vivir ni del tiempo ni de nadie. El aroma de lo normal.

Lo que soñaban todos. Pero el autocar de la victoria era el autocar de lo normal.

Podía haberse pavoneado en el casino, podía haber fantaseado con su vida, podía haber repartido perfumes sintéticos, pero prefirió decir eso, está bien el aroma de lo normal. Y algunos envidiosos dijeron a sus espaldas ya te decía yo que éste no llegaría lejos, si ya se le ve la cara de botarate, espérate que aún le hemos de ver pidiéndonos ir a arar, pero otros pocos le reconocieron su sencillez. Cuando se tomaba un vermú al salir de la iglesia, la vio irse hacia el horno de pan. Y con el vaso en la mano la fue a saludar, porque antes se habían hablado. ¿Qué tal te va? Y fueron a por las barras modernas, que la hogaza es de pueblerino, y le contó. Estaría bien ir un día por ahí. Pues estaría, si. A ver. A ver.

martes, 3 de marzo de 2009

El de la fotografía aérea

Una vez en un tren, de cuando en los trenes la gente hablaba, pero entre ellos, quiero decir, porque no había telefonillos y las velocidades no eran tan elevadas como para que el personal no tuviese ocasión para departir. Anduve hablando con un tipo que hacía fotos aéreas.
En los pasillos de las cabinas de literas había siempre uno con la mirada perdida que fumaba en silenco, una chica con aspecto entre tímido y asustadizo que cuando se le daba pie hablaba por los codos, un par de
tíos grandes con aspecto de comerciales que conseguían botellitas de licor, uno gordo que roncaba y al que le olían los pies, una señora que decía cómo voy a dormir entre desconocidos, otra señora, silenciosa y más bien pequeñita que no pedñía ayuda pero que agradecía de modo muy sincero que la ayudasen con el maletón y la caja de cartón atada con una cuerda sintética blanca y a veces un revisor pirata que por unos duros te apsaba a un camarote vacío o que vendía cocacolas y licores de tapadillos.
Había uno de traje con aspecto de suficiencia que comenzó a comentar en fuerte tono de voz, para que le oyese la chica con cara de buena nena, asustada, que miraba nerviosa por la ventana, algunos lugares comunes. A mi me gustaba echar un rato largo en el pasillo, viendo pasar los quilómetros y haceindo sueño, para subirme a la litera rendido a ver si así caía de golpe y ni sentía los ronquidos del uno y el olor de pies del otro.
Lo cual que el tipo aquel iba diciendo, pues a ver si llegamos, menos mal que yo ya tengo para repostar y tontadas así. El ausente miraba, ni se inmutaba. Y el vocero, seguí a ver si la nena le decía. Y como no parecía demasiado acostumbrado a la sutileza comenzó ahablar de que si las montañas y los tejados y vaya usted a saber qué. Así que alguien le rpeguntó que de qué estaba hablando. Y lo lanzó: que él tenía una empresa de fotografía aérea. A mi, que me gustan las dos cosas, me interesó, soprendentemente. Y le di una poca de coba. ¿Y cómo hacéis? ¿En avioneta y con visores? ¿Pilotas y fotografías o vais dos? Y así. Resulta que el tío lo que hacía era vender las fotos. Es decir, que era un comercial de una empresa, que era un tío con una avioneta y una cámara de fotos y él que intentaba venderles el asunto a todo aquel que pillaba. A esas alturas, el Johhnie Walker y el calorcillo, el Dyc y la mezcla de la moqueta de la Renfe, el tabacazo y los pinreles del otro colega ya le habían hervido bastante, con lo que tenía la lengua más ligera y, contrariamente, más torpe. Le hacía chistes a la chica tímida, que pasaba aún más de él. Le pregunté si volvía de vacaciones y que qué estudiaba. A la chica, digo. ¿Y eso? ¿cómo lo has sabido? Y nos pusimos a hablar. El pesado se fue a hacer duetos de ronquidos con el de los pinreles u otro. En el pasillo nos quedamos el ausente, la buena nena y yo. Y charlamos un ratazo. Y bueno.

Me acordaba del botarate aquel, de cómo se le iría a hacer puñetas el chiringuito, con lo del guguelmaps y toda la pesca, los gepeeses y demás. Yo me veo al tostón aquel diciéndole a uno que si quiere fotos del prado desde arriba y el otro diciendo que total pa qué, que si el sobrino le enchufa el guguelmaps y lo ve por la patilla. Y venga ya, la crisis dando morcilla pero bien. De todos modos, como esa raza de pesado comercial es infatigable, seguro que ya anda vendiendo pólizas de algo raro y dando la brasa a las buenas nenas. Tienen su historia, si es verdad.

lunes, 2 de marzo de 2009

Crónica del crujimiento (VIII) ¿Conexiones baratitas?

Bueno, ya está, ya tengo la maquinorra puesta. Ahora, finiquitada ya la epopeya del ordenador llega la siguiente: la conexzión. Que ha desaparecido.
Aquí hay varias cosas que me huelen a cuerno quemado. Esto del ubuntu es muy molón; clarito, sencillo, evidente, muy bien. Pero esto d eque lo hacen muchos, que no se compra y que es en plan comunero le termina a uno s
onando a cosa de jipis o de anarcoides. Lo cual que, con tanto uso común de los medios de producción o como se llame la matraca, resulta que ahora de las, no se, doce o quince colexiones sin cables que me detecta el ordenador, todas me requieren contraseña, con lo cual, pues fatal. Y ayer sale una, pero no chutaba, oye.
Un desastre, un desastre sin paliativos.

Igual lo de Ubuntu es un error, si... piratón.

Bueno, que le enchufo la antena, por si pilla más, pero no, no se si si o si no, pero no más. Le dejo unos días a ver qué apsa, por si acaso, que vengan de fuin de semana y todo. Pero se me avecina otro cataclismo: el dragón. O mejor, su ausencia.
Porque con lo del cambio del sistema operativo, los programas del uno no corren en el otro, así que me ge quedado sin dragón, el rey de las berenjenas. Que parece ser que en lo del ubuntu, el linux y eso, hay algo que se le parece o será peor, o sea, mejor. Pero claro, como no chufla la conexión, pues no se si podré conseguirlo o no. Le doy tres días a ver, pero me temo que o la cuestación se anima o me consigo un contrato de patrocinio, que esto si no, se me congela. Bueno, ya veremos.

domingo, 1 de marzo de 2009

Anda, que estoy yo para resúmenes...



¿Resumen?
Pues para resúmenes estamos...
Con el ordenador a medias, sin conexión y con una famélica legión de seguidores que se queda sin la sopa de letras -ojo, no boba, sin ofender, hombre- que tan bien les hace pasar el tiempo.
Con retraso, sea como sea, sea, ahí va y listo. Y mañana, o cuando sea, será.


Resumen chungo, vale, pero foto bonita, al menos...