viernes, 14 de agosto de 2009

Esto era una apostilla

Hace unos días se abrió un encendido debate en el garito a propósito de la ministra palíndromamente malvada. Aido odia, si es que hay veces aque uno lleva en la matrícula la cosa, o sea. Lo que está bien, el debate, digo, encendido y hasta duro, pero dentro de un cauce. Pusilánimes abstenerse, leña pero con orden.

Leo en El País (pido perdón, pero es que a veces uno no puede resistirse a la provocación y mete el hocico donde no debe, a ver si no) un curioso artículo que va en una cierta linea que ya se apuntaba en el debate directo, general, callejero, digamos. El agitprop ya no es lo que era, cuando han de ser tan evidentes. No es mala ñal, al fin y al cabo. Nos desentierran un jesuíta políticamente correcto que, haciendo encaje de bolillos pretende que el personal comulgue con ruedas de molino. Y esto es un poco, salvando las distancias, como lo de Chamberlain, que ni paz ni honor, como en todas las políticas de apaciguamiento que se practican frente a alguien que quiere darte un leñazo al precio que sea.
Lo fascinante, con permiso, del asunto, es la difusión de la propaganda, el regalo del argumento, la retroalimentación cuando ya va quedando menos que objetar frente a un principio tan claro y evidente como vida si, muerte no, que, curiosamente para otros casos (pena de muerte, guerras) es un principio absoluto.
A mi, lo que más me joroba, es que me tomen por imbécil. Uno más en su colección.

Ya nos lo avisó Juan Pablo II (¡Santo subito!) cuando nos dijo aquello del humo del mal que se colaba por las rendijas de los muros de la Iglesia. Si es que cuando nos ponemos, nos ponemos, que no nos hace falta importar los malos de fuera, jolines. Durante mucho tiempo he sostenido que no hay reto intelectual más apasionante que discutir con un jesuíta, aunque con los años he mejorado la cosa: nada mejor que un debate con un jesuíta y con un miembro de la Obra. Todos ganan en ese debate. Por eso, para epatar, usan a los renegados en estos menesteres. El que tuvo, retuvo y ahora usa su fuerza para lo que la usa.
Inteligencia y sagacidad, seguro.

1 comentario:

Dulcinea dijo...

Jesuitas y Obra son prueba irrefutable que ciencia y Fe son del todo compatibles.

Los rebotados tanto de la Compañia como de la Obra suelen ser resentidos y rencorosos.

Eso sí, tienen silla asegurada en los debates de algunas televisiones.Y no veas cómo se duelen si les recuerdas su pasado.