viernes, 15 de enero de 2010

Llanos y fontanas en Guadalcanal


Alejandro Llano es una montaña de inteligencia muy difícil de escalar pero sin lugar a dudas apasionante para todo aquél que gusta de poner en marcha la cosa de las neuronas. He tenido la suerte de no ser alumno suyo -porque me temo que me habría suspendido hasta la extenuación- pero si he disfrutado de la fortuna de escucharle en unas cuantas conferencias y sesiones interfacultativas que trasladaban el asunto filosófico al periodismo. Y aquello era tremendo. Aveces costaba seguirle, porque te apsaba de los Simpson, como conformadores de la neomodernidad a las Revoluciones Atlánticas y la ontología del ser en párrafo y medio. Y, claro, a veces, con tanto cambio de marcha, te ibas cuneta abajo.
Entre los filósofos estaba Llano, que due mi primer Rector en pamplona, lo que me llena de orgullo, haber formado parte de sus h
uestes universitarias. Tambien estaba Polo, Leonardo Polo, que era el más admirado de su especie. Tenía Polo la cabeza tan gorda, como decía mi querido amigo Pablo, porque llevaba todo el saber de la humanidad dentro. Leonardo Polo escribió una obra enciclopédica de diez, doce, yo qué se, muchos tomos, titulada El ser. Aquello era tan complejo que hubo de escribir otros dos tomos, Introducción al ser, para que alguien entendiese algo. No consta, por ahora. También estaba Daniel Innerarity, que si me dio clase, un tipo complejo y muy interesante. Se conocía su pasión sociopolítica que terminó por llevarle de candidato al Senado por Navarra en la candidatura del PNV. Del batacazo que se pegó no se si se recuperaría o qué, pero le suelo leer mucho -e interesantísimo- en El País. Recuerdo cómo vislumbró el auge de lo verde a raíz de los programas electorales de los partidos en las primeras legislativas de la Alemania recién reunificada. El cambio de lo rojo a verde, que nos sonaba a chino. Costaba seguirle, pero era estimulante. Sus libros, un tostón. De todos, me quedo, sin desdeñar a los ya mencionados, ojo, con Alfredo Cruz, que me dio clases en primero. Una evez, hablando con una amiga, le dije algo sobre mis clases de Pensamiento.

Antonio Fontán fue honrado, en 2008, con el Marquesado de Guadalcanal, por Su Majestad el Rey, por sus muchos méritos, sus años en el Consejo de Don Juan III y su labor en la presidencia del primer Senado de la Democracia. Mola. A mi me gustaría el de Ducado de Birmania o el Condado de Midway, con sus portaviones y todo. Hay que recuperar el bélico, si.

¿Tenéis clases de pensamiento?, se asustó. ¿Pero que forma de lavaros el cerebro es esa??? ¿Os enseñan que pensar y cómo pensarlo??? Se trataba de una chavala un poco anti Opus, más de la Iglesia progre y tal, con lo que aquello parecía gasolina para el debate. Y le expliqué. Es Historia del Pensamiento Social y Político, o sea una especie de Historia de la Sociología y de la Política. Pero claro, el nombre confundía.
La cosa es que empezamos en los griegos y llegamos a Hobbes, pero por el camino nos topamos con el derecho natural y la Ciudad del Hombre y la Ciudad de Dios. Lo que llegamos a aprender. Cruz es autor de un magnífico librito -por lo breve- de su disciplina que, por cierto, a ver si le pego una releída, por refrescar temas.
Los sábados tenía organizada una tertulia en el comedor de un bar, en el piso de arriba, en Tudela 2 o 22, ya no me acuerdo, frente al pulgoso parquin de la Estación de Autobuses, sobre el despacho de billetes de la Renfe aquel siempre tan concurrido. Era una tertulia abierta, sin temas, pero con las reglas del diálogo a la inglesa. Era muy estimulante conversar a calzón quitado con el único recurso de los conocimientos propios y de la habilidad dialéctica. Nos congregábamos allí unos veinte alumnos y hablábamos de todo. Tomábamos café o no y nos íbamos. Un buen profesor y un gran maestro. Cuando le veía por el campus le saludaba, aunque no se si se acordaría de mi. Ahora está El Corte Inglés.

Escribo esto después de oir la noticia de urgencia relativa al fallecimiento de don Antonio Fontán, uno de los mayores impulsores de la Universidad de Navarra, la mía, o sea. Periodista, intelectual, filósofo, docto profestor, opositor sin tregua al Poder y dicen que muy buena gente. Buena gente dice que era buena gente, así que fiabilidad total. Descanse en paz y que nos siga echando capotes, que falta nos hace. También leo que Alejandro Llano va a colaborar semanalmente en un confidencial que frecuento. Pues mejor para nosotros.

8 comentarios:

Dulcinea dijo...

Vaya lujo de Universidad, por las mentes pensantes, digo. Y menudo colmillo el de Pablo, que no da puntada sin hilo.

Dicen del Fontán "primer presidente del Senado en democracia". Nada más.
No importa. Tú ya has enmendado la afrenta.

Descanse en paz, Antonio Fontán.

Nodisparenalpianista dijo...

Ay, la foto. Pobretes, es que no tienen ni idea, Dulci.

Nodisparenalpianista dijo...

Un lujo, Luisa, en efecto. Y entre otros, gracias al trabajo de Don Antonio Fontán, una de las almas máteres de la Facultad. Miro lo de la ampliación, pero no me comprometo a nada...

Atiza dijo...

Iba a decirtte que te marcaras una foto y se la mando a Alfredo por si...Pero ¿tú crees que te reconocería?.

Nodisparenalpianista dijo...

Todos mis compañeros me dicen siempre que estoy igual, pero él habrá tenidos algunos cientos, casi miles de alumnos desde entonces. Pero si le doy tres o cuatro pistas, yo creo que igual hasta le sueno. No es peloteo: es uno de los profesores que recuerdo con más cariño por su competencia y porque nos contagió (al menos a algunos) la filosofía, en sentido etimológico.

Dulcinea dijo...

Ufff Atiza, has dado en un punto clave: los Pianistas no envejecen ni tienen arrugas, ni tripita, ni nada que les desmerezca.

Además, las andanzas de los Pianistas por los Campus son lo más y figuran en los anales de cualquier Facultad que se precie.

Nodisparenalpianista dijo...

Calla Dulci, calla. Que se me va el jornal en comprarte el silencio!!!!

Dulcinea dijo...

Uala, menudo filón he pillado sin pretenderlo.

Quedamos en la milla de oro, Pianista.