jueves, 1 de abril de 2010

El olivo


El árbol no veía porque los árboles no tienen ojos. El árbol no escuchaba porque los árboles no tienen orejas, hasta ahí, lo normal. El árbol, de haber tenido ojos y orejas le hubiese visto y le hubiese oído, claro. Y, si hubiese tenido boca le habría podido decir que él estaba allí. Claro, dirá un mala uva, eso es cosa de las raíces, que donde estás, te quedas. Siempre hay un mala uva cerca, pero hay que quererle, no me digas a mi que eso no es padecer.

El olivo tiene las hojitas pequeñas y sencillas, pero fuertes, duras. El olivo y sus hojas le abrigaría, le cubriría, le protegería. Ya me dirás, ¿qué pueden hacer mis tristes hojitas para apartarte de ese tormento?

El olivo cumple diez, veinte, cien, mil, todos los años que sea y le sigue dando el nombre al monte y el jugo al que lo recoge, y el sabor y el color, ese color que es verde y es amarillo, la vida y la luz y es el recuerdo del Hombre que estaba solo y que le pedía a su Padre que si podía ser, no le hicies e pasar por aquello, y que luego le decía, sea, porque esos cuatro cafres dormilones se merecen eso y mucho más. El Hombre solo y un árbol que, si tuviese boca y orejas, piel y palabras, le decía que siempre seguiría a su lado. Y sin dormirse.

5 comentarios:

Dulcinea dijo...

Y me figuro que el sentimiento de soledad al ver a sus discípulos durmiendo, mientras El sufría tanto, debió de ser mayúsculo.

En la Misa Crismal el Papa ha hecho una referencia al significado católico del olivo y de las ramas de olivo muy profunda y bellísima.

Altea dijo...

¡Ay, glub! Me he emocionado, maldita sea. Esto no se hace conmigo.

Atiza dijo...

Lo que cuesta pensar en la esencia de estos dias desde un ordenador que no tiene ni la letra mas importante de Espana, con los acentos que no encuentro, con una temperatura que no es precisamente de mortificacion y para colmo...viendo in situ como gana Nadal a un gabachua. Definitivamente, me he confundido de Monte. Estoy en el Tabor, no se si me entiendes.

Natalia Pastor dijo...

El sentimiento de soledad, de desolación y de tristeza infinita que padeció es inconmensurable.
Lo tremendo, es que me temo que de suceder hoy, volvería a pasar por lo mismo.

Dulcinea dijo...

Pues sí, Natalia. Pero también volvería a resucitar, que es lo fundamental.