lunes, 24 de mayo de 2010

Las cilonas, o sea


Por fin, tras unas cuantas recomendaciones, salto al espacio de Galáctica, los cilones, las naves no se cómo y todo eso. Resulta que esto fue una especie de serie televisiva de los primeros ochenta, creo, que por cosas de coincidencia en el tiempo (y en el espacio, claro) vino a resultar como la otra cara de la Guerra de las Galaxias. O de Star Trek. A mi, que todo esto me deja un poco frío, me cansa una barbaridad escribir lo de Star Trek. En la tele aborigen echaban Star Trek, la serie de los sesenta, o por ahí. Eran una ristra de tíos en esquijama -por favor, qué horror el esquijama, pero el que esté libre de culpa, que tire su disfraz de power ranger nocturno- mayormente con caretas de goma. Paneles de control de las naves llenos de bombillitas de colores y cables pelados que cuando se conectaban, zas, al hiperespacio. Y orejas de pico. Eso si, las venusianas -o de por ahí- de prietos muslos en esquijama bien, como la lagarta aquella de V, un poco así, o sea. Hace poco vi lo del Star Treck este que han escrito los de Perdidos. Bueno, se pasa el rato, pero ya no me acuerdo.

Aquí la cilona, aquí unos amigos.

Con lo de Galáctica, unos cuantos vecinos me han dado la murga, con el amigo Macías como principal abanderado del asunto. Oye, que no es una chorrada de marcianitos, que hay todo un subtexto, suelen decir, que si las batallas y el desarraigo, las aventuras de los pilotos y los problemas de identidades entre los dos bandos, que si creadores y creados y sobre todo, una cilona que no tiene muy claro quién es. Esto suena un poco a lo de Blade Runner, que deshilachada parece -digo, parece, ojo, porque hay mucho debate- mucho mejor que con todos los remates hechos.
Bueno, pues al final un fan de la serie me pasa una cosa que al parecer es una especie de miniserie previa a la serie, que en realidad es la actualización de la serie d elos 80, que para todos es la buena aunque sea la mala. Luego hay saltos en el hiperespacio y todo el rollo, pero eso ya no le extraña a nadie. Esta gente de la ciencia ficción y de las series de la tele se lo traga todo. Aquel ovni en Dinastía o en la otra, o el sueño aquél de la de Dallas, ay, Dallas, qué panzada de reír. Viva Falcon Crest.

Total, que le estoy dando a la tecla a falta de veinte minutos del final de la miniserie previa, que por cierto, está montada como largometraje y resulta así, largo, pero largo-largo, jolines y ya me puede un poco el hartazgo. Yo es que veo al Teniente Castillo, Edward James Olmos, disfrazado de jefazo de la supermeganave cascajo y no me lo trago. Me lo sigo imaginando por las playas de Miami, las chavalas en patines, cuatro surfistas tarados y los trajes Armani con camisetas rosas. Puritito delirio, a ver si no. Me suena a chufla las resoluciones en dos segundos -joer, salta al hiperespacio ese a la primera y aquí paz y después gloria, jolines, que se os ha de explicar todo- las caras de póquer para parecer trascendentes y la cilona macizorra en deshabillé colorao por mitad de los tíos en pijama. Todo muy nocturno.Y peligroso, o sea.

Luego los entusiastas te dicen que ahí reside su encanto, en la puerilidad de la historia, pero también en sus cosas para la reflexión. Venga ya, hombre, que esto es como en aquella serie de Emilio Aragón decían "hoy en Periodistas se tratará sobre la corrupción municipal" y trataban de sentar cátedra sacando a un fulano barrigón haciendo de concejal, mayormente conservador, metiendo mano en la caja y en la cajera si se ponía a tiro. Que parecía que iba a ser La Clave, pero en lugar de con Balbín, con una chavalita de esas de eternas piernas. Y hala, Belén Rueda como si fuese Indro Montanelli, si es que nos quejamos de vicio. Lo cual que entre los pasillos esos tan retorcidos -digo yo, tanta nave para ir con esas apreturas, que un bricomán en dos mazazos os echaba abajo el tabique, os levantaba uno de pladur y podríais ir más holgaditos, criaturas, en fin- me ha recordado a los almohadillados de la nave de Solaris y un poco también la de 2001. Y me he acordado de la concentración inestable de neutrinos que le tenía en un sinvivir a aquel cosmonautón que se lavaba poco el pelo, que estos eslavos a veces dan un poco para atrás. Y El Quijote aquél que leía y todo aquello del Océano pensante. Ay, los neutrinos.

Al final Galáctica va a resultar mucho más estimulante que la maquinorra potentorra. Y en cuanto termine los veinte minuticos que quedan, lo cuento. O, total, no, ya veré.

PD: Más música, en la sala noble.

3 comentarios:

Dulcinea dijo...

Pianista, déjate de Galáctica y de chorradas. Tú de lo que querías hablar es de la cilona esa, que por cierto tiene una pinta de pendón que flipas. Llámalo envídia.

En mi opinión "La dimensión desconocida" es de lo mejorcito que han echado por al tele en tema de ciencia ficción. Recuerdo capítulos especialmente inquietantes.

Atiza dijo...

Vaya trola de cilona. Ésa sí que es de ciencia ficción.

Nodisparenalpianista dijo...

Juajua, pues a eso es a lo que iba yo, Dulci, que los de la cienca ficción están más por lo de carne y hueso que por otra cosa, o sea.

Pues ahora que lo dices, Atiza, será cosa de observarla por el asunto espacial, como si dijéramos.