sábado, 3 de julio de 2010

La victoria en Roma

Ganar al fútbol en Roma también tiene su aquél. Y con trampa aún más. Cuentan las sagas de la época que al equipo español, con Zamora como guardameta, le dieron hasta en el carné de identidad en el desempate contra Italia, porque la presión era lo que era y los organizadores debían de ganar, a mayor gloria del fascio. Pero eso, si uno se aburre, busca y lo lee por ahí.

Yo iba con otra cosa.

Para entonces, yo ya estaba retirado de los laureles del balón, como he ido contando en episodios anteriores. Pero de ahí a no tocar bola nunca más, tampoco. Esto es como cuando se le escachufló la rodilla al pobre Espartaco, por cierto, jugando al fútbol para una cosa benéfica. Después de la tira de operaciones, el pobre hubo de retirarse y, desde entonces, como mucho sale a dar capotazos en algún festival y si algún íntimo le pide para las alternativas. Y el maestro sigue toreando como le da la gana. Y nos privó de muchas más tardes por el dichoso fútbol. Pero esa tampoco era la historia.


La cosa es que principiando la insultante juventud, anduvimos este que suscribe y le da a la tecla y una pandilla de amigos a Roma. Era con lo de Taizé, que era un pío pretexto para ir de viaje por dos duros con la pandilla de amiguetes a hacer el cafre por allí, dentro de un orden, que éramos unos buenos pipiolos, tirando a inocentones, por mucha música punqui y por mucha tienda marrana por la que anduviésemos. La cuestión es que entre aquel puñado de casi imberbes e imberbas, erizos, erizas, tal, lo de siempre, había poco talento para el balón aunque una cierta voluntad. Estábamos esperando en San Juan de Letrán, detrás de la basílica, en la explanada, donde los jardines y los perros y las chicas que esperan una cita pero parece que les han dado plantón, donde los señores de pantalones cortos pasean, fuman y gesticulan, donde tres japoneses pasan despistados, un holandés busca la Scala Santa y otros vuelven del mercadillo diciendo que mucho mejor el del otro lado, que dónde va a parar. Pero era invierno, ya he dicho, creo y si no, lo digo ahora, porque fue en Navidad. Y en Navidad, Roma es una preciosidad, claro, pero hace un frío que pela. Pues eso, frío, de tarde se hace de noche, lo normal. Y la cosa era que estábamos esperando a que fuese la hora de las tiendas donde nos daban las tarrinas de comida. Yo, cpor la cosa del queso, hacía acopio de bollos de pan y manzanas y con alguna marranada más iba sobreviviendo, aproximadamente.
Bueno, que estábamos allí esperando y aparece uno con un balón. La memoria es lo que tiene, que a veces tururú, pero yo diría que eran unos italianos y unos yugoslavos. ¿Apunti, prego? La Spagna contra l'Italia. Los yugoslavos no se lo que decían. Vale, pues jugamos. Ya digo, éramos unos paquetorros, pero al menos estaba Paco, portero pasional de los que se tiraba al suelo, así que yo no podía hacer más que quedarme de estorbo defensivo. Entre otros, estaba Joan, furibundo barcelonista, experto y conocedor de la materia, pero torpe con el balón como pocos. Lo cual que estuvimos por allí chuta que te chuta por el césped, bien, resistiendo el ataque de la horda italoeslava, con sudores y dolores, en plan fuerte de Baler. Patadones y trampillas, lo normal, pero no sabemos bien cómo, la cosa es que resistíamos el empate.

Y de pronto, la jugada maestra. Yo no me acuerdo bien de los detalles, y hablandolo con Joan, ajustamos las versiones. Yo siempre en la retaguardia que es más descansado y se puede dar más leña. Pero, supongo que por el frío, o los nervios o qué se yo, se me ocurrió salir al ataque un poco. Fuese lo que fuese, en un momento tuve el balón a mis pies. Y eché a correr por lo sencillo, esto es, en línea recta, por el lado de la derecha, que le llaman banda, tipo extremo. Es que lo escribo y me da la risa floja. Pero era la sustancia del asunto. Lo cual que debí pillar despistados a los tíos aquello,s porque me dejaron llegar al final. A todas esas, Joan, que era, a la sazón el guía del grupo -siempre con el plano diciendo la próxima a la derecha y llegamos al Ara Pacis, aunque no pocas veces llevase el mapa del revés, en fin- había avanzado por el centro del área, corriendo en plan pies un poco planos, pero que al final, como lo importante es llegar y llegó, estupendos pinreles. En ésas estábamos, yo en la banda, Joan en el centro, con algún otro de los torpes españoles y los italoeslavos por allí. En estas que le meto un castañón a la pelota de órdago, que se va directa hacia Joan, que le doy en toda la espinilla y zas, el italiano que hacía de portero, que no puede hacer nada por parar el balón. Gol; por fin el beso de la gloria en nuestra frente. Y un toldo de las tientas de las viandas que se abre. ¡Final, que ya se puede ir a buscar la comida!. Uno de los nuestros que coge la pelota y aprieta a correr para que no le puedan coger nuestros rivales. Hemos de sacar, protestan. Ah, no, el partido ha terminado, hemos ganado y a cenar. El partido era hasta la hora de la cena, ¿no? Y les devolvimos la pelota para evitar accidentes, que una entente entre la camorra y la banda yugoeslava podría haber terminado con nosotros en medio minuto.
Joan y yo fuimos heroicos en lo del fútbol por primera y última vez, creo, en nuestras vidas, pero nos reímos las tripas. Y nos seguimos riendo cada vez que recordamos la historieta.
Ya digo, la victoria en Roma, sabe mejor.

8 comentarios:

Dulcinea dijo...

No me puedo imaginar Roma en invierno. ¿Frío en Roma? ¿si?

Siempre he estado en verano y el calor ha sido sofocante, asfixiante, de ir por la sombra, de notar el asfalto reblandecido, de combinar helado-refresco-agua durante todo el día, de ir de tirantes y bermudas.

Y eso de coger la pelota para dar por acabado el partido, no lo hacen ni los italianos, Pianista.

Atiza dijo...

Así que de pandilla de pelanas/os a Roma y en invierno...Hay que echarle güeps...

María dijo...

juajuajuajuajua, buen final.... cuando la cosa sale bien hay que cortar por lo sano, antes de que se tuerza!! jajajaja. Buenisimo, pianista!

Nodisparenalpianista dijo...

Frío, si, Dulci, pero fŕio del bueno. Están locos estos romanos, y en efecto, lo mejor para combatirlos es usar sus mismas armas.

Un par, Atiza, un par.

Es que si te fías de un italiano, te hacen un apaño en dos minutos, María. De todos modos, forza Italia.

Dulcinea dijo...

Y dale con meterse con los italianos, Pianista. Por cierto, en invierno el look romano ¿como es?

Dulcinea dijo...

!!!VIVA SAN FERMIN!!!

Atiza dijo...

Pianista, se te van a acumular los acontecimientos para las entradas. Y por favor, no me hagas buscar a Wally que con la bufanda y la calefacción a tope el teclado me agota.

Nodisparenalpianista dijo...

Pues como en Teruel, Dulci, chorizos en frío.

Viva, viva, Dulci, pero eso luego.

Juajua, Atiza, espera, espera, que ya le tengo el gepeese puesto!!!