martes, 31 de agosto de 2010

De Munch a Velázquez



Resulta que ahora por vaya usted a saber qué, que nadie termina de ver del todo claro, los del asunto de las escuelas del cantón cartagenero donde ando paciendo, han decidido adelantar el comienzo del cole. Así, mientras los del resto de cantones cartagineses comenzarán sobre el quince, por decir un día, los de aquí, más chulos que un ocho, arrancarán el 7, lo cual que la tropa profesoril, que siempre comienza el 1, se ve con una semana menos de margen para preparse ante la acometida de las fieras.
El consejero de la cosa, que es el hermano lerdo del hermano taja, se agarra al argumentario que le han fabricado unos mascamangas disfrazados de thinktanques que dicen que como los finlandeses son lo más en la educación y ellos comienzan antes, pues nosotros también. Y como ellos tienen semana blanca, pues nosotros más blanca aún. Sólo le falta salir de payaso de Micolor, si es que me las ponen como a Fernando VII, el miserable. O sea, que como los fineses se quedan atrapados entre la oscuridad total y los hielos de febrero, aquí vacaciones. Ya lo dijo el clásico, si hoy es martes, esto es Bélgica. Si es que a europeos no nos gana ni el Pototo.
Nadie, con dos dedos de frente, defiende esa insensatez.

El pollo que se va a liar en los turnos de vacaciones de papases y mamasas que tendrán que hacer equilibrios para quedarse con los churumbeles, los abuelos que no podrán ir a Benidorm, los hoteleros llorones que pierden una semanita de chiringuitos a rebosar, los profes que se temen que las fieras, con los calores del septiembre va a estar más indomables que nunca, las programaciones que mal se programarán en una semana menos, las plantillas que peor se cerrarán con menos margen de cuadratura, los jefes de estudios a base de cubatas de tila y de tortillas de tranxilium para ajustar los horarios en cinco días, y por consiguiente toda la peña con un estrés que los controladores aéreos van a parecer una cuadrilla de fumaos en un concierto de los Wailers, o en uno de Carlos Santana, que una vez estuve yo y un poco más y me voy a por los Celtas para salvarme del pestazo, qué gente. Padre rebotados, docentes subiéndose por las paredes, la oposición de pitiminí, diciendo tiramisú mientras trata de taparse un poco el potosí al aire que siempre lleva, tururú.
Como me entretengo en afilar el colmillo, yo apunto a los motivos, y que cada cuál arre como pueda. Esto era que como el festejo de la cosa les caía en vacaciones escolares, no le daban mayor pisto al asunto. Las fiestas buenas son las que hacen puentes y acueductos, hala, toda la tropa al 124, el loro y el colchón en la baca, cuándo llegamos y a ver si no nos da la nche en Despeñaperros. Pero claro, una fiesta en mitad de septiembre, como mucho, la aprovechas para ir a comprar los libros y las batas, ay no que etsá cerrado. Pues a tumbarse a la bartola. Luego lo de los tíos esos que le quitaron el sitio en el telediario con lo de andar cargándose a la peña de tres mil en tres mil, que es que ya no queda respeto ni por el cantón ni por el señor ese que ni se murió en la batalla ni nada, jolines. Pues si la gente no va de fiesta, les enviamos, se diría algún tío d eesos que está empeñado en decidir por el personal lo que ha de hacer y lo que no. No humos, no tajas, no toros y fiesta cuando a mi mme de la gana. Empiezas el 6 o el 7, que ya no se, y el 11, fiesta, por todo lo grande, y españolazo el que no salte. Estos tíos son tontos, dirá uno al fondo. Calla, calla, que como te pillen, te endiñan. Y luego, en un par de años, como será de cuchufleta, dirán que hay que racionalizar el calendario, que lo de la Semana Santa ya no se lo sabe nadie y que es un follón que caiga en fechas raras, que el pobre hotelero llorón tiene el garito vacío, así que mejor se quita y que cada cyual haga esas cosas en casa, que lo ponen todo perdido. Que mejor blanqueamos la semana, la alargamos, y así nos sale más a cuenta ir a pasar unos días a Finlandia, donde estudian en bilingüe inglesado, se suicidan a tutiplén y si no, se agarran unas cogorzas de aquí te espero hasta que no hay manera de llevarles a casa, ni en trineo de renos ni nada. Por algo será que Velazquez no era finés. Y por algo será que les guste tanto El grito de Munch. Que, encima, era noruego.

Esto iba a ser un reconocimiento al profesorado voluntarioso y decente, que alguno queda, porque ya está agarrando los trastos para tratar de lidiar al chavalerío, a los padres, a los jefes, a la Administración, a la tele, a los camellos, a la sociedad, o sea al personal en general, a ver si con tanta mugre se logra lo del estiércol, que florezca quien se lo gane. Pero, lo del colmillo, no me he podido resistir a hincárselo a los imbéciles de turno. Es lo que hay, ay.

jueves, 26 de agosto de 2010

Historias en las madrugadas


Oigo, de madrugada, al bueno de Efrén Cuevas hablar de su reciente libro sobre el documental, editado y presentado en el marco de Documenta Madrid, un festival sobre el asunto. Se titula "El cine doméstico y sus reciclajes contemporáneos", que al parecer es la versión cinematográfica y videográfica de aquellas exposiciones fascinantes de La Casa Encendida sobre las fotos familiares.
Por cosa de los horarios, apenas pillo los últimos diez minutillos de la entrevista. De hecho, no se quién es, pero me suena su reconocible voz. Al final, cuando despiden al invitado, se confirma que es Efrén. Un tío que se llama Efrén es inolvidable, a ver si no. Así que, hoy que me acuerdo, me pongo a buscar y localizo el podcast, que es un palabro asqueroso, feo, para decir grabación. La radio lleva matándose desde los años 30, pero ahí anda, para mayor placer de don Ángel Faus y los fanes, como si dijéramos. Lo cual que con la internet, la radio que se evaporaba, ahora se puede recuperar en cuantoa uno le da el reloj y la gana, que tampoco suele ser fácil. Ya la bomba sería recuperar a don Pollo y todo aquello, ay. Aquí, o sea.


Me acuerdo de un mercadillo en París, todo lleno de moros y de abuelas con carritos, algunos turistas y más de un listillo tratando de sacarle las cosas a los mercachifles. Uno, junto a nosotros, le trata de comprar un montón de botellas de vino, dieciséis, no se, muchas, a un precio prohibitivo, porque se trata de una cosecha estupenda d elos setenta o así. Se hace el tonto, pero se huele que le interesa y mucho. El moro le aprieta y medio quedan en precio, pero llega otro y le dice que nanay, que por ese precio, dos botellas y va que arde, que si las quiere todas ha de pagar mucho más. Se pelean y se frustra la venta. Al poco, llega otro y compra, pero ya no se por cuánto. Menudo rollo para ir al asunto. Junto a uno de esos, hay otro vendedor de esos típicos d elos rastros, que vende una muñeca a la que le falta un ojo, bobinas de hilo sucias, un juego de cama bordado que tiene un siete, máquinas de escribir con letras que fallan -como Dios manda en una máquina de escribir con solera-, cantimploras sucias y hebillas de pantalón, los aficionados del mercadillo saben de lo que estoy hablando. Veo unas cajas de diapositivas. Le echo mano.
Efectivamente, son diapositivas. Saco algunas y me pongo a ver de qué son. Fotos playeras, unas vacaciones familiares en el Benidorm de los franceses, una playa así como de costa normanda, antipática y fría, amable en su suciedad, nostalgia de los baños termales y de la arena que no se despega, dond ese oye el número 2 de beethoven y se descubre a Askenazy; Pauline en la playa conoce a Mr. Hulot, de vacaciones, y juntos cantan viejas tonadas perdidas, el deseo y la timidez, la búsqueda, la añoranza de lo que jamás será, como el árbol aquel que tenía la corteza muerta y parecía una pintura más real que las pinturas de verdad, el suelo adoquinado que brilla tan bello en las fotos oscuras, menuda historia, al final de la escapada, ya digo, como nuestros Benidorms pero seguro que mucho más gris y frío, pero que, con los años, se ha anaranjado, como si el tiempo les hubiese borrado las nubes. Eso es bonito. Los recuerdos anaranjándose. Le pido precio y me pide una burradita asumible. Pero son las fotos de otra gente. Me da un cierto pudor comprar una cosa así de íntima de una familia. Por otra parte, sería una especie de rescate de su memoria, una forma de preservar esas imágenes de la suciedad del mercadillo. No es que el mercadillo esté guarro -que un poco si-, me refiero a la suciedad de la venta de las intimidades, por blanca sque sean. Quiero decir, que las fotos comiendo paella, el 850 y todo aquello no tienen nada de vergonzoso, pero evidentemente no se hicieron para que nadie se ganase la pasta con ello o para que cualquier botarate hiciese chanza a su costa. Pudoroso, pues si. Vale.

Al final no compro, y como suele pasar en estos casos, me arrepiento mucho tiempo, hastas hoy. Muchas veces he pensado en la historia que podría haber escrito a partir de esas estampillas y aún me enrabieto más. La próxima vez, no s eme escapan.

En La Casa Encendida, la primera vez que la visitamos, hay una exposición que se llama Álbum familiar o algo así. Se trata, según leemos de que la Obra Social de CajaMadrid pidió al personal que le enviase fotografías familiares antiguas. La cosa la acotaban desde los origenes d ela fotografía hasta los setenta, o por ahí, me parece recordar. Los contribuyentes explicaban lo que era cada imagen. Este es mi tatarabuelo Matías el día de su primera comuniÓn, o mi tío Manolo haciendo la mili de requeté, las Cruces de Mayo en Granada y los barrios que iban creciendo por Madrid. Las salas de exposición recreaban una casa, de manera que uno iba por los dormitorios, los salones, el comedor y todas las dependencias, viendo las estampas colgadas, en camafeos, marquitos, cada una en un sitio adecuado. Aquello nos encantó a la MamádelPianista y a mi, que íbamos comentándolas y acordándonos de nuestro propio album, fíjate, esa se parece a la de fulanito de tal en la boda de nosequién, y así. Al salir preguntamos a ver si había catálogo d ela cosa, pero nos explicaron que no estaba a la venta, que se habçia hecho, si, pero sólo para las familias que habían aportado sus imágenes, no para el público en general, al pareer, pos cosas de las privacidades o así. Una verdadera lástima, porque en cierta manera, auqellas memorias personales tenían un componente colectivo que lo hacía verdaderamente interesante, la cosa sociológica y tal. En cierta manera, es lo que comenta Efrén en su entrevista, lo de que la película familiar no se termina verdaderamente hasta que se comparte en la proyección, se comenta, se ríe, se lo pasa de fábula el personal viéndola. Cine en positivo, puesto que son temas agradables, bodas, bautizos, veraneos, excursiones, comuniones, cumpleaños, festejos varios, cargados de alegría e ilusión y minados de futura nostalgia. Muy bien. Recomiendo la escucha y los álbumes.
Saludos, Efrén.


miércoles, 18 de agosto de 2010

El tiempo raro

Hace ya cuatro años, o tres, no se, el tiempo es raro desde el comienzo, ya lo he puesto, que temo una avería fatal en la bicicleta. Pienso en ello, la fatalidad, digo, cuando le doy al pedal izquiedo y oigo un cierto catarcrac al girar. Lo más normal sería que tuviese que darle un poco de grasa a la cadena, pero no tego ni idea, A ver si me acuerdo de echarle esprai. Luego hay que vigilar con los pantalones, porque te los pones perdidos, pero así de terrible es la mecánica. Pero claro, uno, que se suele poner siempre en lo peor, piensa que igual el ruidín ese no sea de la cadena, sino de la avería final. Una vez, hace cuatro años, tres, ya he dicho que no me acuerdo bien, un agorero de un taller de bicilcetas me dijo uy, como se te rompa el pedalier, vas listo. Terror. ¿Y eso qué es? Porque esto es como lo de los médicos. Sueltas dos cosas en la jerga propia de la fprofestión y ya tienes al pobre lego que le tiemblan las canillas. Bueno, la cosa es que el tío me explica que es una especie de sistema de engranaje donde se conectan las dos bielas (toma) de los pedales, o algo así, es decirl lo que gira, por hacerlo más claro. Y yo en plan cuánto tiempo queda para que sucumbamos a la fatalidad. Pues puede ser mañana o dentro de medio año, pero mira, y le da vueltas al pedal, ¿oyes el clac clac? Si. pues mala pinta. Uy.

Vale, hace tres años o cuatro, insisto, no me acuerdo. Y sigue.
El clac clac era que uno de los pedales perdía los cojinetes, se enganchaban y crujían al girar. Pero desde entonces, por culpa de aquel malaje de tío, cada vez que vuelvo por un taller mecánico, el de los abuelos o uno que hay cerca de un mercadillo, pregunto por si se diese el caso de escachuflamiento del pedalier, si habría o no solución. Allí, dond eel del mercadillo, uno que me recuerda a Georgie Dann me dice que bueno si se gompiese, encontraguía uno si pasez les días y tengo pasiensia. Se le ve de lejos, es todo un hombre Tour.
El tiempo que le diagnosticaron y ahí anda el hierro. El agorero también me dijo que si se rompía el pedalier y decidía tirarla, que le avisase, porque él la restauraría, por afición, ojo, que tal y como está... un momento antes me había dicho que, si, que era antigua, pero claro, que como el cuadro tenía un golpe tenía un valor muy relativo, y tal. Menuda joya.
El tiempo es raro también para una librera de aquí cerca. Una tarde de paseo, eontro y curioseo. ¿Buscas algo en particular? Pues si, si tuviese algo de Umbral. Ay, pues mira, a ver si queda algo, porque hace pocos días, un señor vino y se llevó unos cuantos. Hay que jorobarse, que uno se pone a pasear siemrpe a destiempo. Encuentro la Sinfonía borbónica y las echo al saco. Luego las leo y me gusta a medias. Demasiado bruto, pero ahí está. El libro está lleno de referencias a personajes reales, a veces con sus nombres, a veces no. Bueno.
Hay días que, mientras escucho a ver si revienta o no el pedalier, pienso en el otro letraherido umbraliano. Hay que ver, con lo poco que se encuentra por aquí, que haya uno haciéndome la cusqui con el asunto. Comoe sto me da a ráfagas, lo dejo y lo retomo, doy tiempo a ver si la peña salda libros y así se van acumulando. Pero es un asunto complicado.
Otro día doy otro paseo, hay que darle descanso al pedalier, y deambulo por donde las librerías de viejo. Hace unos años, esas calles contaban decenas de librerías, porque estaban cerca de la Universidad. Desde hace unos pocos, las fueron cerrando y pudieron agencias de viajes, un restaurante japonés que quebraría y ahora una tienda de productos de descuento algo así. Luego dicen que es el mejor momento d ela historia de las universidades, más alumnos que nunca, más titulados que nunca, más investigación que nunca. Pero las librerías van cerrando. El imbécil que se lo crea es eso: imbécil.
Total, que acabo donde la librera aquella. Voy echándole un vistazo a la enorme mesa que hay en la entrada y a algunos de los estantes. La señora, ecudacídima a la par que servicial se preocupa por si encuentro o no algo de lo que busco. Como es normal, no recuerda que hace unas semanas o tal vez meses, anduve por allí buscando lo mío. Pues mire, si, me preguntaba si tiene usted algún libro de Paco Umbral. Hay confianza, claro, a estas alturas. Pues voy a ver, que me parece que hay alguna Ninfa y poco más. ¿Sabe?, resulta que hace poco ha etsado un señor que se llevó un montón, a ver qué es lo que queda. Y queda lo que quedaba hace unos meses o tal vez semanas menos uno, la Sinfonía Borbónica, que se llevó uno de gafas rojas, pero que parece no debió calar demasuiado. Mejor pasar desapercibido, eso está claro. Pasar cruzando ese tiempo raro, bielas y Pitita, el Tour y los libros forrados o por forrar, que se me está haciendo montaña, el pedalier y Georgie Dann, que parece que fue ayer, el Bimbó y Escartín, las ninfas y todo eso, las ocurrencias en bicicleta, y así.

lunes, 16 de agosto de 2010

El estornudo fotónico

Por fin me he enterado de por qué uno estornuda cuando le da una luz muy potente.
Hay gente aún más rara, que estornuda a una hora determinada, cuando hace la digestión o después de un orgasmo. Como yo ya tengo bastante jardín con lo mío, me quedo en lo de la luz, y que cada cuál se apañe su negociado, o sea.
A mi siempre me pareció un misterio extrañamente divertido, sobre todo al doblar una esquina camino del autobús, en particular los sábados pro la mañana, camino del ABC Cultural o de dar un paseíto. A mi estornudar me divierte, me hace cosquillas, me gusta el ssonido, cuando es espontáneo y no escandaloso, cuando es repentino y tempestuoso, pero no atronador, ojo, que hay cada animal, que da miedo.


Conocía a una loca que acompañaba el final del estornudo con un berrido de cernícalo que ahuyentaba a todo el que tuviese cerca. Cuando te acostumbrabas, pues tiras que te va, pero era una zumbada de mucho cuidado, la pobre. Al cambiar de calle, decía antes de la morcilla gritona, zas, luz directa del sol, bien alto y bien hermoso. Y, atchís, hasta seis veces, porque las cuento y me divierten. Una nena amiguita mía, pequeñaja y divertida estornudaba tres veces seguidas y luego paraba. Podía ser seguidísmo, en plan metraleta o algo más pausadito, como con comas, pro así decirlo. Pero eran tres, seguro. Contabas. Atchís, uno, atchís, dos. Igual pausita. Atchís, tres, hala venga, seguimos.
La cosa es que lo he oído contar a propósito de uno de estos libros de divulgación cientígica que cuentan cosas muy curiosas de fácil olvido. Y como yo soy un fácil NDAP, pues ya me he despistado. Es algo sobre la proximidad de la pituitaria o una vecia con algún tipo de receptor de la luz, lo fotoalgo, por así llamarle. Lo cual que, alte el resplandeciente fulgor del sol sabatino uno le rinde su homenaje más primitivo y glandular, pero no ello menois sentido a base de estornudones de esos que te hacen saltar la boina. Y luego llegas al autobús o al Abecé, que si te has olvidado el pañuelico, corres peligro de ir dejando el ineludible rastro de tu presencia a la par que tu hasta entonces bien ponderada fama de dandi con estornudos.
Poco más, pero ahí queda. Y al que le guste, pues mejor.

domingo, 15 de agosto de 2010

Los no astronautas

Dicen que son estrellas que se caen, y que como están que arden, parecen llamitas en el cielo. Además cuentan que se llaman Perseidas, que era una historia rara de Zeus y de Perseo, y me recuerdan al cine de Pumares, de cuando aún no estaba como una regadera y le oíamos de madrugada en el piso y un día escuchamos a Antonio León que echaba pestes de él y que le llamó y que no le rugió nada, más bien se acurrucó como un minino cobardillo, y al día siguiente nos reímos con el gran Carlos en el Manolo y luego estuvimos tomándole el pelo a Antonio, que no sabía dónde meterse, el pobre.


Pero yo no me creo nada. Son las lágrimas. Y de Zeus, nada. San Lorenzo. Y lo demás, para los astronautas.
Pero para viajes espaciales, la sala noble.

viernes, 13 de agosto de 2010

El tiburón (y los de la chalupa)

Un tío en una barca, vale. Anda, chaval, ¿te vienes a ver si pesco unas sardinas o algo? Joé, papa, qué taladro, yo me quedo viendo el clanteube o a la Chaquira o alguna de esas pelanduscas, que es que son todas que pa qué. Venga, va déjate de rollos y tira p'alante, que ya te vale, todo el año sin dar palo al agua, te van a salir tentáculos para no moverte.

Y allá que se van, las cañas, la chalupa, lo de los cubitos y unos cebos que huelen fatal y son feos. Peor los gusanos. A ver si no, y peor el que tiene un negocio de venta de gusanos, pedazo de guarro. ¿Y la merluzas? ya me dirás tú, qe para comerse eso hay que tener un hambre, y encima con anzuelo, las pobres.
Pues yo estaba mejor con la Play. O viendo a la Belloncé. O tumbao en el sofá. Joer qué taladro, papa. Calla, anda, y pásame los cebos, qué tostón de chaval, joer. Si al menos hubiese furbo. Las suecas allí tostándose y una chinarra que tiene las uñas negras, masaje, masaje quiele masaje, pero no las oyen, claro.

Y pasa lo que pasa.

Uy, menudo tirón. Esto ha dse ser una tún hermoso. Joé papa, déjalo, que luego estamos comiendo empanadilals tres semanas seguidas. A ti, todo lo que no sean macburguers... Anda, ayúdame, que este tira de lo lindo... Chop, chop flas, flas... Oye, papa, ¿los atunes tiene las aletas como los tiburones? Pues... no, claro que no. Pues papa, o eso es un tiburón como la copa de un pino o ves menos que un gato de escayola.
Y, hala, a tirar, porque ya que está, a ver qué haces ahora. Y venga arastrar, ahora dale carrete, ahora déjale, ahora tira que te tira, despacio, acercándolo poco a poco y procurando que no le de tirón para que no lo rompa, y a esperar, a cansarlo sin cansarse.

Y en ese rato, despué
s de las chaquiras y las Rianas y los Guardiolas y los Romualdiños, se les acabarían los temas tontos y hablarían de algo interesante, o mirarían las nubes y se pasarían el agua, porque tantas horas bajo el sol y con todo el reflejo tampoco es bueno, y pensarían en cómo les recibirían cuando llegasen con aquel bicho, te imaginas que lo llevamos vivo y le cortamos el sedal a dei metros de la orilla, pero mira que eres bruto, las luecas corriendo como locas y al china, masaje masaje, y los del frisbi y el voleiplaya de ligoteo que ni ligan ni juegan, corriendo como gamos en laa arena, o sea fatal, y les daría la risa, claro.
Y sedal y sedal, carrete y agua para no calentarlo, da miedo, pero es bonito, fíjate qué piel. jo pobre, ahora hasta me sabe mal, y menuda tarde, quién se lo iba a imaginar.

Siempre hay un tonto que dice que en el Mediterráneo no hay tiburones. Eso, en el Caribe, en los mares cálidos. Exacto burro, y vigila que no te coma un oso polar. Tarugo, joer, bronceado, pero tarugo.

lunes, 9 de agosto de 2010

Las cañas

Bueno, no hay mucho que resumir y además no es domingo, pero esto es lo que tiene este asunto, que como aquí hago lo que me apetece, pues las semanas, como a mi me de la gana.Más aún cuando la famélica legión se nos ha quedado en poco más que somatén trabuquero en mitad de las adusteces caloríferas de los agostos -qué tormento de mes, oye-, los unos de vacaciones los otros desaparecidos en el combate de la jungla diaria, pobretes, pues eso, que rumboso resumo y tururú.
Rudy me cae mal.Y el que quiera leer más, que lea. Y la música de los chinos no rula, no se, a ver si hago algo.
Mientras, Mingote pinta sobre Tip. Tip el grande, ay, qué aburrido es todo desde entonces.
Una caña por Tip y otra por Mingote, jolines.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Tres veces Rudy

Rudy

Rudy me da rabia. No lo soporto y ya está. ¿Por qué? Pues porque me da la gana, que es el fundamento más sólido cuando no hay más fundamento que ese. Igual es sólo cosa mía, pero hay cosas que son así, que te gustan o te repelen, te provocan simpatía o las rechazas, que te gustan o te repatean. Rudy no me gusta y ya está.

A ver si no.No puedo con Rudy Aragón. Esos pelos y esas gafas. Igual hay quien aún lo recuerda de un tiempo que salía mucho en la tele, de cuando ya no era payaso de aquella cuarta o quinta generación de los payasos aquellos huidos de la Cuba comunista. Hay que ver cómo ha terminado la familia. En fin. Hubo un tiempo en que ese tío, Rudy trató de hacer entrevistas en serio o algo parecido, o magacines con Nieves Herrero. Por si faltaba algo para que nos cayese gordo. Fofoti ya tenía un trago, pero es que este... Me acuerdo de cuando Iñaki nos contaba que de crío, en Logrono, le llevaron al circo, que se anunciaba con los Payasos de la Tele. Y por allí sólo apareció el pobre Gaby, que ya estaba para sopas de ajo y los Gabytos, que era una colección de hijos en plan clon que iban por allí tocando el saxofón. Iñaki vivió una de sus grandes decepciones y se unió a la legión de los que odian el circo. Lo normal, o sea.


Yo le daba al regüín del caset cuando sonaba Rudy de Supertamp, de su directo en París, siguiendo por lo del saxo. Mira que es bueno ese disco. y, lo admito, mira que es buena esa canción. Pero me repelía. Y no por el falsete de Hogdson, que no la cantaba, sino por el nombre. Además, ya no me acuerdo muy bien de loque decía, pero se me hacía antipática la letra, la historia del fulano en cuestión. Y ya digo, me la solía saltar, con que en caset siempre resultaba un poco complicado. Total, que a base de bobinar y rebobinar, más me valía orla para no perder tanto tiempo y tanta pila. Es que iba a la luz o a pilas, qué antigüalla. Si es que desde que bajamos del árbol, no paramos de innovar, qué agonía, jolines. Y, total, para escuchar las tribulaciones de un tío que se llama Rudy. Me la salto. Pero si la reescucho, me gusta. Qué dolor, ay.


Casi aseguraría que fue en la segunda temporada de Urgencias cuando apareció un personaje llamado Rudy y su esposa. Eran dos ancianitos que se acercaron al servicio de emergencias del County General donde fueron atendidos por un servicial e imberbe John Carter. De hecho es poco dato, porque durante toda su presencia en la serie, Carter fue siempre así, servicial e imberbe, con algún que otro periodo golferas y tal, muy poco creible, la verdad. La cuestión es que la esposa de Rudy tenía algún tipo de demencia senil y algún que otro mal asociado. Carter hizo lo que pudo y se extralimitó dándole esperanzas al pobre Rudy sobre su recuperación, pero cuando descubrió lo inevitable de lo que le ocurría, culpó al joven médico de todos sus males y le puso en un brete de consideración. Resultaba tremendamente angustiosa la situación del prometedor médico, aprendiz de brujo, que había metido la pata y que había causado no pocos males a sus pacientes y que se alargó durante varios episodios. El compungido Carter era desdeñosamente repudiado por Rudy incluso en el funeral de su esposa, creo recordar. Vale son peliculillas, pero era muy interesante ver como en esa serie se abordaba la medicina desde un punto de vista muy humanístico. Vale, cierto que es la única forma de hacerlo para la tele, porque si no hay chicha humana, no tiene interés por mucho que a uno le gusten los cateteres, los menudillos, los aneurismas de aorta y el clampado, que es una cosa que no se qué es, pero que cuando lo decía Benton, hay que hacerle un clampado o se nos quedará en la mesa, suena o a botánica o a carpintería.

Pero Rudy me caía mal.
Cierto, que por la inexperiencia de Carter y por su temor a abordar de frente lo que pasaba, que su santa estaba en las últimas, al pobre Rudy se las hacía pasar canutas. Pero Rudy era un pesado. Y un poco chungo. Y para mi que había bailado claqué. Yo juraría que era Don Ameche, que había sido un gran actor en sus tiempos y que había rejuvenecido en Cocoon, o por ahí. pero me caía gordo. Y mira que estaba flaco el tío. Para mi que si se llega a llamar Bob o Fred o Matt o de otra forma, me hubiese caído mucho mejor y a Carter jamás le habría perdonado.
Ya que estamos, lo termino de contar. Creo que en la siguiente temporada volvió a aparecer Rudy, cuando fue el quien cayó malito y volvió a cruzarse en el camino de Carter, que siguió pasandolo fatal, pero que tuvo la oportunidad de enmendar sus anteriores fallos. O sea, que Urgencias no sólo era el Clooney moviendo la cabeza como si tuviese el cuello roto y dando mala vida a la sabrosa enfermera Hataway. Pero Rudy, lo de Rudy no había forma de arreglarlo.

En el mundo del deporte también tiene su tela. Rudy Ventura, que en Gloria esté, lo uno no quita lo otro, no jorobemos, era un pesado que tocaba la trompeta cuando el Barcelona ganaba. O perdía. Pero qué brasa de tío. Le asocio con las marisquerías esas de la Barceloneta donde siempre se decía que estaba Migueli y su novio, dando la murga entre carabineros y gambones como caballos, dándole a la trompeta, tururú, un alemán que dice olé y la mujer de Schuster, la vikingona aquella que se desplegó en el Interviú y que no pocos cachondeítos le trajo al jugador por esos campos de España. Qué broncas era el tío. Menos mal que luego se nos calmó y hasta se puso simpaticón. O uno del baloncesto, que se llama Rudy fernández y que yo siempre he confundido con otro pesado de las cestas, el Ricky Rubio ese. Ricky, Rudy, joer, es que no pueden llamarse de forma normal. Y todos con la pesadez de la NBA, que no paran de jugar a todas horas. Anda, hombre, vete para allá y no nos tuestes. pero el tío vuelve, me parece. O se va. O no, o qué se yo. Por cierto, Ricky me recuerda a Villa, por lo pesetero y por el arrebato de chulería que se les ha subido a los dos en cuanto han sido más que un club. No se yo.

Y la música. ¿Alguien ha soportado algún disco de Ricky Nelson? ¿O de Ricky Martin? Ay, no que era de Rudys, esto. Bueno, es igual, esos dos, otros plomos. Y vamos a dejarlo mal, que se me está subiendo un mosqueo fino que me va a terminar arruinando la tarde, y eso si que no. Pero el aviso está en el horizonte: si se te aparece Rudy, cambia tu rumbo, amigo. Nos vemos en la sala noble.