miércoles, 23 de marzo de 2011

Los enemigos


Veo en el metro, sentado, frente a mi, según he entrado un hombre leyendo. Hasta ahí, algo relativamentenormal, aunque ahora lo que más suele verse en gente con artefactos en las orejas para escuchar cosas que provienen se sus teléfonos u otros artefactos ruidosos.
PEro me llamó la atenciçon el hombre que leía. Y no por lo que leía, que yo soy de los que trata de fijarse en los títulos que el personal acostumbra más que nada por saber y por pasar el rato. Experimento sociológico o puro cotilleo, a ver. La cuestión es que no se veía la cubierta ni la contracubierta, donde los contratapeadores extienden su saber en la medida que el espacio les permite, esto es, hacen lo que buenamente pueden. Porque el caballeo en cuestión llevaba el libro forrado con un papel de propaganda del Carrefur. Los puristas me dirán que no, que es publicidad y no propaganda, pero eso ya lo sabemos todos y hay que decir propaganda, propaganda, propaganda en tiempo de tanta propaganda y tan disimuladita. 99 euros una tumbona con masaje o algo, o 9,90 los calamares, qué se yo, que hubo una vez que en Alcampo pusieron casi todo el catálogo de la EMI a seis euros o por ahí, que lo dijo eld e Discópolis de Radio 3 y allí que me fui. Al Alcampo, no a Discópolis. Y me parece que al final no me compré nada, pero no me acuerdo bien. O el Atom Heart Mother y el Meddle, que siguen siendo, tanto tiempo después tan maravillosos o más.
Pero esa no era la cuestión.


Hace dos semanas me estoy fijando con mayor atención en los lectorres que uno se encuentra por los vagones del metro. Tomé apuntes para dos, el señor que leía novelas del oeste y la señora del libro misterioso. También hubo un señor que me llamó la atención, pero sin libro. Llevaba un gorro de piel y lana, con orejeras y vestía elegantemente en su antigüedad. Me fijé en sus marcadísimas arrugas y en el solitario que lucía, que parecía un huevo. Estaba, más que serio, entristecido en el mirar, lo que le daba un cierto aire de veterano d ela marinería que si poco se acostumbrço al retiro en tierra firme, peor aún debería llevar lo de ir metido en una lata de sardinas y bajo tierra.
La señora que decía también llevaba el libro enviento en una propaganda, propaganda de supermercado. La he visto dos o tres veces y en una ocasión hasta pude leer unas líneas, lo que no me aclaró nada. No me acuerdo que decía pere era al go del tipo "entonces Patty decidió seguir caminando por la otra calle", de lo que sólo se puede deducir que la mujer en cuestión vivía en un entorno urbano y o estaba tratando de dar esquinazo a alguien, o era una indecisa de las que no saben qué camino tomar o que se había perdido. También concluirçiamos que no se trataba de Patti Smith, porque entonces hubiese dicho que iría dando tumbos, pero eso tampoco nos conduce a nada definitivo.
Al ver hoy a este otro lector, ato cabos y moscas por el rabo. ¿Se habrán prestado el libro? ¿Se lo habrán copiado? ¿Será que el azote d ela crisis ya no da ni para forros de plasticurri, que manchan menos y dejan ver los títulos' ¿serán libors de los que uno se avergüenza si le ven leerlos? ¿Serán libros de instrucción a la insurgencia, de esos que mejor llevar un poco ocultos? ¿Comprarán en el mismo Carrefur? ¿O en Alcampo? ¿Quedan discos de la EMI a precio de baratija? ¿Por qué la repija de Tous se ha hecho de oro y probablemente el joyero que le hizo el solitario de huevo al señor del gorro y la sarrugas terminaría con una mala pensión y casi cegato de tanto trabajar como el falsificador de "La gran evasión", aquel que daba tanta pena, pobre?


Llevo un libro de Javier Tomeo. Igual tendrá que ver.

5 comentarios:

Dulcinea dijo...

A mí me gusta adivinar el género del libro antes de cotillear el título. Hago suposiciones según la pinta del viajero. Y no acierto casi nunca.

Me da el pálpito que los que forran los libros con papel del tipo que sea, quieren evitar que hagamos un juicio de valor sobre lo que leen, en especial los de autoayuda.

Dulcinea dijo...

Pianista eres un cotilla.

Juan Manuel Macías dijo...

Cuando traducía a Safo (in illo tempore) solía llevar en el metro y el los cercanías un libraco titulado "Poetarum Lesbiorum Fragmenta", y a alguno se le escoraban los ojillos. Pero en sus páginas sólo había letras griegas y un montón de lagunas...
Oye, a ver si el del gorro va a ser compañero de aventuras del submarinista apóstata: hay que investigarlo.

Nodisparenalpianista dijo...

Yo es que también estaba en eso Dulci, en el forro antiespía con lo que siempre pienso que son agentes del Cesid. Eso si un poco mayores o un poco fondones para lo de la milicia, pero hete ahí el fino arte del disimulo.

Lo reconozco, en el metro me aburro un montón.

Si es ue eres un bullanguero, grecoamigo Macías. Oye, para evitar el estrabismo sobrevenido al personal, unos papelicos del mediamarquet y asunto arreglado. Yo, a tu submarinista le veo más como agente del KGB de retiro obligado, ahí escondidito en plena sierra. Hemos de seguir este asunto, si.

enrique dijo...

Eso le pasa por ir en metro...
Yo no lo utilizo mucho, aunque yo ayer lo usé para ir a ver a Roger Waters y The Wall.
Simplemente colosal.
Va adisfrutar.