sábado, 14 de abril de 2012

Las valencias


Decía Aberasturi que él nunca entendió lo de las valencias. A mi me ocurrió lo mismo. La verdad es que nunca me explicaron bien la sustancia de la cosa. Me contaban aquello que si a uno le sobraba, las cogía del otro y así se pegaban, en plan de óxido de fosfato más anhidrido cálcico forman policarbonato de nitrato sódico, tralará. Se sumó a que no me explicaron en asunto a que descubrí que aquello no iba conmigo. Así que hice como contaba Aberasturi: responderlo a bulto.

Entonces, ¿hay que hacer transbordo en Sol dirección Paseo de Gracia?

Piensas una palabra larga y la sueltas con aplomo, como diciendo, ojito que aquí estoy yo. Eso es como de jugar a las cartas, ciertamente, pero si cuela, cuela. A ver, que si yo hubiese tenido vocación de inventar la vacuna de la malaria o algo, vale, pero con lo lejos que me quedaba a mi el mundo de las probetillas, a ver, tampoco es cuestión de molestar, así que mejor apartarse cuanto antes.
Pero el nombre me gustaba. Somos las valencias y estamos aquí para quitarte el sueño. A ver. Y la tabla periódica, que no era una tabla, era una cartulina, que parece que mucho polióxido de rinomicina, pero ni uno se da cuenta, tíos listos. Una cartulina con una fundica de plástico para no estropearla, pero de tabla, nada. Nada de nada. Y luego las reglas memotécnicas, como lo de petaca y bodega, pero en químico, que es más difícil estudiar la puñetera regla que aprendértela a lo normal.
Lo cual que a mi me molaba más el latín, por lo de la sonoridad.

7 comentarios:

Atiza dijo...

Qué tortura aquella tabla y aquellas valencias, por Dios!

Dulcinea dijo...

Me llamareis repelente pero a mí me gustaban, y eso que soy de letras.

Las valencias me las explicaron muy bien (ay, Lestonnac de mis amores) Imaginaros que el elemento químico tiene tantos brazos como valencias, por ejemplo el oxígeno tiene dos brazos porque es O2. Pero el ozono tiene tres brazos porque es O3. Si se quieren dar la mano (combinarse) deben tener el mismo número de brazos; si a uno le sobran y al otro ya no funciona.

Otro día os explico mis calamides en el laboratorio tan divertidas como peligrosas.

Nodisparenalpianista dijo...

Olé, Atiza.

Dulci, el laboratorio e los mutantes: a mi, por debajo de catorce brazos no me salía nadie.

Altea dijo...

Al ladín de mi casa hay un Lestonnac, Dulci.
Vaya, pues a mí tampoco me disgustaba la química, era como un jueguecito, muy lejos de las repugnantes matemáticas, en las que los profesores llenaban la pizarra de números al azar (¡sí, al azar, que no me digan que eso tenía sentido!), sobre todo para impresionar y atemorizar al alumnado.

Altea dijo...

Jo, Dulci. Yo tenía un profesor de química muyyy serio. Para nada habría hablado de brazos y darse la mano y todo eso.
Escuela pública. Puaj.

Dulcinea dijo...

No me digas, Altea. Cuando estuve en Valladolid, intentamos seguir la ruta del Hereje de Delibes (aún no existía la ruta que luego organizó alguien) y callejeando dí por casualidad con el Lestonnac. No sabes la alegría que me dió. Como era verano estaba cerrado. Sólo lo ví por fuera. Así que no sé si habrá alguna monja de las que estuvieron conmigo; ya sabes, en esto funcionan como el ejército, las "destinan".

En efecto, las mates son asquerosas.

Atiza dijo...

Oye, Altea...¿Qué es eso de "puaj"? Mira que te deslinko de mi blogggg;)