Oriol, el relojero tenía una relojería chiquita y precisa que se llamaba "Oriol, relojero". La cosa era evidente y precisa, dos buenas características para una relojería, a ver si no es verdad. Tú llegabas allí con el reloj parado y te lo despanzurraba, se ponía aquello en el ojo y te decía que estaba un poco sucio -el reloj-, comprobaba la pila y te la cambiaba. Le daba con una especie de soplillo que luego he visto, con versión plumero antirayaduras, para limpiar diapositivas o negativos fotográficos, otra antigualla, la verdad. Y listo, arreglado. A veces si te presentabas con un reloj viejo, lo abría con aquel destornillador que parecía bisturí, le echaba un ojo y te decía mañana -o pasado, según- estará limpio, engrasado y arreglado. La tija, la siempre misteriosa tija, las esferas que no son esféricas, los misterios del relojero, que así iba echando el rato, cosas del tiempo, sacándose los durillos. Durante un tiempo iba a trabajar muy temprano y pasaba frente a la relojería de Oriol. Cosas.
También tenía algunos relojes a la venta, pero para mi que no era negocio, que el estableciento era pequeño, como él, y había poco donde escoger. Las correas si, que si no, te las traía, y te sacaba siempre de apuros. Es que se me acaba de romper, y medio minuto después, ya estaba. Oriol sigue llevando reloj, su esposa sigue llevando vestidos de flores frescos y sigue teniendo el ojo medio guiñado como para verte muy de cerca lo que padece tu reloj. También tiene bigote, pero eso da lo mismo.
A los relojeros se les perdona y hasta se les valora la lentitud, siendo como son artesanos del tiempo. Algo tiene de venerado temor, creo yo, como lo de no mentender lo que dicen los médicos, que a la que nos rascan un poco, todos somos como los del taparrabos del Amazonas, poco más o menos. Un día iría a arreglar algo o simplemente pasaría por delante y vi que Oriol relojero había echado el cierre. Lo mismo que el barbero, que quitaron cuatro agencias de transporte, reconvirtieron las naves y los muelles en bares y discotecas, eliminaron las tiendas, trajeron barriles de cerveza y alguien ganó muchos duros. Pero cerraron. Aquella papelería rara, el relojero, la barbería. Una vez fui por cosa de un trabajo a un despacho que había en lo de la papelería rara. Un hombre extraño quería que le escribiese un libro como loa y alabanza para una especie de santón que quería promocionar. Aquello fue muy raro. hay tema, ya hablaremos. Luegio he vuelto a ver algún día a Oriol paseando con su esposa, la de los vestidos de flores fresquitos, o en Saturno , donde el tiempo no se sabe como fluye. Y anteayer en bici. Yo.
PD: especialmente para Marta y , en general, para todos lod que dicen joer, Nodisparenalpainista, vuelve más, que no os perdáis los lincs, que son de dos entradas antiguas y bonitas, como todo lo antiguo y bonito, los relojes y las tienditas de la memoria. O así.