Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa.
María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera.
*Cartagena
Se supone que si no tienes un sitio por aquí, no eres nadie. Una vez superada la fiebre de los dominios, cualquiera tiene su rincon el forma de güeploc. Menuda tontada, pero ya que estamos, algo haremos, ¿no?
Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa.
María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera.
*Cartagena
5 comentarios:
No hay palabras. Me imagino la escena, la cena, el murmullo de la conversación. Siempre me ha intrigado lo cotidiano de Jesús, los pequeños gestos. Buena entrada y buena foto, Pianista.
y lo bien que se estaría en esa casa!!!
¿soy la primera o no has moderado? si soy la primera tendré algun premio no????? jajajaja
Es uno de los pasajes y de los paisajes más hermosos del Evangelio, Dulci. Marta, María y Lázaro, un hogar amigo, después de tanto tiempo. Salvando als distancias y sin que parezca (porque no lo es( una falta de respeto, me recuerda al hogar añorado por John Ford, el de las películas.
Y tanto, María. Pienso en lo bien que la pintaron los grandes, Caravaggio, tal. Te daré el premio a la segunda, vale.
Vaya reparto! Marta se ocupa de las cosas de Dios y María con un poquillo de Alzehimer como yo tantas veces, va y se olvida del Dios de las cosas...
En nada, pianista, comenta algo de Dimas anda! (es que a ti te saldrá mas bonito...)
En realidad yo creo que las dos, los tres se acordaban de su buen amigo. Coincidirás conmigo quee s de las historias más hermosas. Diré de Dimas, pero fuera del ciclo, o no se, ya veré. Pobre Dimas. Y qué suertudo, también.
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