¿Dónde estamos? se preguntó por un instante.
Y ahí seguían.
Tras la barra, capeando el temporal. Intentando leer el mensaje de las misteriosas burbujas de su cocacola. Mientras se escapan los versos en forma de manchurrones de tinta. Las ondas y los uniformes de trabajo, los bosques alemanes, un helicóptero, la residencia y una emisora pirata, la blanca melena de su viejo profesor, el rapado de su viejo mando. Las croquetas, los apuros, el tiempo, estamos bien, la colada que no hay que hacer porque hizo para que no la hiciera.
Y fuera, un café que sabe a calor, misericordia, una cierta pena y a amarguito y dulce a la vez, a aquellos tanques que en lugar de cañonazos disparaban chispas de la infancia bella, otros que andan por alli, si entro o no entro, lo de siempre. Bueno.
Un halo de invisibilidad. Y el aroma, claro, del café.
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8 comentarios:
"Amarguito y dulce a la vez". Así ocurre con tantas cosas...
Gracias por otro café en el Vienés, Pianista. Se echaba mucho de menos, ya sabes.
Marta
Qué curiosa la idea de "su antiguo mando". La familia militar siempre ejemplar y sorprendente.
¡Qué bueno!
Es la tercera vez que paso por aquí... quería decir no sé qué sobre la cantidad de cosas que sugieres con la entrada, pero... Bueno, pues otro día.
Ya se, Marta, ya se.
La elegancia de los viejos mandos, Dulci.
Espero que como un buien café, Myriam!!
Otro día, Néstor. Ya sabes que es un lujo que vengáis. Y me gusta eso de haber sugerido cosas, si.
Me ha gustado mucho!! Un besote ;)
Lidia12, saludos!!! Me alegro. A ver si hablamos...
Me he puesto al día y....me he perdido
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