viernes, 23 de abril de 2010
El lector
Hoy he visto un lector.
Ya, claro, y más de uno, seguro, dirá alguno. No, no de esos. Digo uno de verdad.
Ha sido en el metro, según salíamos. Del balcón ha salido la tira y media de gente, una rara combinación, desordenadísima entre apresurados y bobalicones. Los que llevan prisa siempre están en el peor sitio para correr. Lo alelados siempre están delante. Cuando uno lleva prisa -o sea, siempre-, hay un boratate a punto para cruzársele en el camino. Es decir entre el punto A, el origen, donde anda uno y el B, a lo que uno va, como si dijéramos, hay una línea imaginaria, mayormente recta. Bien. Pues en mitad se cruza el elemento en cuestión, llámémosle T de tostón, por ejemplo. Y cuando uno trata de rebasarle por la derecha, el tío tuerce en seco, y si lo haces por la izquierda, estornuda por allí, si te acercas, te mira d ereojo como si fueses un maleante y si al fina, cuando le pasas, harto, le dices, joer, pasa o no pases, pero deja sitio, se suele enfadar y te llama de todo.
En esas andaba el persoinal en el andén, los unos al regate en corto, los otros al placaje, tres tibias por la mitad y una ensaladilla de rótulas, que la gente se pone que da miedo.
En estas que un abuelo deja sobre uno de los bancos coridos una bolsa atada con una guita y sobre ella un libro.
Con cuidado, lo ha abierto y ha ajustado el marcapáginas. Un poco despeinado, con un americana de pana gruesa de color beige, una rebeca oscura, me parece, y una camisa granatosa con florecitas. Con esas manazas y el cuidado que tiene manipulando el volumen. Es un libro con cubiertas de un color amarillento oscuro, tostado, o así. Lo lleva forrado. Es de los buenos.
Los libros hay que forrarlos. Hemos de acabar con los perezosos. Hay que forrar los libros para que se mantengan limpios y sin estropearse, jolines, que tampoco es tanto trabajo. Entre los que se te cruzan y los vagos que no forran, menuda tardecita...
Sigo. Trato d ever el título, pero no me da tiempo. Se la colocado el volumen bajo el brazo y con la otra mano, la izquierda coge de la guita la bolsa. Una bolsa un poco cochambrosa. Debe de llevar dentro unacazuela de barro o algo parecido, redondo y con una cierta altura. Cazuelas, vale. Y sigue su camino. En el semáforo se coploca al lado. Trato, de nuevo de verle el título, pero no, tampoco. Aventuro las letras, dos renglones, letras serif, rojas, parece que pone "Const" en el primer renglón y algo que empieza por D debajo. ¿Constitución danesa? Qué cosas. Yo diría que no, pero vaya usted a saber. Junto a los renglones como una especie de blasón con una cruz blanca sobre fondo rojo, que podría recorar vagamente a la bandera danesa. La hipótesis cobra fuerza. Pero en eso caigo ahora, mientras estoy dándole a la tecla. En el momento se me cruza por la mente ir y preguntarle oiga, ben hombre, permítame mi indiscrecció, peor es que me gustaría saber que libro está leyendo. Pero queda en eso, en un cruce como lo de A que tiende a B y topa con T. Y pienso en que lo que más me gusta de San Jorge es la bandera blanca con la cruz en rojo, como la del escudo de Italia de cuando era reino. Y que por aquí también anduvo, de cuando Amadeo.
Cumplo así la petición de nuestra querida María, que me animó a que por lo del día del libro pusiese algo ad hoc. Hoy he visto un lector de verdad, desastrado, desaliñado, zarpas, pero amante de su libro, cuidadoso cuando lo cierra, delicado para protegerlo, protector cuando lo trasladaba. Un verdadero lector. Los antiguos, ya se sabe.
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5 comentarios:
Creo que ya lo hemos comentado tú y yo alguna vez. Yo soy un lector, cuidadoso y empedernido. Pero soy perezoso, Lazy para los de la Isla.
Y no forro los libros. Y no por ello se me ajan. Ni los abro mucho, cambio de postura en cada página.
Sí, pero no los forro. No por pereza, sino por falta de costumbre, o de necesidad, aunque si fuera por pereza, ese es un pecado que por muy capital que sea, no me parece tan malo como otros, más veniales o tan capitales o incluso mortales, que decía el catecismo.
Y feliz día del libro, del boy Scout, de San Jorge de Aragón, de Sant Jordi en Cataluña, día de Castilla y León, de los Comuneros y de Caceres y Alcoy.
Abrazo sin pereza (y sin forrar)
En el metro se ven lectores muy meritorios, que pese a los efluvios de los compañeros de viaje (¿por qué no se duchará la gente?), las horas tempranas, o la música atronadora de los mp3 de los vecinos, enhebran lecturas.
Los libros forrados, of course.
Joer, FutBlo, si forrases los libros, te adoptaba dos tarsdes al mes, tío.
Porque son unos guarros, Dulci. Cada día que amanece el numero de cerdos crece.
Yo tampoco los forro. Los míos dígo. Los de los demás, entre col y col. Lechugas, a cientos.
A partir de ahora me los forraré de papel de estraza, el del elefante vaya, para que los de al lado no se queden estrábicos. Caridad cristiana, FutBlo. Virtud teologal.
Jo, Atiza, si tu ejemplo cunde, ¿qué haremos los marujomirones de las cubiertas de los libros?
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