martes, 26 de octubre de 2010
Las brochas
De Gaugin me gustacuando lo confundo con el del largo nombre y el color verde que descubrió en Tahití, las bellas mozas que pintó y su aire de Conrad de salacot y pacotilla. Me gusta también los pañuelos que se saca de la manga la Baronesa en la tienda de su museo, que es lo más visitado y daría un guante o una camisa con lamparones por vestir uno de esos chalecos coloristas con un traje blanco mientras, sentado en una silla de mimbre, mesa de madera oscura, tropical y reposada, pìernas cruzadas y reloj de cuerda, ginebra helada, picadura fragante, pipa prendida, le diría, uí madmuasel a la bella y sinuosa Marie Verité, tráigale un refrigerio a la dama al sirviente hindú.
Me imagino la entrada de la casucha, chamizo, no sabría cómo llamarle, mosquiteras por doquier y la tierra esa tan negra y fértil como las bellas mozas de su atril, un cerdito tropical comiendo flores y un contable con un aire al David Bowie más elegante. También un policía de aduanas, naturalmente corrupto y un guapo galán metido a piloto de hidravión por quien suspirarían todas las hijas de los indianos y secretamente no pocas de sus madres. Las botellas de medio litro de whisky y las de ginebra, un enfermero que rstringe la quinina y la añoranza por un buen pollo asado.
Y Toulouse Lautrec espantando los moscones con sus brochas.
En la sala noble, más sobre vanguardias.
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10 comentarios:
¿Tú sabes la de insectos, reptiles, bichos salvajes y amenazas que existen en esos sitios? Además no hay aire acondicionado ni comida comestible. Tampoco te puedes pasar por el Corte, ni por zara, ni ir al cine, ni de tapeo porque no hay tapas. Tampoco te puedes saltar los semáforos ni nada. Y por si fuera poco no llega la guifi y te quedas sin conexión.
O sea, que mejor ver los cuadros del susodicho en el museo pero dejar su choza como recurso literario.
Con el chaleco ibas a parecer un hortera de bolera.
Te ha faltado recordarnos lo mal que huele, Dulci. Pero se puede jugar a Perdidos y sin humos chungones.
Y rl chaleco, como un pincel, chata.
Ah, si está Matthew Fox ya es otra cosa...
Arfs, qué paciencia...
¡Jajajaja!
(venía con mi rollo sobre Gauguin, los colores, el mundo exótico que se inventó porque ya no existía y tal, pero casi mejor me uno a la desesperación del Pianista, jeje)
A ver, chicos, tanto Gauguin, tanto Gauguin, pero sólo pintaba regularcito taitianas en toples.
Según se ha dicho siempre, Van Gogh se cortó una oreja con una cuchilla después de un rifirrafe con Gauguin, ¿verdad? Pues según una investigación policial reciente sobre el caso, fue el volcánico Gauguin el que, en plena disputa, le seccionó la oreja a su compañero con una espada, según un reportaje de la BBC. Y por ese motivo se las piró a Tahití.
Lo que tu dices, Pianista. Unos brochas.
Desesperación carcajeante, ¿no, Néstor?
Bueno, de lo de la BBc, vaya usted a saber, pero unos golferas de cuidado debían ser. De todos modos es como la mancura de Valle, que es mucho mejor sus mentiras que las historias. Otro día, sobrae la joroba de Lautrec, los cabareses, las gachises del cancan y la presencia de la absenta, inclemente.
Me conozco yo la tienda ésa de cabo a rabo.
Desesperación total, sí (jejeje)
Ha de ser la tienda de la Thyssen porque en el garito pulgoso de las Antillas no te veo, Atiza. O si, no se.
Néstor, has vuelto muy peleón, majo. Oye, pásate por la sala noble, que seguro que esos zarrapastrosos te molan.
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