(Lo de la dinamo venía de tiempo atrás y me sigue dando juego, y si no, seguid leyendo).
Voy dándole vueltas a un asunto sobre el que que quiero pegar cuatro líneas, camino de la tienda de los abuelos a ver si compro una dinamo, que no qué le está pasando a la luz y ya lo he cambiado todo, así que, por deducción al estilo Holmes, descartado lo improbable, lo imposible es la verdad. O algo así. Me meto en uno de los callejones para apartarme del entorno del Palacio de la Música que, como siempre, está lleno de turistas y carteristas. Excepcionalmente hay dos guardias de la porra, así que mejor huyo de allí como los choricillos del barrio, porque últimamente van a por los del pedal, que en las dos última ssemanas he visto no menos de cinco o seis a los que les pedían los papeles. Los guardias, no los choris. Esos te levantan el tema y se piran, así, chischás, que es lo único que por aquí se resuelve en un pispás.
Lo cual que al desembocar en la calle alternativa, aflojo para incorporarme cuando veo a una pequeña multitud en mitad. Se trata de una calle muy estrecha, de esas en las que si te viene de frente un todoterreno, te has de agachar porque te da con los retrovisores en la testuz. Es que tiro al monte en cuanto pienso en esos vehículos, nostalgia del tractor que dijo uno, no veas. O froidiano puro, pero ese es otro tema. La cosa, unas cuarenta, cincuenta personas se agolpan, un poco folloneras, y dificultan seriamente el paso. Se me va el hilo porque me concentro en no pillar a nadie y en que nadie me arre una castaña y me tire al suelo accidentalmente. Son, mayormente mujeres. Moras de la morería, hindúes de la India o del Pakistán, filipinas de las Filipinas que parece reiteración, y negras de colo negro del África negra, que también lo parece, pero que es, paradójicamente, pro aclararlo, que estamos tan tiquismiquis con la chorrada que hasta una vez leí que había unos gitanos de la etnia de raza calé. Toma ya, que es que me imagino al Pescaílla dándoles con la guitarra, el ventilador cuchibiri, cuchibiri. También había alguna abuelilla de color blanco, con perdón, pero pocas, en comparación. Las cosas del barrio.
Y se preguntará la famélica legión de lectores a ver dónde se había apostado esa famélica legión, pero de verdad en lo de famélica. ¿Sería frente a la puerta de una Casa del Pueblo? ¿Frente a las oficinas esas de las centrales sindicales que gozan de metros y metro recuperados pro los agravios del Franquismo, en correspondencia a los que ellos rapiñaron durante la República? ¿O sería frente a una mezquita de esas, donde reina la tolerancia y el respeto por todo el mundo? ¿Tal vez una oenegé progre de esas que financian vía rescate a los sacamantecas de por ahí, o que rompen los cercos para llevarles víveres y mercancías a los de más allá? ¿La sede de algún partido político progreguay o liberalconservador, nacionalsocialista u radikal, que tanto procura por nuestro bien?
Pues no. Jolín.
Resulta que era una iglesia. Una humildísima parroquia. Católica por más señas. Ya se sabe, católicos, los de los curas pederastas, los que pretenden que todo el África se muera de sida y que tiene piscinas de duros como los del Tío Gilito en mitad de los Museos Vaticanos. Qué cosas, con lo malvados que son y les reparten comida y ropa a los más desgraciados. ¡Y no les obligan a bautizarse!
Vaya, vaya, pensé en cuanto pude aclararme un poco la ruta. Me traía a tres o cuatro giliprogres, a una pandilla de golfos sindicalistas (como si hubiese otos, ahora que pretendían que los abuelos pasen de sus nietos para justificar su huelguita de pitiminí), a oenegeros enriquecidos y politicastros de todo el espectro-fantasmagórico para que viese cómo van las cosas.
Pero de esto, la gente, decir, dice poco.
Luego me acorde del hilo. Y tenía que ver.
2 comentarios:
Si es que hasta en dónde Matías, lo malo abunda y de lo bueno ni se sabe. Jolines, Pianista, estás más derrotista que yo. Eso sí, con mayor humor porque el mío me lo dejé en Martha's.
(me estoy haciendo un hacha del MAC éste que he logrado arrapiñar a uno que se ha hecho con un IPAD)
Y digo yo. Esa bici del pleistoceno, que seguro que o Napoleón o Otto Von Bismarck usaron de mozos ¿no crees que ya ha librado bastantes batallas y se merece una vitrina de honor en el Museo Arqueológico Nacional?
Ese pelotón de gente que describes, cada vez es mayor; y Cáritas es la que más ayuda procura. Contaba un día el Padre Juan que algunos de los que antes daban comida, ropa, juguetes, etc...ahora es de los que se ponen en la fila para que recibir ayuda.
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