Resulta que tenía que salir mañana, pero por si acaso, me he acercado hoy a la tienda de discos. Allí, no se por qué arte de birlibirloque, resulta que consiguen los discos de importación algún día antes y bastante más baratos. Esta caja unos veintitantos euros menos, casi treinta.
Se trata de la versión definitiva 8hasta la próxima) de The Wall, la cumbre de Pink Floyd. Para mi gusto, no es, ni de muy lejos el mejor disco del grupo, pero es unos de sus trabajos más complejos y exquisitos. Y lo venden con pijadas, como pegatinas estampas y una bufanda, que a mi me parece cosa de Abuelo Cebolleta. Otra cosa sería si llevasem tatuajes macarras o ligas de chorizona. Pero estamos a lo que estamos y así somos las momias. Ahora está por aquí guardado. Esperando. Curándose, como si fuese un jamón. Porque la espera es lo mejor. Mirarlo encasado, como si fuese un muslo de pollo en su plasticurri. Hasta que un día digamos "vamos a abrirlo". Oye, toda una fiesta.
Ya contaré. Aquí o en la sala noble.
lunes, 27 de febrero de 2012
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2 comentarios:
La felicidad está hecha de pequeños caprichos.
Felicidades, pues.
Tú dirás lo que quieras pero para mí The Wall es el mejor.
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