domingo, 10 de julio de 2022

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Elizalde recuerda en COPE el asesinato de Miguel Ángel Blanco: "Con el  ayuntamiento lleno de pañuelos rojos" - Pamplona - COPE

 

Como la cosa era dar paseos para impregnarme, para recuperar de algún modo el tiempo pasado, me encaminé a la hora tonta de la media tarde hacia Iturrama, el que había sido mi barrio.

Mi destino era el hotel Ciudad de Pamplona y concretamente, su cafetería. Caía un sol taurino, induráinico y repetido, como tantos veranos, tantos, como cuando cruzábamos la Ribera y hasta a veces parábamos en Tudela, como última etapa antes de llegar, qué tontería, tan cerquica, vale.

¡Qué fresco más bueno! El Ciudad de Pamplona era el hotel de los toreros, más o menos. Rivalizaba con el Tres Reyes, más céntrico pero tan enorme que cómo no simpatizar con el periférico. Luego estaba el Maissonave, que, con aquel nombre tan exótico, parecía de otro mundo o de otro país, al menos. Y La Perla, pero tan cansina como toda la mitología de Hemingway. Que de un tío que prefiere pescar truchas a rondar a Ava Gardner sólo se puede desconfiar.

Total, que me acodo en la barra y espero. Todos vamos igual. Los que atienden la barra, los del otro lado, los que toman café. Los que toman café y copa, los taurinos, café copa y puro, mayormente.

Veo a mi amigo.

Josetxo echa unos días por allí para sacarse unas perras, lo normal entre la gente inquieta y responsable. ¿Qué pasa, pues? Josetxo es un gran conversador. El navarro diletante, educado pero recio, habría limitado la cosa al precioso ¿qué o qué, pues?, que es tan tautológico y hermoso como el carácter foral. Nos damos la mano o algo, porque tenemos una barra en la mitad, que si no, habría caído un abrazo de esos de Paco Sánchez, que ya nos entendemos.

Pues aquí, ya ves. Oye, vaya bien. Y nos ponemos al día.

El reencuentro es ferviente, pero el contorno es amargo. Hay un chaval secuestrado y dicen que le matan.

Bueno.

Pues me ha salido un trabajillo, pues en el seminario bien. Para un segundo, nos tomamos algo, creo que ligerito, que la pachanga irá de noche y tampoco es plan. Estoy haciendo fotos por ahí, pero no de borrachos y peñas, sino de florecillas y cosas, Florecicas. He visto a Jonan y poco más. Iñaki no vino, de Lucía no sé nada, porque igual aún no me había encontrado a su amiga, la calva. Repasamos, nos reímos un poco, pudo algún café, mira ese es un mayoral y aquellos son los del encierro de mañana, bueno, vale. En el Tour algo estaría pasando, no me acuerdo. Estábamos joviales, festivos, estudiantiles otra vez. Espera, y servía otro café.

Le han matado, dice uno en voz alta desde una mesa. Tiene un transistor. Hijos de…

No, está vivo. Le han encontrado. Está herido, no muerto, cabroneshijosdemecagüen…

No sé. Esas cosas.

Sí recuerdo a uno de los supuestos mayorales que se pone a llorar. Y silencio.

Qué cabrones. Es lo que son, los hijos del Malo, claro. Eso lo he aprendido con el tiempo. Antes era sólo la intuición popular. Ahora es la certeza. Hay que aprender a oler el azufre y a oír las pezuñas.

Qué cabrones.

Uf. No sé, hablamos algo más, nos despedimos. Venga. Vale. No es raro despedirse con palabras raras.

Luego esa tarde el personal, espontáneamente se quitaría los pañuelos-. Muchos se fueron a la sede de los etarras y lo dejaron anudado en la puerta, como señal de duelo. Ellos se creían que les irían a linchar y entonces pidieron protección a la policíasesina a los que habitualmente llamaban txakurras, ya ves en lo que queda el gudari cuando le aprietan medio minuto.

Hubo mucho silencio. Hasta los vándalos de las peñas se cortaron un poco.

De noche, a la manta de pañuelicos de duelo le prendieron fuego, que es un poco como matar dos veces, como cuando Ethan le pega dos tiros en los ojos a los indios muertos, por si acaso. A Ethan le habían matado a la familia y le habían secuestrado a la sobrina, que bien tampoco está, pero entre bestias, a veces no hay otra forma. Pero el asunto era muy diferente. Los bueno pedían clemencia, no le matéis. Los malos le mataron. Los buenos mostraron su dolor, en lugar de pegándoles tiros en los ojos, colgando el pañuelo, que es lo más sagrado para el sanferminero, en la puerta de los etarras. Los malos, los etarras, o sea, les prendieron fuego. Hubo uno que se debió de frotar las manos aquella tarde, con tanto dolor como había en el ambiente.

Bueno, pues eso, que aquel día estuvimos Josetxo y yo en la cafetería del Ciudad de Pamplona.

 

 

jueves, 26 de noviembre de 2020

Bueno

 Vaya, pues seguía abierto. Esto no me acuerdo nien cómo iba. O que han cambiado los botones.

Ahora pegaré una foto, la que tenga más a mano, y luego pasará el tiempo, tal vez unos años o algo.

 

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jueves, 24 de diciembre de 2015

Como hace un año

Feliz Nochebuena y feliz Navidad


miércoles, 24 de diciembre de 2014

Feliz Nochebuena y feliz Navidad

Feliz Nochebuena y feliz Navidad

martes, 11 de noviembre de 2014

La última canción

Claro, suena y uno se pone a recordar. La primera vez, como ahora, que oí The division bell, una madrugada de admiración pero también de desapego grunge -por favor, lo tonto que puede llegar a ser uno, la primera vez que dije Wish you were here o la primera vez que estuve al otro lado de la Luna. Como Pompeya no hay nada, y el que ha estado allí, escuchando el recóndito eco, sabe de lo que estoy hablando. Una vez soné que me encontraba un caset de El Muro, porque entonces setecientas pelas eran el oro de los nibelungos, y me acuerdo del dependiente de Kebra disc, que me guardaba los piratas y me reservó el vinilo de Pompeya, porque si setecientas eran una pasta, cuatro mil, a ver. Tuvo un crío, que ahora sera un bigardo de metro noventa, ya se sabe, los petisuís radioactivos. Un día le iré a agradecer su complicidad. Se le daba un aire a Syd Barrett.
Me acuerdo de la madrugada que escuché la cinta recién grabada del cedé, uno de los primeros del Amused to death de Waters, recién llegado, sentado en el suelo de mi cuarto deshaciendo la maleta. Me acuerdo de apenas hace tres horas, cuando a falta de otro disco, he vuelto a oir a Eric Clapton hacer de David Gilmour en un disco de Waters que debió de ser de Pink Floyd.



Tengo por ahí escrito una cosa sobre la última canción de Pink Floyd. No hay una, hay muchas. La última con Syd Barret, la última con Waters, la del último directo en trío, la del último directo en el live 8, la última de la última gira de Gilmour, con el tan recordado Wright, las útimas, tantas últimas. Quería hacer un guión de radio, como cuando estaba sentado escuchando la balada de Bill Hubbard en el rayado parqué de Pamplona.

Lo cual que ese disco es excepcionalmente bueno. Es mucho Wright, mucho mucho. Nunca se dice que Wright es el mejor autor de un disco de los Floyd en solitario. Yo lo dije y lo repito. Brilla con momentos que le llevan a uno a Pompeya, a las Celestial voices de A saucerful of secrets, a Run like hell (y ahí me gusta menos), ecos de Echoes y de la campana de Division bell y hasta un casi solo de batería de Nick Mason, vivir para oir. Total, que me lo he apsado en grande, que es un discazo de maravilla y que escuchándolo, vuelvo a ser el que le pedía al de Kebra que no le vendiese el disco hasta ahorar los dineritos, el que estaba sacando los calcetines de la maleta, el que puso en la maleta radiocatel la cinta recién comprada en el Continente y el que dijo, pues a mi me gusta cuando los del coche decían que el corte final no era para tanto. Porque yo creo que ya lo intuía: no hay última canción. El río nunca deja de llevar agua. Porque si no, ya no es río.

jueves, 28 de agosto de 2014

JAVQ

No se por qué, había una cierta afición en acortarle el nombre al personal, naciendo simpáticas composiciones con las siglas. Eso a mi siempre me ha parecido mejor que los diminutivos, que según la barba del interesado, puede quedar hasta ridículo. Sobre todo, si terminan en i. Michi, Lichi, Pichi, Chumi, Michi, ay ese ya lo he dicho, fatal.
JAVQ queda fenomenal.
Pero se lee de pena, la verdad.
Era Vidal-Quadras. Que para nosotros era único, claro. Lo de la Q esa delante de la a siempre me ha parecido de un esnobismo exótico fenomenal, y más conociendo al personaje. Ahora que lo escribo, esto es, que lo pienso, JAVQ si tenía un cierto aire de dandi de vuelta, como de jubilado de la ventisca y rendido a la brisa de las tardes frescas -qué frescas, frías de reventar termómetros- de la parte del campus que daba al riachuelo. Vidal-Quadras ha sido un periodista de raza, de tinta, visera y manguito, que según cómo parecía fugado de Primera plana, pero de cuando era Luna nueva, me parece que era, aquella antigua, si esa, la de Cary Grant. Era tan buena persona que del mundo de raterillos que era lo de los papeles -hoy muchos han descubierto su verdadera vocación, pero como ese es un asunto de letrinas, aquí ni lo comento- se pasó al de la docencia. Porque más que profesor universitario de Comunicación (ponpón), pasó a ser maestro de redactores, lo que parece que no suene tan bien pero que, no nos engañemos, amigos, es mucho mejor.
De sus clases recuerdo poco. De él recuerdo mucho. Ahí está el quid. No daba consejos aparentemente raros y divertidos pero repletos de sabiduría, de sentido común  y de la bondad del cristiano bueno,que se le salía el cariño por las orejas.
Cosas de la vida y de los tejemanejes del delegado de mi clase -las cosas de la prensa, ay-, en este caso absolutamente inútiles, porque se trataba de uno de los  profesores más queridos de la Facultad, le escogimos padrino de nuestra promoción. Qué cosas, que los apadrinados escojan al padrino. A mi me parecería más lógico a la inversa, pero yo siempre he sido un poco contracorriente en estas cosas.
Lo cual que en la graduación nos colocó un discurso divertido y cariñoso, así como era él, que gustó mucho a las familias y sobre todo a las mamás y a las abuelas. Recuerdo, como si fuera ahora, los dos consejos que nos dió. Lanzó uno y todo el personal con la boca abierta. Este hombre se ha vuelto loco. Luego lo explicó, y nos reímos. Nos reímos de lo tontos que éramos por no haberlo entendido a la primera. Luego nos dió el otro. Mucho más serio y que también desarrolló con su tranquila facilidad.



JAVQ era un enamorado de la Universidad, de su historia y de su campus. Como Soria, se sabía todos los árboles. Y también se sabía los jardineros, los bedeles, los conserjes, muchos, muchísmos alumnos, muchísimos antiguos alumnos. Sería por eso que todo el mundo le quería. Porque él quería antes.

Total, que los de mi promoción estamos huérfanos de padrino. Y como yo lo del padrino siempre me lo he tomado muy en serio, estoy un poco encogidico, un poco pocho, como cuando los árboles se empezaban a pelar y parecía que la primavera nunca podría vencer a aquél puñetero frío.

martes, 8 de julio de 2014

El río interminable

Veinte años no es nada. Ese es el tiempo que habrá pasado desde la publicación del último disco de estudio de Pink Floyd que, Dios mediante, será el penúltimo a partir del mes de octubre.

En su interesante y divertido libro sobre la la historia del grupo, el batería Nick Mason explicó que en las sesiones de grabación de The Division Bell tocaron mucho, mucho, entre otras cosas varias jams sessions inspirados por las entonces muy de moda sesiones de música ambiental con aires tecnos y progresivos. Mason te toma en el libro el asunto con su sorna habitual. La cuestión es que parte de esas tomas fueron usadas en los conciertos, como interludios instrumentales.
Tiempo después, Gilmour se mostró interesado por ese tipo de música instrumental, tal vez mucho más próxima a su idea de la composición de lo que se podría imaginar. Gilmour nunca ha sido un buen letrista y sus aportaciones al grupo siempre se refirieron a la parte instrumental.  De hecho, en varios de sus últimos trabajos Gilmour ha publicado varias brillantísimas jams tocadas en diferentes sesiones, libre de la atadura de tener que componer un éxito musical,  algo que, personalmente entiendo como una forma de entender la música como "progresiva", es decir, evolutiva, y llegado el momento actual, completamente libre de textos, estribillos y, como es el caso de una jam, de principios y finales. Es decir, el puro placer de interpretar el instrumento. En su colaboración con The Orb se percibe eso exactamente: un colchón sonoro ambiental sobre el que Gilmour desgarra una colección de guitarreos fantásticos. Pero no es un disco Floyd, dirán algunos. O si, decimos otros.



Llevo leídas hoy unas cuantas noticias a propósito del asunto y me admira la profunda ignorancia que en algún caso bordea el insulto, como en el texto que publica Elmundo.es-, con la que se ha tratado la información. Que no hay que ser una enciclopedia en todo, pero tampoco es tan difícil preguntar a uno que sabe cuando se ignora de lo que se escribe. En fin.

Hay una muy buena pista de por dónde pueden ir los tiros en la grabación en directo de la gira de ese disco que dio lugar al disco Pulse. En la versión en cassete hay una canción oculta al final de la segunda cinta que se tituló Soundscape que se empleó como fondo sonoro en el concierto durante algunas proyecciones en la pantalla redonda gigante. Es más que probable que parte de esas grabaciones se empleasen para elaborar ese Soundscape y no sería extraño que ahora hayan formado parte del nuevo proyecto.

La sustancia es que se ha recuperado el material de esas sesiones y se ha mejorado con algunos textos cantados, con lo que se ha conformado el que será The endless river, el último trabajo de Gilmour, Mason y Wright. A la espera de que algún día se publique el material sobre el que trabajaba Wright poco antes de fallecer o de las nuevas ediciones en solitario de Gilmour y Waters en solitario que se auguraban para la próxima primavera, tendemos un disco de Pink Floyd todo lo nuevo que puede ser. Que es mucho más que la colección de inéditos piratas y rarezas con las que hemos ido despachando los floydianos en estos últimos veinte años.

Esto no acabará aquí.