domingo, 22 de abril de 2007

Nada en domingo

Que la piscina está vacía. No, eso es un chiste muy malo. A lo que iba, es que no se me ocurrían nada especial para contar en el domingo, y me he acordado de ese título de Umbral.

Y me he acordado, claro de que tenía pendiente una cosa sobre lo último de Umbral. Su Amado siglo XX.



Vivir dentro de un siglo es confortable y aleccionador. El siglo va tomando la forma y medida de nuestra existencia, y nosotros asistimos a ese siglo como al transcurrir del agua por los acueductos que hemos dicho antes. Nunca se sabe si el espectáculo es el agua o son las ojivas que cinematografían el paisaje. Pero no en vano estábamos en el siglo XX y no en otro. Umbral participaba de su siglo con violencia y aquello era lo que escribía siempre, aunque no siempre se notase.



Están diciendo que este va a ser el último libro de Umblar, porque en su peílogo, escrito en tercera persona, parece que hace balance final y se quiere cver una cierta despedida de lo editorial. Los que lo dicen no están al tanto de que el gran Umbral se renueva cada día en su última página de El Mundo. El tiempo dirá si si o si no.

El argumento vertebrador del dibro es evidente, uno e hijo de su tiempo, de su siglo en este caso y al final, el siglo termina siendo uno. Evidentemente Umbral apuesta por un punto de vista muy personal y nos cuenta, en distintos capítulos que hay de lo suyo, de lo de su siglo. Y claro, o disfrutas o padeces. Llegando un punto, lo que queda es el estilo, como cita a comiendo de Mortal y rosa. Y Amado Siglo XX es un deleite del estilo de Umbral. en este libro, que es compliado decir qué es, pero es indudable que tiene un sentido unitario. En forma de capítulos, algo más lagos que sus colmnas habituales, o sea, en la distancia perfecta para su estilo, Umbral va repasando los acontecimientos y a los personajes que han sido reevantes en su siglo XX, o sea, en su propia vida. Los de siempre, se dirá. Pues si, claro. Personajes tan umbralianos como el propio Umbral, los protagonistas de su propia leyenda, desde sus admirados desde la proximidad o la distancia González Ruano, d'Ors, Cela o Papa Ratzinger, como dice la sin par Paloma Gómez Borrero; hasta los que se definene como admirados para bien o para mal, desde la distancia o la cercanía como Delibes, José Antonio, Dámaso o el ya famoso Glez. El ejemplo evidente de ello es el tratamiento que que en varios espacios dedica a los literatos de la Falange, de los que termina siendo su heredero y promotor de su recuperación y su memoria.

En esta ocasión se ha rebajado el tono ácido y en ocasiones cínico habitual en otras de sus obras y aparece un cierto tono de ironía moderada y un tanto resignada, como si anduviese pidieiendo perdón a los blancos de sus puyazos. En ese sentido, gana enteros porque ese tono de ironía es mucho más punzante precisamente por suave e inteligente. Especialmente interesante es el redescubrimiento del dandi, uno de sus personajes favoritos, en la figura de Jaime Marichalar, a través del cual, leemos algunos de los episodios humorísticos más conseguidos. En lo de la distancia tambien acerta, porque consigue ser mucho más profundo que en sus habituales columnas y además, al no estar tan obligado por la presión de la actualidad, se le lee libre de las rémoras del día a día, con lo que sale ganando el Umbral lírico ese que tanto disfrutamos sus lectores.

Mientras lo he leido, me he imaginado la dacha, la piscina llena de libros, un cierto aire frío y los árboles serenos, quietos y silenciosos. Me he imaginado al autor allí parado, frente a la montaña sobresaliendo de la piscina y viendo los troncos de los pinos; así, quieto, callado, sin leer, sin darle a la máquina de escribir. El gato, la santa, la ausencia. Así, simplemente viendo, observando, contemplando cómo termina de caer esta tarde del domingo de su siglo XX.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo lo de la piscina no me lo creo.
Seguro que lo dijo, pero para vacilar. Muy en su línea.

Aún no he leído el libro que citas.

Y le prefiero como periodista que como novelista. ¿No te parece?

Nodisparenalpianista dijo...

Se me pasó contestarte, estimada Dulcinea:
a mi me da que Umbral novelista nunca lo fue y periodista... tampoco.
Umbral es Umbral.