domingo, 29 de abril de 2007

Dark side on the Waters (I)

Entre los sinfónicos hubo un cierto desacuerdo. ¿Mejor ahora o en 2002? Sea como fuere si había acuerdo en algo, el concierto fue muy bueno. Extraordinario. En mi opinión, que es al fin y al cabo la de quien le da aquí a la tecla, es que este concierto mejoró en casi todos aspectos el de 2002.
De aquél, recordaba en un comentario
anterior, que sorprendía lo cascado de voz que estaba Waters y lo bonito que fue encontrarse con todo un mito musical. En esta ocasión, sorpresivamente, la voz de Waters ha estado mucho mejor, muchísimo. Después de oído cómo cantó en el Live 8, uno se imaginaba que iba a renunciar definitivamente a seguir cantando.

Pero vayamos por orden. El Palacio lleno, la reventa por las nubes. Un escenario enorme con una gran, gigantesca pantalla detrás. En ella se ve una botella de Johnnie Walker -o así-, el dial de una radio, una maqueta de un bombardero bimotor de hélice y un vaso. Las volutas del humo de un cigarrillo y de pronto la mano que lo sostiene. Son las nueve y media. Sintoniza la radio y suena el tachán con el que comienza el espectáculo: In the flesh.

Y desde ese momento todo era como previmos y todo es sorprendente a la vez. Lo previsto fue todo el repertorio y su misma interpretación. De hecho, es el mismo que esta llevando Roger Waters en su gira y que está siendo pirateado por todas partes de manera que no siguiendo los consejos de Teddy, uno puede disfrutar de su actuación en Nueva York. Lo sorpresivo fue que Waters sonaba más Pink Floyd que nunca; de hecho, unos cuantos músicos de su banda han sido o de sesión o de directo de los Floyd, con lo que les podemos considerar suplentes ofciosos del grupo.
En la primera parte del concierto la banda interpretó el repertorio más personal de Waters, parte del que siempre ha interpretado en sus giras tras la salida de Pink Floyd, más alguna de las piezas más emblemáticas del grupo. In the flesh es una gran entrada, contundente y visceral, que no termina de pegar con lo que sigue, mucho más intimista, com Mother, uno de sus favoritos, muy largo, que rompe el ritmo y que parece nunca va a terminar. Un poco rollo.



Después, su única referencia a la etapa anterior al Dark side of the Moon, su homenaje a la época de Syd Barret: Set the controls for the heart of the Sun. En el concierto de 2002 fue todo un homenaje, alusiones, proyecciones y aplausos a Barret. En los conciertos de esta gira que tocó días después de la muerte del primer líder del grupo, Waters le dedicó bellísimas palabras, blablablá, que suenan a oportunismo o mala conciencia, puesto que todos los miembros del grupo han reconocido la poca atención que le prestaron desde mitad de los setenta, pero esa es otra cuestión. Set the controls... sonó a psicodelia revivida y completamente actual. Tiene su tema, podía comentarse aquí, por ejemplo, que para llegar al corazón del Sol apuntemos los timones, pero que en el intento, acabemos en la cara oculta de la Luna.
Según terminaba, el sonido aquel como de viento que preludia Shine on you crazy diamond. En esta ocasión, los músicos tiraron por la versión canónica, nada de imporvisaciones ni de "vas a ver cómo te meto un solo que el Gilmour ni se lo imaginaría", como la que perpetró Snowy White en el concierto anterior. Aquello sonó a disco, bien, como era, que es lo que queríamos oir. Para versión, la de Gilmour, con su guitarra acústica, su voz ajustada, pero digna y el saxo de Dick Parry, que lleva de gira ahora pero que podéis ver y oír en el deubedé que rodó en 2002 o por ahí. SOYCD es caballo ganador para un fan pinkfloydiano, probablemente la que más consenso (en positivo) tiene entre las grandes y resultó uno de los grandes momentos de la velada. La única pega: que sólo tocasen la primer parte de la cancíon, o sea, la de la cara A del disco.
A renglón seguido, una de mis favoritas, Have a cigar, habitual en su repertorio en solitario, que funciona siempre como prólogo a Wish you were here, cada vez se está transformando más en un himno juliganesco del buen rollo. Alucino con Have a cigar y suena ese dial que termina en un tachán de orquesta: a ver qué gallos suelta ahora Waters. Ta lastimosa parte que cantó en el Live 8, me temía que al pobre se le saliesen los nódulos por las orejas al intentar cantarla, pero sorpresivamente, la interpretó de un modo estupendo, mejor que nunca, con una voz que ni en sus mejores momentos tuvo. Allí había gato encerrado, luego lo descubriríamos.Venga, va, ahora digo la burrada y me quedo más ancho que largo: a mi WYWH ya me cansa un rato, me tuesta que la usen como la balada del grupo (por falta de baladas, o de canciones suaves y lentorras) y me parece una fácil incitación al karaoke colectivo del guachuguachu, en este caso güichubijíar. De hecho -que redoboen los tambores- yo prefiero, pese a las críticas sinfónicas que ya me oí y que ahora se repetirán, me gusta mucho más Have a cigar, por ejemplo. Y ya está.
Y después del karaoke catático, con tres mecheros y todo -si es que las momias siguen inasequibles al desaliento- Waters acometió su repertorio en solitario. Primero con dos canciones de The final cut, el último disco de los Floyd con él en el grupo. Se trata de un disco controvertido ya que, según figura en la carpeta, se trata de una obra "by" Roger Waters "performed by" Pink Floyd, con lo que la banda pasa a ser un mero grupo de intérpretes, o sea como los que hemos visto ahora en 2007, unos instrumentistas estupendos poniendo su arte al servicio del autor de verdad. Ese es un debate muy divertido, no tiene resolución final y genera opiniones muy controvertidas. A mi me gustó mucho ese disco desde el primer momento.



Después una pieza del aclamado Amused to death, tal vez de sus discos en solitario el que más sigue gustando en general, pese a sus altibajos. Yo sigo diciendo que el Hitchhicking es un disco mucho mucho más valiente, mejor cerrado, brillante, aunque probablemente bastante más complicado. Opiniones y colores. Y de la portada no digo ni pío. Además, salió un astronauta hinchable recorriendo el cielo de la pista. ¡Qué cosas!
Por fin, algo nuevo. Leaving Beirut. Waters la presenta y nos cuenta una batallita de un viaje de juventud al Líbano donde unos le dieron una sopa o no se qué y se la quitaron de comer simplemete por agasajarle. Qué majos, claro, y que chungos el George y el Tony que les meten bombazos y tal. Y, claro, la peña otannobasesfuera en éxtasis. Salió uno de los guitarras disfrazado de Bob Dylan y todo que me sobrecogió el alma. Tanto fantasma junto es malo para mi tierna sensibilidad. A ver, amigo, canción protesta así, pues no se. Lo del Líbano, pues qué quiere que le diga, que los de su canción eran majísimos, como en casi todas partes, que el personal es una maravilla, pero por desgracia, las cosas no son siempre así. La demagogia es fácil y más si lo que pretendes es que te aclame un público de ovejas. De la Onu no hablamos, del tráfico de armas por petróleo tampoco, de los procesos de autrodeterminación para la descolonización, mejor lo dejamos. Porque si estas cosas hay que hablarlas, se hablan y sin miedo a que nos saquen los colores, que para que la peña rebuzne, ya tenemos el karaoke. La nueva canción que ya estrenó en algunas grabaciones legales pues ni fu ni fa, aunque la puesta en escena, con una proyección de viñetas al fondo cuyos bocadillos iba cantando Waters (karaoke sin rubor) quedó muy bonita. Después del bajoncillo de esa canción, otro momento de los que gustan un montón. Sheep, del Animals.


Cada vez conozco más sinfónicos que reivindicamos el disco Animals como una de las joyas ocultas de los Floyd. A mi me parece un disco fascinante, muy unitario y perfectamente interpretado. De hecho se trató de un disco grabado tras años de interpretar en directo varias de sus canciones on otros títulos y con pequeñas variaciones. Por eso nos encantó a unos cuantos. Por lo del cerdito volante a muchos otros. La tontada es muy divertida: el cerdo que te sobrevuela, una lluvia de papelitos y todos los allí presentes con las cámaras, los móviles, lo que fuese echándole fotos al gorrino. Oye estupendo.
Habla Waters, Un pausa y le damos al Dark Side. ¡A por cervezas que el calor aprieta!
Dentro de veinte minutos y unos tragos continuo.

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