Es la historia de Ana, que luchó hasta que una mañana, cuando leía el ABC, cruzó una aciaga página y vió como se le derrumbaba el sueño.
Esto era que Ana anduvo probando su vocación, si podemos llamarlo así y un buen día descubrió que lo le gustaba eran las piedras antiguas. Así que si, que la conocemos con arqueóloga a punto de comenzar su tesis doctoral, levantando tierra para localizar evidencias del uso del fuego por los homínidos de la Sima del Elefante, en Atapuerca. Eso en verano, un mes, a dos tandas, porque el resto del año malvive dando unas pocas clases y haciendo correcciones de las traducciones de una editorial pequeña y astrosa que suele editar malas biografía sde cantantes y grupos pop. A ella, que le da igual si Iggy Pop se murió o si la peli esa de Billy Elliot está basada en la infancia de Billy Idol. Tú apañanos el estilo y que esto no cante demasiado. Tratándose de música... Pero qué chisposa la nena, le dice el encargado de los textos, editor y subdirector de la cuestión, que a veces también hace de comercial. Anda, toma este tocho y a ver. Luego le racanea el precio que tienen estipulado, porque siempre venden menos d elo previsto. Cuando sale del despacho le mira el culo, porque Ana ha sido nadadora.
Ana estuvo bastantes veranos en la piscina y algunos inviernos en una charca de polideportivo de socorrista y llevando grupos y cursillos para chavales. Con no ahogarlos se daba por satisfecha. También le gustaba nadar, pero le faltaba altura. Se le puso un cuerpo firme y cuando excavaba entre la mugre y el sudor, arena y suspiros, había uno de Zamora que la miraba y la decía guapa. Pero Ana bastante tenía con todo, aunque una cerveza y otra y otra más al terminar era el premio a su jornada. Las vacaciones, se decía.
Cogió tema de tesis y se lo puso a dirigir un ayudante de un colaborador de un auxiliar del agregado del titular de la cátedra aquella tan importante. El fuego y tal. Y coló. Un día le vio el bigote y le coló tres líneas en un intermedio de una conferencia con mucha prensa. Y le dijo, nena esto es muy interesante oye. Y se sintió la más grande del mundo. Luego sonó la bocina y se reanudó la conferencia.
Escribía la tesis, se metió a hacer sustituciones en institutos y descubrió todo lo que hay que desasnar al personal y le pareció que vivía en una cueva. Pero por primera vez en su vida se podía dar ciertos lujos. También iba a la piscina, pero sólo por placer. También le fue a visitar el de zamora, un tal Lucas, pero le pareció un tostón. Eso si, qué bien hablaba el tío. Ana se fijaba en esas cosas.
Recopiló mucha información de los más recientes yacimientos ucranianos, estudios comparados de antropologos australianos, alguna experiencia práctica y un calado de estratos de la Sima. Alguna evidencia dudosa y mucha, mucha, mucha esperanza en los próximos sesenta y cuatro centímetros d excavación en los que que, a buen seguro podría oparticipar, Dios mediante, en el próximo verano. No pudo pagarse el viaje a Tel Aviv, porque los lujos que se daba eran bastante más baratos que eso. Pero procuraba estar atenta a las revistas y publicaciones de su negociado.
Un pincho y caña, pidió en aquella cafetería a la vuelta de la Castellana, medio cerca de donde el Canal de Isabel II. Hojeó un ABC.
Después de ver pasar su vida y de sentirse desdichada mientras la iba contemplando sintió cómo se había liberado de cierto peso que la estaba atosigando. Por un instante se supo libre, a su pesar.
7 comentarios:
No se que decir, me pasa ultimamente :)
Pero me ha gustado.
Si es porque te gusta, me alegro de dejarte sin palabras, Myriam.
Luisa... esto... ¿bailas?
Pues muy buena historia, Pianista. La tal Ana ¿existe o es personaje de ficción?
Huel a real, a cierto, a admirable, a esfuerzo y a trabajo personal.
El de Zamora no tiene nada que hacer, me parece.
Pero bueno, ya está bien. ¿Qué es eso de sacar a bailar siempre a la misma? Y Luisa, mucho protestar de las escayolas, pero luego baila en la pista como una loca.
Si es que no hay manera con estos dos. Vaya par de truhanes.
Dulci, qué más da... Todo existe si está contado.
Jeje, es que a partir de los doce pisotones, Luisa se suelta y baila de lejos. Oye, y más vale malo conocido...
Uau, qué bonito! Historias de la vida cotidiana, puestas en trascendente. Me gusta.
Pues, yo espero que exista y que pase del de Zamora;)
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