Claro, que podía fallar lo de Alemania.
Y entonces le tocaría o volver a solicitar destino y entonces perdería el curso, o quedarse a la expectativa. Y tururú a lo de Comandante Interventor.
Y luego lo de las prácticas. Que si que vale, pero que había que hacerlas. Y entrar y salir, y siempre disimular, por si acaso, que nunca se sabe quién te mira por el callejón. Siempre lo mismo. La puerta, uno que está medio apoyado en un árbol, no pasa nada, está pelando la pava con una, no hay más puertas, una mesa desde donde poder ver toda la sala, o al menos controlar los movimientos, caminos distintos, el coche en lugar visible, los bajos, el autobús, cerca de la puerta.
Y si fallaba, pues a ver qué hacía. Decían que si salía lo de los helicópteros, a Francia mandarían a unos cuantos. Y que no llevarían agregados civiles sino abogados militares para lo de los contratos, el papeleo para regular el estatus de trabajadores en el extranjero, las cosas de los pagos y las ayudas europeas. Papeles y más papeles. Eso sería un paso atrás, ahora que estaba con la cabeza en el estudio de radio, pero con los incentivos y los complementos de destino en el extranjero le resolvían la matrícula de largo. Aunque tuviese que perder un curso. Eso si, de francés ni papa, pero todo sería ponerse.
Se le fue la mente un momento.
Y los folios eran solo papeles con garabatitos. Y la agenda. Y no había ni Don Ángel ni matrícula, ni cuartel ni libros, ni micrófonos ni café, ni hojas de papel calco para escribir por triplicado las continuidades ni orden del día.
También se estaba bien con la mente en blanco. Como los manteles recién planchados. Como el azúcar de las mantecadas, como la hoja del verso de la duda, como la ausencia invisible, como la esperanza vista de lejos, como los tranvías que se escapan o que llegan.
Se estaba bien, si. Y el invierno.
También se estaba bien con la mente en blanco. Como los manteles recién planchados. Como el azúcar de las mantecadas, como la hoja del verso de la duda, como la ausencia invisible, como la esperanza vista de lejos, como los tranvías que se escapan o que llegan.
Se estaba bien, si. Y el invierno.
6 comentarios:
¡Que no falle, que no falle! Toquemos madera... Y un rato la mente en blanco para que descanse la cabeza, que es bueno de vez en cuando, aunque bien difícil de conseguir.
¡Que intriga y que de dudas! muy bueno Pinista.
Toquemos madera, Marta, si.
La vida misma, Myriam.
Alemania ya ha fallado. Y ahora, ¿qué?
La mente en blanco, qué necesario y qué difícil.
Yo creo que llevo 34 años con la mente en blanco ja ja ja
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