He visto una estampa de un señor que anda coleccionado camiones. Bueno, cada cuál a su aire e incluso a su humo, que si es del bueno, mejor, pero que si no él sabrá. Según parece ese buen hombre tiene dos camiones Ebro de los años sesenta y poco y sesentaypico, que yo no se ni, la verdad, me importa demasiado. Pero al ver uno de ellos, el antiguo, me figuro, me he acordado del camión de las gaseosas.
A mi la gaseosa me encanta. Y la Hermanadelpianista me vacila porque dice que digo ga-se-o-sa, en lugar de ga-seó-sa. Pues claro, lo normal. Qué es eso de pegar el seó, que no, que no, en fin, cosas nuestras.
Lo cual que en su día y anda que no ha llovido, que el camión ese aún sería medio moderno y todo, venían por el barrio a repartir las gaseosas unos con un camión. Eran de la marca Géiser, porque en esto, queridos, también hay un cierto sibaritismo. No me duelen prendas reconocer, aquí y donde haga falta que soy un dandi de la gaseosa, y ya está. Dicen mucho del vino pero es una castaña para nuevos ricos y nuevos pobres, esnobs de mal vivir y alguna que otra gente poco recomendable. Algún provocador me dirá que sólo que es agua de limonada con burbujas. Ciertamente. Pero, qué agua. Cuánto limón. Azúcar, sacarina, volumen y eclosión de la burbuja, densidad de la espuma, brillo al reventar, aroma, frescura en frío y a temperatura ambiente. El tacto del carbono en la lengua, digamos. No seamos catetos, que no todo en la vida es Casera de la de ahora alemanizada, pero sin alma. Si Umbral hizo su diario con guantes, acepto mi título, el dandi con gaseosa, vaya que si.
La Géiser tenía un punto dulce bastante suave y un sabor de limón intenso, tal vez demasiada burbuja -porque en realidad lo que a mi me gusta es la gaseosa desgasada, llamadme raro, lo acepto. La hermenéutica de la burbuja no está al alcance de todos, mis queridos pequeñuelos.
Eran dos los repartidores. Compartían el camión y subían y bajaban cajas de dos en dos, diez botellas de cristal de tapón de esos blancos con alambre, que iban que se las pelaban. Eran compañeros de trabajo y amiguetes. Creo que también dejaban botellas de sifón, pero de eso no estoy seguro, que el sifón es de cuando el alcohol, llamémosle vermú, para entendernos y eso era de cuando crío, o sea. Igual el sifón lo repartía el de los huevos. Había uno que repartía huevos y mantequilla o algo, y garrafas de vino. Que viene el de los huevos, que también suena como un poco así, a ver si no. Oiga, el pan y si tiene huevos dos docenas. Y el tío con veinticuatro barras. Es viejo y bueno, como Velázquez, un suponer.
Las botellas eran así, de cristal y tapón blanco, arandela de goma rosácea, el cierre de alambre grueso y cuando venían llenas, con una bolsita de plástico que hacía de precinto. Según pasaba la semana, glugluglú, nos las bebíamos y el martes creo que era, o el miércoles, no se, las sacábamos al rellano para que los chicos las viesen, llamasen al timbre y nos las repusiesen. Cuando se rompía un caso era un poco dramático, porque perdías un litro de relleno y había que encargar, oye, ponme una más y cóbrame el casco. Los días que se liaba con los del butano, aquello era un no parar, Y el de los huevos tocando los timbres, Un malasombra me parece que era, lo normal tanto tocarse la mercancía, que se le espachurrase. Y estas cosas siempre las termina pagando el cliente.
Una semana no vinieron. Cuando eso pasaba había que beber agua y eso, puajpuaj, nunca me ha gustado. Lo dicho, diario con guantes, dandi con burbujas. A la semana siguienre vino de los dos, el que tenía más cara de bruto, como de boxeador de los que terminan de sparring y guardaespaldas que luego noquea Humprey Bogart con un dedo y Lauren Bacall con una caída de onda, anda. Estaba desencajado y habló con mi madre, la MamádelPianista, o sea. Que también terminó desencajada. Iban de fin de semana o algo las dos parejas, los dos repartidores con sus respectivas santas y el crío del otro, poco más que un bebé. Se metieron una castaña tan colosal que se mataron los dos, el amigo y su mujer, y zas, el pobre chavalico, de una tacada conocería el infierno en la tierra. Y sin el cariño de sus papás.
El otro, el boxeador, que era el mejor amigo del finado, ya digo, se hizo cargo del hijo de su amigo y lo metió en su vida como a sus propios hijos. Y así pasaron la cosa. El repartidor siguió repartiendo gaseosas Géiser y también naranjadas y un sucedáneo de la cocacola que a mi me gustaba más que la original, pro esa manía de meterle el dedo en el ojo al poderoso que tengo, y nunca volvió a tener copiloto en el camión. Se pegaba una buena panzada de llevar cajas y cajas de botellas y cada vez estaba más fuerte, pero poco a poco lo del reparto fue flojeando porque los supermercados iban plantando cara en la dura batalla del reparto. El de los huevos cada día los tenía más agriso, porque se le ponían malos del bajón de ventas y el butano pues ya se ve cómo anda. Total que al final toda la escalera fue dejando de comprar y cada vez salía más caro el reparto. Mi madre le preguntaba a veces que qué tal y bien, el chavalito cada vez más chavalote crecía, lo normal y bien. Bueno.
Al final dejó de venir, pero aún se le veía por alguna otra casa del barrio, en la puerta el Ebro viejales, inasequible al desaliento, cada vez más desvencijado, más golpes y peor chapa. Géiser redisñó las botellas y las empeoró. Las encareció y yo diría que le echó el cierre, aunque alguna vez he visto la etiqueta por ahí. Sigue siendo muy buena. Es complicado explicar por qué le gusta a uno lo que le gusta, pero esa es la cosa. Me gusta la gaseosa. Y hoy me he acordado, así que lo cuento. Y ya está, fin.
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10 comentarios:
Iba a vacilarte pero lo que cuentas del copiloto me ha cortado el rollo.
De todas formas, de tu entrada se deduce,
1 que ya tienes una cierta edad y
2 que tu escalera debía parecer el camarote de los hermanos Marx.
Ay, que tengo una historia de huevos para contaros...
Yo de la gaseosa de casco de cristal con tapón blanco con alambres, de la Géiser o la Pitusa, no me acuerdo. De los sifones con redecilla de plástico verde, tampoco. Ni de que las reponían cuando se sacaban los cascos a la puerta. Me lo contaron mis abuelos, o mis padres. Ni me acuerdo. De aquella, digo, no había ecología, se devolvían y punto. Igual es que pensaban en cosas mas del día a día, como si con sacar bien el trabajo y la prole fuera suficiente por hoy. Es como si del futuro, Dios diría...
Qué gran cosa, la gaseosa. Lo peor es ese invento pijo-glamouroso del "tinto de verano", como si fuera un whisky shower, cuando de toda la vida fue tintorro con casera. Al final nos acabarán sacando botijos de diseño, o deconstruídos...
No, joé, Dulci,vacila, jolines.
1. Edad, mucha menos que la que apareta, o más.
2. Si es que al final la cabra tira al monte yel jesuíta a MArx, dónmde va a parar, ay.
Dulci, guapa eseramos tus güebos, o sea
Atiza, maja, tñú, estupenda cuando quieras, peo o nos vendas motos, maja. Me flipa tu foto: cuándo dices que abras tu güep???
Amigo JMMacías,apunta el secreto: suaviza el pelotazo de ginebra con una poca de gaseosa helada. Oye, hasta tu submarinista descreído vería la luz. Por cierto no me olvido de The dark side. ¿Vas a lo de Waters???
Pues a mí la foto de Atiza me mola regular. Con la de cosas que nos podría pegar, va y nos coloca unos pinreles. ¿Tú tienes algo que ver en el tema, Pianista? Digo por tu colección impagable de estampas ;)
No, Dulci, si era por hacer la pelota, a ver si se decide y se monta la güep ya, la tía vaga esta!!!
Un respeto por esos pinreles que están estupendamente cuidados.
Mi güep, sí, en breve; de momento iré calzando los de la foto y luego ya veremos. Allá por juliembre, o por ahí...
O sea, que tu de la Casera pasabas.Eso de "en casa de toda la vida" a ti no te va.
¿Conociste el sifon? Es por dar ideas.
En serio, a mi tambien me gustaban las gaseosas de antes. Probé la marca carrefour y puagg, no tiene el glamour y el sabor de las clásicas
Atiza, criatura, año nuevo, nueva güep, ¿no? Venga, jolines...
Uy, María Jesús, pues a mi me gustaba mucho la del Día. Y eñl sifón también oye, que le da muy buen gusto al vermú y a la ginebra. Hay que innovar.
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