Veinte años no es nada. Ese es el tiempo que habrá pasado desde la
publicación del último disco de estudio de Pink Floyd que, Dios
mediante, será el penúltimo a partir del mes de octubre.
En
su interesante y divertido libro sobre la la historia del grupo, el
batería Nick Mason explicó que en las sesiones de grabación de The
Division Bell tocaron mucho, mucho, entre otras cosas varias jams
sessions inspirados por las entonces muy de moda sesiones de música
ambiental con aires tecnos y progresivos. Mason te toma en el libro el
asunto con su sorna habitual. La cuestión es que parte de esas tomas
fueron usadas en los conciertos, como interludios instrumentales.
Tiempo
después, Gilmour se mostró interesado por ese tipo de música
instrumental, tal vez mucho más próxima a su idea de la composición de
lo que se podría imaginar. Gilmour nunca ha sido un buen letrista y sus
aportaciones al grupo siempre se refirieron a la parte instrumental. De
hecho, en varios de sus últimos trabajos Gilmour ha publicado varias
brillantísimas jams tocadas en diferentes sesiones, libre de la atadura
de tener que componer un éxito musical, algo que, personalmente
entiendo como una forma de entender la música como "progresiva", es
decir, evolutiva, y llegado el momento actual, completamente libre de
textos, estribillos y, como es el caso de una jam, de principios y
finales. Es decir, el puro placer de interpretar el instrumento. En su
colaboración con The Orb se percibe eso exactamente: un colchón sonoro
ambiental sobre el que Gilmour desgarra una colección de guitarreos
fantásticos. Pero no es un disco Floyd, dirán algunos. O si, decimos
otros.
Llevo
leídas hoy unas cuantas noticias a propósito del asunto y me admira la
profunda ignorancia que en algún caso bordea el insulto, como en el
texto que publica Elmundo.es-, con la que se ha tratado la información.
Que no hay que ser una enciclopedia en todo, pero tampoco es tan difícil
preguntar a uno que sabe cuando se ignora de lo que se escribe. En fin.
Hay
una muy buena pista de por dónde pueden ir los tiros en la grabación en
directo de la gira de ese disco que dio lugar al disco Pulse. En la
versión en cassete hay una canción oculta al final de la segunda cinta
que se tituló Soundscape que se empleó como fondo sonoro en el concierto
durante algunas proyecciones en la pantalla redonda gigante. Es más que
probable que parte de esas grabaciones se empleasen para elaborar ese
Soundscape y no sería extraño que ahora hayan formado parte del nuevo
proyecto.
La sustancia es que se ha recuperado el
material de esas sesiones y se ha mejorado con algunos textos cantados,
con lo que se ha conformado el que será The endless river, el último
trabajo de Gilmour, Mason y Wright. A la espera de que algún día se
publique el material sobre el que trabajaba Wright poco antes de
fallecer o de las nuevas ediciones en solitario de Gilmour y Waters en
solitario que se auguraban para la próxima primavera, tendemos un disco
de Pink Floyd todo lo nuevo que puede ser. Que es mucho más que la
colección de inéditos piratas y rarezas con las que hemos ido
despachando los floydianos en estos últimos veinte años.
Esto no acabará aquí.
martes, 8 de julio de 2014
El río interminable
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1 comentario:
Querido Stevens, cuanto tiempo. Soy más de los Floyd en Pompeya. Una tiene una edad ;)
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