martes, 22 de mayo de 2007

Soy una estantería...

...pulgosa y desastrada. Bueno, en realidad no era así, pero un dueño desaprensivo me tuvo en un rincón demasiado tiempo, hasta que se hartó y me dejó tirada en mitad de la calle. Allí pensé que terminaría mis días, pateada por algún borracho o, peor aún, hecha astillas para calentar el fuego tímido y acobardado de un vagabundo en una esquina de algún callejón, lejos de las miradas de los buenos ciudadanos.
Pero alguien me recogió a tiempo y me dejó en un lugar blanco, limpio y con libros
Yo intentaba estar derecha, erguida, tiesa y resplandeciente, para que mis nuevos dueños se decidiesen a instalarme sus libros y sus cosas sobre mis espaldas. Pero no, lo más que me pusieron fue los suplementos culturales y un viejo radiocaset que siempre sintonizaba El Ambigú o a veces, lo de Cuba. Hasta que un día se me acercó aquel tipo.Traía todo tipo de artilugios para la tortura. Destornilladores, brochas y barnices, lijas y alicates... Pensé que terminaría como virutilla o polvo de carcoma. Según me puso la mano encima, me cimbreé y le oí decir: aquí habrá que colocar unos angulitos para que no se mueva. Ya veía la luz al final del túnel. Y comenzó lo peor.




Mi pínea desnudez, selvática blancura, dura calidez fibrada, fue completamente raspada por las lijas de aquel desaprensivo. Después, con un pincel me fue retirando los restos de la carnicería, pulpería que me había causado. Y sobre mis recientes heridas se dispuso a untar un apestoso ungüento llamado barniz. No contento con ese suplicio, volvió a pasarme las lijas hasta que me alisó los restos del barniz tras lo que procedió a pintarme de nuevo con aquella cosa. La verdad es que mi tono mejoró. Parecía algo más bronceada y a pesar de mi endurecimiento, resultaba suave al tacto de todo aqué que, admirado, decía, oye, qué bonita te está quedando la estantería.



Después me instaló las escuadras y reafirmó mi estructura. Bajo mis patas, pegó unos trozos de moqueta engomados para evitar las marcas y cuando hubo terminado todo, anunció: ya he terminado la estantería. La verdad es que yo era otra, la verdad es que me veía bastante bien.
Cuando terminó, una vez adquirida mi nueva condición, me fueron poniendo cosas encima. Que si una montaña de libros, que si la pintura de las camisetas, que si unos vinilos viejos, que si un tocadiscos polvoriento. Hasta me pegaron un boceto de colorinajos absolutamente incomprensible. Y un monigote al que llaman Paco...



Al final, no estuvo tan mal aquel suplicio, isto como he terminado, aunque con manicura francesa todo habría sido aún mejor.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Pianista,

me parece una composición perfecta.
En la forma y en el fondo.

Para mi trabajo me vendría muy bien utilizarlo porque podría mostrar, en un texto breve, lo que es la descripción de algo inanimado. Les cuesta mucho. imaginarse a sí mismos en ese rol.

Bueno, les cuesta mucho todo.

Así que públicamente te felicito y te invito a que te animes a entrar en mi caos profesional.
Citándote, claro.

Anónimo dijo...

Pianista,eres un hombre del Renacimiento.Felicidades.

Anónimo dijo...

oye, tu a esta gente les invitas a algo para que te hagan la pelota de esta manera?!!

Nodisparenalpianista dijo...

Llevo una semana haciendo horas extras para pagarle a la claque las mariscadas que me cuesta que me hagan la pelota de esta forma.
Bueno, mariscadas, tampoco, una lata de berberechos y va que arde.

Anónimo dijo...

Bien la historia así en primera persona ;)

Estoy a la espera de la nueva.

Lidia

Altea dijo...

Oye, te ha quedao hasta bien y todo. Podría decirse que incluso tiene fondo...

Nodisparenalpianista dijo...

Pero bueo, ¿qué es eso de "hasta bien y todo"?
Altea, ¿no te han llegado als mantecadas de Astorga?
Si es que ya no se cómo sobornaros...