sábado, 30 de junio de 2007

Subversivo

Mingote es un subversivo.
Como le pillen es que le pintan de colorines.
Lo menos.

viernes, 29 de junio de 2007

Su cambio (climático), gracias

Esta mañana he cogido una cazadora vaquera. Una finita, azul oscuro, así como de entretiempo. Ay, no se si hacerle una foto y pegarla para que salgais de dudas. Bueno ya veré.
La cosa es que ayer de mañana soplaba un viento un poco fresco y yo a manga corta. Nada extraordinario, pero en la bici se echa de menos una manga. Luego los psicópatas del aire acondicionado del trabajo, empeñados en ver osos polares en julio, que bajan la temperatura lo bastante como para hacer patinaje artístico por los pasillos.
Pues esas tenemos, que estamos a finales de junio y llevamos dos días con aire algo más fresco de lo habitual. Nada más. Pero, yo no se si tenéis alguno cerca o es que sólo me persiguen a mi, ya salen los ecolomemos con lo del cambio climático. Que van al cine y se lo creen todo. Y como el tío ese que es ex-próximo presidente de los EEUU, que dice Carlos Herrera, está dando la murga, pues a tragar.
Que yo me acuerdo desde siempre de los calores sofocantes en verano, de lo primeros fríos que decíamos en otro día y de las tormentas aquellas de fin de verano que terminaban mandando no se cuántos coches al mar porque siempre hay unos cuantos imprudentes que aparcan el buga en el caudal de los torrentes. Pero luego había inviernos suaves, otoños tontos, que los boniatos se les florecían a las castañeras, primaveras escarchadas y veranitos de rebequita y pañuelito bufandón. Pero claro, era lo normal. Lo normal, porque no había salido ningún listillo ganapán con ganas de subvencionarse dándonos la brasa, hirviente brasa del cambio climático. Como nos decía aquel recordado maestro, las pocas cosas que pasa en la histiora pasan muy despacio. ¿Que se nos recalienta el chiringuito? Pues probablemente, no diré que no. Lo que pasa es que esta tontada también la escribiría en su momento un diplodocus en su pecé de piedra. Y antes un trilobites. Y más antes un gusanico de aquellos asquerosos. Y más antes aún si cabe, los de la sopa esa de la vida que tan bien explicaba Carl Sagan pero que, entre nosotros, yo nunca terminé de creerme.





Para mi que lo del cambio climático en realidad es un invento del personal desde que se ha extendido lo del los aires acondiconados. La posibilidad de revertir lo que viene de la natuarleza es tentadora. Poder volar, esas cosas. Ahora es la de fabricar estaciones distintas, morirse de frío en verano y sudar la gota gorda en invierno. ¿Y la primavera y el otoño? quita, quita, que para tontunas no estamos. Oye que si, pensadlo un poco. Acordaos del banco (pero ni insultar), del cine, del trabajo, del restaurante ese tan moderno y hasta del autobús kamikaze.

A ver si no.

jueves, 28 de junio de 2007

Más sobre tiburones

Hablando de tiburones en lo de hace unos días, rescato un tema que se me quedó enganchado en el ancla. Pero oye, hay que reciclar, dicen, así que allá va.

Lo prometido es deuda, así que apartad a los tiernos infantes y adultos atemorizables porque ahí va, la historia del horrible tiburón-lupas.
Su origen se pierde en las aguas del centro del Mediterráneo aunque gracias a su fácil adaptabilidad -incluso comodidad parasitaria según dicen algunos- le lleva a otros hábitats como en el Atlántico Norte, donde primero reproduce su nicho ecológico y finalmente se asocia al propio del lugar donde siempre le recuerdan su procedencia pero dentro de un ambiente en el que se mezcla la admiración, el miedo y por qué no decirlo, la envidia por tener los dientes tan afilados.
Las crías más jóvenes suelen ser agresivas y muy impulsivas, vivaces y muy defensoras de su territorio. Algunos estudiosos han querido leer en los movimientos de la aleta dorsal mensajes como "¿me estás hablando a mi?" ante la presencia de otras especies. También se observan comportamientos impulsivos que les llevan a procesos anoréxicos y bulímicos asociados al daltonismo, visión en blanco y negro e incluso mottas de manchas en su piel y tendencia a darse golpes con otros congéneres. También pueden ser muy peligrosos si te los encuentras en malas calles o en compañía de los suyos.



La terrible sonrisa del tiburón-lupas,

a punto de zamparse una quisquilla dorada.

Con los años se va haciendo más reposado y hasta aburrido, aunque de vez en cuado da muestras de lo que fue con chispazos de su antigua agresividad. A veces recurre a disimular su espíritu acomodaticio con mordiscos provocadores y ruidosos, aunque bastante vacíos de contenido y tediosos al fin, porque sus dientes ya no son lo que fueron. Es una tentación tomárselo demasiado en serio, porque lo único que provoca es el enfado de los parroquianos.
También suele cambiar sus manadas y compañeros de caza, con lo que pierde su antigua efectividad. A veces, cuando se produce el reencuentro ocasional con algún viejo compadre el pavor se extiende por los mares que los contemplan, aunque la cosa suele terminar en agua de borrajas y ha de llevárselos alguna sirena de ambulancia lisérgica. Al final suele terminar recordando batallitas por cualquier casino o inventándose excéntricos viajes en avioneta. Últimamente se le ha visto disfrazado de cazador de tiburones camuflado de tiburón, pero de las finanzas. Un verdadero lío.
De todos modos, nunca os fiéis de su aparente sonrisa, porque a la mínima os arranca las chichas de modo inmisericorde. Ya sabéis: jamás podremos ser uno de los suyos.

miércoles, 27 de junio de 2007

Botánico (I)

Hace unos días hablaba Marta en lo suyo sobre su próximo examen. Se me ocurrió que si tuviese que relajarme por ahí antes de un examen -o después, nunca se sabe- ya tendría bien claro el sitio. Y empecé a juntar palabras...
Durante una temporada viajaba más de lo habitual a Madrid. Iba por cuestiones laborales y me solía quedar no menos de tres días y a veces algún fin de semana y todo. Después de lo laboral me solía quedar suficiente tiempo libre como para callejear, quedar con algú compañero de la carrera, ir a ver sitios y perderme por la FNAC buscando singles raros. Una vez, buscando singles de Bjork o de Tricky o parecidos, o sea, raros, vi de reojillo a una moderna con cara de malas pulgas a mi lado, esperando que le diese hueco para mirar. Para mirar los dicscos, se entiende. Entre los discófilos nos solemos dar espacio para poder buscar tranquilos. Aún recuerdo cuando buscabas vinilos y veías a otro que había comenzado por el otro lado. Fijo que nos cruzamos en la M de Marillion, así que cuando llegabas a la L de Led Zeppelin saltabas hasta la O de Ozzy Osbourne -que liquidabas en un pispás, claro- para dar paso y no molestar. Eso si es que el otro disquero no saltaba hasta la J de Joy Division, porque la K de Kraftwerk se pasaba volando por falta de material. Cuando abrí un poco más de hueco vi a la modernilla, pelo corto y vestir así un poco desorganizado. Esta chica me suena. Claro. Salto al vacío. Era Najwa Nimri, que aún no cantaba pero que tenia cara como de quererle pegar dos gritos a alguien, que ni loco le hubiese dicho yo qué tal reina mora, hace unos calamares.
Así que un día veía discos, otro me iba a la Real Academia de San Fernando, otro quedaba con Ioseba y de vino en vino terminábamos de madrugadísima, otro más deambulaba por los alrededores de la Plaza Mayor y así. Alguna vez llevaba las cámaras y echaba fotos. Lo normal.
Otras veces iba al Botánico.



El jardín Botánico es fascinante. Es chiquito, nada que ver con los gigantescos de otras ciudades europeas. Pero es así, chiquito, bien puesto, muy variado, muy agradable de pasear. A la que has ido tres veces, te lo sabes. Te acuerdas de los árboles más importantes y cuando vuelves a verles te da ganas de decir, ya no estás tan verde, chaval; o el rosa de las flores te queda divino. El Botánico es un sitio que siempre está igual pero que siempre es diferente, porque así son los árboles y las plantas. Siempre los mismos y siempre distintos. Vaya, como las personas también, Pero és a es la cosa. Cambia y permanece. ¿Otra vez aquí? Pues ya ves. ¿Y tú qué tal? Echando cortezas, ¿y tú? Pues ya ves, floreciendo, a mi edad.

A mi me gusta mucho un roble seco que hay allí enmedio. Y la escalerita aquella que ha partido una raíz. Y la estatua de la niña.
Un día me pondré a contar a ver cuántas fotos le he hecho, Han sido tantas.

En el Botánico vives cosas curiosas. Una vez vi a una señora japonesa que pintaba las flores en un cuaderno con acuarelas. Estuvimos hablando un poco y me enseñó unas cuantas que había pintado en aquel rato. Parece tan sencillo pintar cuando ves a alguien pintando. Y allí, con su cuadernito pequeño, tres pinceles y una minúscula cajita de acuarelas, le tuve envidia pero de la buena a aquella señora japonesa que renunciaba a las cámaras de fotos para llevarse el recuerdo de algo tan sencillo y tan bobito como las flores de colorines. Otra vez vi a una ancianita que daba de comer a las ardillas. Las ardillas la conocían y comían de su mano. Supongo que las ardillas contagiarán el paludismo, la fiebre del heno y lo de la mosca tsetsé, pero era como de peli verlas acercarse y cogerle de la mano las migas de pan y las cosas que les daba. En el Botánico había bastantes jubilados. Hay que pagar una entradita, pero para los mayores es gratuito. Supongo que por eso es un jardín traquilo, semivacío, seguro. Un placer para los jubilados un poco contemplativos. Y para las abuelas amigas de las ardillas.

Otra vez vi a unos que iban cantando. Eran dos chicos y una chica, creo que italianos, e iban cantando fragmentos de ópera. Cada cual cantaba lo que le tocaba, los otros respondían y a tramos cantaban los tres juntos. Así iban recorriendo el jardín, cantando a varias voces para ellos mismos, pero cuando pasabas a su lado era como si te envolviese su canción. Al ser pequeño, te los volvías a encontrar o los oías de lejos, tras un seto, una sequoya o donde fuese.
La estatua de la niña está en una especie de glorieta, redondel, no se cómo llamarle, refugio del paseante en donde hay unos bancos y te cubren las hiedras, los cipreses, los abetos azules, unos árboles que hay por allí. Está en sombra y cuando hace calor puedes echarte la tarde allí fresquito ,escuchando las hojas mecerse al aire. O escuchando a los ocasionales italianos dándole a las arias. En una ocasión estaba montando el chiringuito de las fotos. Llevaba dos cámaras y combiné varias películas, los objetivos, el cuaderno para las anotaciones de las tomas, toda la parafernalia. Oí unos pasos. Eran un papá y su chavalín. Ves lo que hace este señor, le preguntó el papi al nene. Y yo buscando al señor. Ay, vale, que era yo. Y le expliqué que estaba haciendo fotos y que intentaría cambiarle el color a las ramas y a las hojas, porque usaba un carrete mágico que podía transformar los colores a mi antojo. El niño estuvo con la boca abierta un rato y vi cómo me observaron mientras hacía mis fotos. Otra vez anduve mareando a una chica que se había sentado a leer allí, con mis cliclic de las fotos y todo aquello. Yo creo que di un poco la murga, pero no me tiró el manual o lo que leyese a la cabeza, así que bien. Agradable.


Hace tiempo que no voy. Que voy con el tiempo justo a ver mil cosas y si me da tiempo, el Botánico. Pero no me da, así que paso cerca, estoy a punto. A punto, a punto, pero al final no entro. Allí, haciendo cola para El Prado, pasando por los tenderetes de los libros y pensando, jolín, tres pasos y estaría dentro. Pero hace tiempo que no. Pero volveré. Claro. Volveré y repetiré las mismas fotos, los mismos pasos, las mismas hojas. Volveré a la rontondilla esa, al descanso del paseante que decía y volveré a hacerle fotos a la niña del mandil que tiene un clavel entre sus manos y que siempre lo mira mientras acaricia sus pétalos del color del bronce de las estatuas.

Me gusta ese sitio. Me gusta hacerle fotos a la niña del Botánico. Un día levantará la vista y descubrirá que seguimos allí.

martes, 26 de junio de 2007

Una copla




Sentaíto en la escalera


esperando el porvenir


pero el porvenir no llega

lunes, 25 de junio de 2007

Recuento

Vamos a ver.
Veo que la cosa playera ha generado un cierto tumulto entre defensores, detractores y algún que otro equilibrista que no se ha querido mojar del todo, cosa que, siendo el tema que es, pues apropiado está. Como las abuelas que mandan al nieto a buscar agua en el cubito de hacer castillos, para refrescarse y porque tienen una cierta cachaza. Bueno, se lo pasan bien, si.
Total, que como esto no es una votación a mano alzada, sinó que os habéis retratado como está mandado, procedo al recuento.


Favorables a la cosa playera (se oye un cierto abucheo al fondo de la sala):
Accentless
Manuel

María
Txispitas
AnónimoLidia





Contrarios a las arenas, olas y pesados playeros (intentos de lanzar arena, restos de tortilla y un tanga leopardo de algún hortera, como si esto fuese aquello de Jesulín, que es que sois unos júligans):
Dulcinea
Pierrot le Fou
Vallecas
Altea

Rocío Arana

Ni fu ni fa, un poquito, pero mucho tampoco, ni carne ni pescado
María (tramposilla, intenta votar dos veces)

A éstos no les entiendo, la verdad...
Layoli (Yo diría que no, pero la ironía... no se)
FuturoBloguero (Si no hay viandas este hombre no se moja ni por casualidad)
Ricardo Montoliu (Yo diría que si, pero la ironía... no se)
A.Matía (Que quiso hacer del tema una cosa racial por lo de los blancos o no se qué cosa)

A ver, pues. En resumen:

Votos emitidos: 14
Votos válidos: No debería aceptar ni uno, pero... sea, sea, 14


Júligans playeros: 5
Gente sensata como el que suscribe: 5
Cobardicas que no se deciden 1
Despistados: 4



Ante este empate hago valer mi voto de calidad de Nodisparenalpianista y voto: NO A LA PLAYA.
Como mi voto vale por 500, esto ya está claro. O sea que se considera ganadora de esta encuesta a la opción tachán tachán...


"Menuda peste playera, castañazo total" por un resultado de 505 a 5.


Y al que no le guste, que impugne.





Ahora ya sólo nos falta vestirnos como tontos para ir a celebrarlo comiéndonos una auténtica paella playera con su sangría calentorra, su arena dentro y con el radiocasete a toda castaña. Ya ver quéin coge luego el coche, que abres la puerta y echa humo, que yo conozco a tres que acabaron en la Unidad de Grandes Quemados por echarse encima de los asientos de escai, haberse frito las nalgas y despues las manos al agarrarse al volante.

Pero que no cunda el pánico. Ahora llega la interpretación de los políticos y termina gobernando el más tonto. O el más golfo. Y el tiburón termina comiéndoselo. Mira, mejor para él.

domingo, 24 de junio de 2007

El sueño marca

El pintor que pinta a la artista. La artista que observa. El espectador que la mira. Tantos cruces y nadie parece darse cuenta. Pero un día, cuando uno se acerca lo bastante descubre algo.






El pintor no atinó a corregirlo. La artista prefirió ignorarlo. El espectador no estaba para fijarse en esas cosas.

Pero la cámara pudo registrarlo.

En su cara-tela-óleo una cicatriz-siete-chafarrinón que nos hace aún más bella a la artista-lienzo-obra.

Y nosotros sin verlo. Hasta que lo vemos.


Retrato del Retrato de Raquel Meller, de Joaquín Sorolla Bastida
Casa Museo Joaquín Sorolla. Madrid
Canon EOS 500N
Papel. Color.
Iluminación natural.
Sin trípode.
Al borde de la asfixia.

sábado, 23 de junio de 2007

En San Juan, antes

Recuerdo cuando hacían las hogueras callejeras, populares, de barrio, cada cual a su aire. Allí echábamos maderas, sillas rotas, las cosas viejas y tal. Algunos niños desaprensivos e idiotas echaban también los libros del curso recién terminado y yo les miraba sin entender nada pero con una cierta tristeza.


Todos los trastos que se iban recogiendo lo juntaban en el cruce de calles de al lado de casa. Como allí casi no había tráfico, solían aparcar los camiones de las agencias de transportes cercanas y los trailers de la fábrica de leche que la traían en enormes bidones o que se la llevaban en cajas azules de plástico apilables. Ese día, los camioneros hacían desaparecer sus vehículos y quedaba despejada una enorme explanada frente al laboratorio farmacéutico aquel. Así, con todo libre y despejado, echaban arena en el suelo para que el calor no dañase el piso y comenzaban a amontonar las cosas recogidas. Era divertido ver las cosas que se dejaban. Bueno, menos los libros, que ya he dicho que me entristecía un poco. Pero era divertido imaginarse de dónde habría salido la cómoda aquella a la que le faltaba un cajón, la butaca de los dos muelles como antenas o misteriosas puertas blancas o de armario sin espejo.
Del bar de cerca sacaban unas mesas y montaban una suerte de barra para las bebidas. En las barras, había un trajín bastante intenso, sacando y trayendo jarras de sangría y naranjadas para el chavalerío. El ruido de los vasos de plástico al romperse. A veces también sacan algo para poner las músicas, otras veces tocaba alguna orquestilla. Y se le daba candela a la cosa de madera y daba calorcito en la calurosa, siempre calurosa noche de verbena, y se bailaba, y se echaban petardos, y me extasiaba viendo el fuego.
Una vez me encontré con una niña con la que coincidía en el metro. Sería del barrio, pero sólo nos encontrábamos en el andén, camino del cole.




Esta no era la hoguera de mi barrio. De esas creo que no hay fotos. Pero la sustancia es la misma. Madera, fuego, verano y todo lo demás







Hola Nodisparenaltrompetista. Pianista, Ay, si Nodisparenalpianista, que chula la verbena, ¿no? Pues si. Oye, tengo bengalas, ¿quieres una? Vale, Nodisparenaltrompetista.
Esa chica siempre me confundía el nombre. Eso me ponía un poco de los nervios, porque me daba la sensación de que ni se enteraba de lo que hablábamos durante el trayecto del metro. Pero cuando bajaba la escalera hacia el andén y me veía, siempre venía a saludarme con entusiasmo con su alegre, educado, pero un poco irritante Nodisparenaltrompetista.
Las vecindonas se ponían en grupos, se esparcían más de lo habitual y se contaban las cosas con más tranquilidad y más fondo documental que en los cruces de la escalera, del ascensor o de la cola del pescado, con las chirlas aquellas tan fresquísimas y las merluzas con sangre en la espina dorsal. Me gusta ver cómo cortan el pescado. Y la carne. Pero los huesos no. Los que tenían perro escondían al perro porque se asustaba con el estruendo y el follón general. Los niños no se perdían porque, más o menos, todo el mundo se conocía. Terminábamos tarde, cansadísmos y contentos, vacaciones recién comenzadas y con el olor de la pólvora en los dedos.
Luego llegó el Ayuntamiento y procuró por nuestra seguridad. Por el peligro del fuego, decían, porque se estropeaba el alquitrán de la calzada, decían, porque les dio la gana, terminaron con todas las hogueras populares e hicieron algunas oficiales. Hogueras de Oficio, como si no tuviesen nada mejor que hacer. Ahora, creo, porque hace mucho, mucho que esa noche no salgo, San Juan es como Fin de Año, una competición a ver quién agarra la papa más gorda y en menos tiempo. Al menos brillan aún las brasas en el recuerdo.








PD: Esto que hoy cuelgo fue primero un comentario que puse en lo de Altea. Luego, me interesé y seguí dándole vueltas al asunto hasta que escribí esto que habéis leído.

viernes, 22 de junio de 2007

Una vez en un partido

Esto era que habíamos quedado para jugar al fútbol.
Porque si, aunque ahora no me guste yo también he jugado al fútbol. Bueno, gustarme, tampoco me gustaba, pero se supone que es una especie de juego social. Todo el mundo juega al fútbol en algún momento.
Pablo me había estado dando la paliza una buena temporada. De hecho, en aquel momento Pablo siempre era un brasa. Menos mal que terminó reciclándose en lo que es hoy Oye, ¿quieres venir a una charla? Oye, un club de prensa. Oye, unos quedamos para estudiar. Oye, un partido de fútbol. A mi, que a veces me cuesta decir no me taladres, tío, me termina convenciendo cuando persevera un rato. Y ese día va y me lía para echar una pachanga futbolera un sábado por la mañana. Iremos unos de mi residencia o algunos de clase. Pues vale, con tal de que dejes de calentarme la cabeza.
Por aquel entonces vivía yo en un piso con una familia. Compartía habitación con Ioseba, otro de mi clase que por casualidad había caído ahí también. Una sucesión de acontecimientos larga y vista ahora bastante divertida me llevó a esa casa con una familia en lugar de a un cole mayor o a un piso de próximos médicos, pero esa es otra historia, que ya tengo medio escrita aunque no se si pondré por ahí.
Bueno, pues llega el sábado. Me levanto un poco perjudicado, me pego un duchazo fresco tirando a frío a ver si espabilo y me llego como buenamente puedo a la cocina. Me sirvo un vaso de agua fresca y preparo un zumo. En estas entra Alberto, el pater familias. Hombre, Nodisparenalpianista, ¿preparando el desayuno? Bueno... Ah, tú si que sabes: antes de jugar al fútbol, mejor no comer nada, que si no luego te pesa la barriga, te entra el flato y fatal. Ya se nota los que habéis jugado mucho al fútbol que sabés de estas cosas. En estas que echa la leche al cazo y enciende la placa. Ya, bueno, si, eso, poco desayuno. Ya digo, yo aún estaba con el efecto de los vinos de la noche anterior y el olor de la leche calentándose terminó de ponerme malo del todo. Oye, Alberto, que voy a por las zapatillas y me largo. Venga, áupa. Alberto siempre decía áupa, con acento en la a. En la primera. Sí, áupa, como lo oís.
Total, que Alberto se pensaba que yo era futbolero. Pues como todos, supongo. Todos los críos que en algún momento le da na la peloa. A mi me gustaba jugard e portero, pero no me gustaba tirarme al suelo, así que por alto bien, pero lo rasante, si no me iba cerca de los pues, pues fatal. Y así deambulé hasta que apareció un portero valiente dispuesto a arrastrarse cuando la situación lo mandaba. Creo que entonces desapareció el poco interés que tenía en el asunto. Desde entonces, las veces que jugaba, raro, pero que muy raro, hacía de defensa leñero por no correr demasiado y para evitar que se me acercasen los otros. Encarna, la mater familias, a la sazón esposa de Alberto me decía que tenía piernas de futbolista. Eso no sabe uno cómo tomárselo, porque futbolista era Bakero y Pelé, Luis Suárez o Gordillo. Pro ella lo decía en buen plan, creo. Así que en esa bendita casa se pensaron que tenían a un relativo aficionado a la futbolada. Qué bueno.
Bueno, pues en esas estaba yo, lavándome los dientes a ver si borraba el recuerdo del olor de la leche y con un cierto sudorcillo frío de taja boreal. Venga va, que no se puede llegar tarde. Y allá que me voy intentando correr un poco para entrar en calor. Llevo mi sudadera Nike de mercadillo y unos pantalones blancos con una raya gris puramente testimoniales que ni abrigan ni protegen de las rascadas si las hubiere. En dos patadas intento llegar al colegio donde vamos a jugar y me pongo malo. No tengo fuelle, me crujen las tripas, sudo frío y me pregunto quién me mandaría a mi decirle a Pablo, que vale, no seas pesado, que voy.
Más o menos renqueando consigo llegar al patio del colegio Iturrama donde vamos a jugar. Por allí ya anda Pablo dándole a la pelota y calentando el ambientillo. Reconozco algunas caras pero no sus nombres.


En un protoMac como este, aprendimos nuestros rudimentos informáticos.De todas mis torpezas, el primo de éste es el responsable.Pablo le llamaba Jacintosh.

¡Hombre, Nodisparenalpianista, ya estás aquí! Vaya caram, acabas de levantarte ¿no? Pues no, estoy resacoso y maltitas las ganas de darle patadas al balón en calzón corto, pero ya que estamos. Eso lo pienso, pero simplemente le digo que tengo un poco de sueño. Según van llegando los jugadores, nos presentamos y formasmos equipos. Mira estos son de clase. Ah, bien. Este es Pío y este Iñaki, los dos de Logroño. Aivá. O sea. Hola, soy Nodisparenalpianista. Si, yo te he visto en clase, y yo.
Jugamos, perdemos, ganamos, eso no se. Iñaki y yo terminamos buenos amigos, compartimos piso, cine, aprendizaje con un Mac prehistórico y también nos terminamos peleando un poco, pero eso ya pasó.



Un día sigo.

jueves, 21 de junio de 2007

Desconsuelo

Del Desconsuelo me admira el brillo, la suavidad, lo bien que se refleja en el mármol la temperatura de lo que se siente. Luego dicen que las piedras son frías.

Si Miguel Ángel llego a conseguir aquellas cosas es que acertaton todos los que después lo usaron.

José Llimona acertó titulando.





miércoles, 20 de junio de 2007

Mañanas de radio

Escuchaba esta mañana la radio y me he percatado de una obviedad. Si, bueno, no es mucho, pero qué quieres, estaba en el trabajo echando el rato.

Un locutor ha dado paso a una muchacha que me ha invitado a comprarme unas bermudas en el Corte Inglés, dos por una, un aire acondicionado o no se qué otro trasto y me ha recordado que hacen un descuento especial en sus muy caros cedeses y deubedeses. Lo de siempre, producto va, producto viene. Un rato antes, en otra emisora he oído algo parecido. Y aún otro rato más, unos anuncio y así.


Un dato cruzado: El Corte Inglés es el principal anunciante en medios de comunicacion españoles.
Y la obviedad: gracias a El Corte Inglés, en buena medida, se pueden sostener esas emisoras que he estado escuchando. Aquí, antes de que los levantiscos se me pongan nervisos, no me estoy refiriendo a colores y tendencias, ni de moda ni político-sociales. Y los del Corte, que están a lo que están, intentan vender su mercancía a rogelios, derechones, mediopensionistas y muertos de hambre. Y es una suerte. En un mercado intervenido como es el de los medios de comunicación, propio de una dictadura soviética (a ti te doy licencia, a ti no) que ningún partido a nivel nacional, autonómico o local ha querido resolver nunca, las empresas informativas (en ese caso emisorasde radio) pueden aguantar el chiringuito gracias a su publicidad, porque para mi que del Chipiscontrol ese de los radares y del no se qué para el estreñimiento del novio de una que se lo cuenta el amigo, para mi que no se sostendría.

Bueno, y además que ya me han cambiado tres veces el emepetrés qu ese me había estropeado, y sin poner ni un pero, más o menos. Así qus si, caro, es cierto, pero joer, todo sea porque sigan poniendo anuncios en la radio para que se me haga más llevadera la mañana cansina plomiza. Si es que menudo día. Hasta había pensado fugarme a la playa...

martes, 19 de junio de 2007

Ojo dónde metes el pie...

O los dos pieses.

Porque llega el veranito, las sofoquinas y todas esas cosas tan poco edificantes. La peña sudando a todas horas, el metro que si ya de por si huele a zorruno por el poco hábito, combinado por los calores, no hay quien se meta sin escafandra; las chanclas esas ruidosas e insoportables, el tonto que pierde una chancla insoportable, el ciclista tonto que frena en seco y que apenas puedes esquivar sin dejarle los piños estampados en sucogote porque ha perdido su chancla insoportable, porque bici y chanclas casan mal, todas esas cosas que hacen tan celebradísima esa estación por estos lares.

Y a la gente le entra una fiebre absolutamente incomprensible por irse a carbonizar sobre la arena al ritmo del Meneíto, el Bombito, el Chiringuito o lo que hayan perpretrado mano a mano, cada uno por su lado, King Áfirca y el gran e incombustible Georgie Dann. Uy, qué blanco estás. Ya, es lo que tiene la raza oye, pero por mí, cada cuál que se quede con lo suyo. Ay, no, no, tendrías que ir a la playa. ¿Y por qué? Pues para no estar tan blanco. Pero si a mi me da igual. Ya, pero estás muy blanco. Joer, es que soy así. Ya, pero estás muy blanco. Es que no me gusta. Exacto, como estar tan blanco, que no le gusta a nadie. Hay conversaciones y conversaciones. No se, a un antitaurino le puedes reconvertir en taurino, yo qué se, de Boadella hemos terminado haciendo un tío bastante sensato, con sus cosas, pero mira. Incluso a un tío del Barcelona le da un repente y se hace del Madrid. Pero nunca intentes luchar con un playero morenón. Esos si que son inasequibles al desaliento.

Hay ruido, se me llena el libro de arena, me da repelús el olor de las cremas, piso conchas rotas y me corto un pie, piso la arena y me quemo un pie, piso una colilla y también me quemo un pie, piso un erizo, me hiero un pie y se me infecta la herida en el pie, me quito las gafas, me olvido de dónde las he puesto y cuando me levanto las piso, las rompo y me las clavo en el pie, y el de la óptica con cara de cachodeíto cuando me ve entrar a la pata coja y le digo que soy un tonto playero. Bueno, pero te queda el otro pie.

Mi argumento irrebatible: los tiburones.







Pero si en el Mediterráneo no hay tiburones. Anda que no; y ahí despliego mi saber enciclopédico y aterrorizado sobre el asunto. Hace dos semanas uno en el puerto de Denia de cinco toneladas. Ya, pero esos no atacan. Si vale, tú ve nadando y date la vuelta para verle la piñaba al besugón. Que no, que los tiburones sólo están en mares cálidos. Como el Mediterráneo, en efecto. Pero no van a la costa a comer. Bueno, hasta que no se les acaban las sardinas de mar adentro. Pero aquí no hay, si acaso alguno despistado. Joer, pues que se compre un mapa y se vaya bien lejos. Que por eso aquí no hay surfistas, porque se los comieron a todos. Y luego les buscaba el Lobatón. Otra cosa es el Cantábrico, que como hace frío van con bufanda y ya se lían para comérse a los vascorros entablados. Uno decía el otro día que las tintoreras eran peces normales. Bueno, son los tiburones de por aquí. No, no, tiburones no, son familia de otro pez raro, pero del tiburón no. Son familia del pez martillo. El pez martillo es un tiburón. Como las rayas, como los marrajos, como las tintoreras. Vete, vete y pregúntale a un pescador de los del barquito chiquitito y diles qué suelen pillar por accidente además de alguna tortuga o una gripe de vez en cuando. Vete a una lonja de pescado y pregúntale al tipo que qué es ese bicho de la cabeza plana y rectangular con cara de mal rollo, ahí tn solito que no lo tiene nadie más.

Que no, jolín que estais zumbados. Que además de iros a la playa a alimentar a los tiburones, primero os haceis a la plancha -o a la toalla- vuelta y vuelta. Que si a mi me ha de comer un tiburón, que me pille bien crudo y lleno de huesitos. Y que luego se gaste un pastón en el dentista de la Corporación Dermoestética de los tiburones.

Y por favor los del metro, a ver si nos duchamos un poquito más a menudo. ¿O es un repelente antitiburón?

lunes, 18 de junio de 2007

Por la puerta grande

Reaparece José Tomás en Barcelona, en un gesto, como no puede ser menos de torero valiente. De gente que lleva sus botas y lo que no son botas pues más que muy bien puestas. Un matador que, según dicen los entendidos, bordó algunasde sus mejores faenas y registró unos cuantos éxitos en La Monumental de la ciudad barcelonesa.

Además, el gesto, es que a la cateta progresía local y a los del PETA y sucedáneos aborígenes les ha dado un ataque que se han puesto verdes. Verde ecológico, por supuesto. Ay, ay, qué malamente matar toros, comer ternera y hacerse abrigos. Si chatos, si. El día que demandéis para el género humano el mismo "derecho" que para un borrergo igual mereceréis que se os guarde el respeto. Mientras tanto, opinión de Nodisparenalpianista, con vuestra rastreta hipocresía continuareis representando lo más asqueroso de nuestra especie. Ojo, políticamente correctos del mundo: viva la naturaleza, respeto a la Creación, amor por los bichos, las lechugas y las piedras. Pero primero coherencia.




Cartel de Miquel Barceló para
la corrida de reaparición de José Tomás

Pero estábamos en José Tomás. Lo que le ha picado a esa catetería coaligada es que ha movido a veintidos mil personas a abarrotar la plaz. Y lo que les pica es todos los que nos hemos quedado con las ganas.
Lo que les duele es que les recuerdes que Barcelona, pses a todo permanece com plaza de primera categoría, que tiene una tradición que se pierde en la noche de los tiempos, lo mismo ue la de Tarragona o la de Gerona. Si, si, y la de Olot, que con tanta sobredosis de calçots, a la tropa se le ha ido el seso, pero para eso quedan los libros y tal.
Pero aún duele más, me parece a mi, es que según qué pasado es imposible de borrar, por mucha revisión, memoria o invención histórica que se saquen de la chistera, porque no se puede y porque no queremos.


Al final, Puerta Grande para José Tomás, Puerta Grande para Cayetano. El público entregado y disfrutando. Buena tarde. Para muchos, pero no para todos.


PD: La clave, sólo para lectores con el colmillo afilado:
En realidad, ¿qué creéis que molesta de esta imagen?

domingo, 17 de junio de 2007

Los sueños de Ícaro

El sueño a Ícaro se le fue volando.






Aspirante a Ícaro
Volar sobre el agua. Peter Greenaway
Fundación Miró
2007
Canon EOS 500N
Color Papel.

sábado, 16 de junio de 2007

Séptimo

Bueno, para Altea, que le hablaba de esta foto en un comentario del otro día.



Me acuerdo de cuando no me gustaban las pelis de vaqueros. Supongo que como a todos los críos, me gustaba jugara a vaqueros y tal. Recuerdo en una muy, muy lejana infancia, el año en que los Reyes Magos me echaron un equipo de chérif, con su estrella, su canana, el revólver y una especie de cosa que se atan encima de los pantalones que, la verdad, mucho no me gustó. O sea, todo lo otro si, pero aquella cosa rara con flecos, pues casi que no. Me costaba mucho ver a los héroes del Oeste con aquella especie de cosa para protegerse los calzones del roce con la silla. Otra cosa es cuando se lo he visto a los ganaderos de reses bravas, que se lo calzan antes de ir al monte a con las garrochas a hacerles el acoso a los toros en la dehesa.


La estrella de chérif me encantaba.


Pero las pelis de vaqueros me cansaban bastante, esa es la verdad. Hasta que no fue activándoseme el raciocinio, me parecían un cierto tostón. También me acuerdo de ver en una especie de sesión de cine de tarde de urbanización, allí en la sede social, los que andan buscando las bolas de la petanca, el cataclán del que dierra con el pito doble el dominó y el pollo que se está liando el aprendiz de camarero con las cocacolas del personal, ver aquel western crepuscular, -aunque claro, yo no sabía que se llamaba así-, protagonizado por John Wayne ya muy mayorzote, en el que representa a un viejo vaquero demodé, que se sorperende al ver los primeros automóviles en la costa Oeste pero que resulta ser el que saca las castañas del fuego cuando las cosas se ponen peliagudas.


Pero ya desde crío, recuerdo con fascinación Murieron con las botas puestas.


Claro, Errol Flynn y Olivia de Havilland, qué quieres, a ver. Toda la historia se resume en aquel final tan terrible. Uno, siempre abogado de pleitos pobres, tenía querencia a estar del lado de los perdedores, o sea, de los indios. Pero en este caso, la cosa era mucho más compleja, porque eran los indios los que se pulían a los vaqueros. A ver, a ver, que no cunda el pánico: hablo de pelis entre la aventura, el oeste y el bélico. Si, ya se, que Custer estaba como una regadera, que los otros se defendían y que hay mucho que hablar sobre las Guerras Indias. Pero yo hablo de otra cosa, del mito. Nada de rollos anti quinto centenario (Aski da!, ¿os acordáis los más viejos del lugar?), el derecho de los pueblos y Rigoberta Menchú dando la matraca.






No, no, era lo del tío que sabe que lo van a liquidar y pone el honor por delante, el deber, su sentido, sabiendo que va a una muerte segura por defender su mismidad. Y allí, esa imagen rodeado de todos los caídos, las flechas, los cabalos muertos, pásame otra bala, y los de Jerónimo, o Caballo Loco o Toro Sentado, atacándoles en oleadas hasta liquidarlos a todos. Y Custer allí, con el sable partido en una mano y el estandarte del Séptimo de Caballería en la otra, preparado para llegar hasta el final sin rendirse.


Me gusta lo de las botas puestas, Altea, y sobre todo lo de estar dispuesto a mantenerlas por encima de un mundo de cobardicas y flojos. Y ya del gato, ni hablamos.

viernes, 15 de junio de 2007

Me acuerdo de una vaca

De vacas. No de vacaciones, Bueno, un poco si, para argumentar, pero a lo que me refiero es a las vacas, vacas. Las de mú y tal.

El día aquél que os hablaba de elefantes -¿os acordais, desmemoriadillos?- apuntaba que a mi me gustan las vacas. El elefante por su saber estar, el dandi de la jungla, así, con ese gris tan elegante. Las vacas son muy suyas. Oye pues yo a topos. Aunque engorden, me los pongo y reviento que me da igual. Quien dice topos dice manchas, ya sabéis. O de rubias casi platinos, o castañas, o como les da la gana. Que luego los pastores les ponen nombre. Es curioso eso. Un pastor tiene ovejas, borregos y bichos, las cuida y tal, pero son ovejas, no dan más que para un jersey o un ternasco. En cambio a las vacas les ponen nombre. Por algo es.


Yo a las vacas les veo la cosa materna. No se, las vacas son buenas. Aunque si se enfadan igual te hacen correr un rato por el pasto. Otro punto flaco es el de las boñigas, con perdón, pero al fin y al cabo malas no son, porque sirven para la huerta y así los jipis de la agricultura ecológica están contentos. Eso decía, las vacas y su sentido maternal. Cuando tienen las terneras cerca, cuando te miran y se quedan así muy quietas, como diciendote que tú eres también como una ternera y que ella es también un poco como tu mamá. Ahora que lo releo se que suena a raro y que hasta puede havber un graciosillo que le saque punta, pero no se me ocurre mejor manera de decirlo.


Un día estábamos -lo que os decia de las vacaciones- de visita por Roncesvalles, con Paco y Helena. Yo estaba echando fotos como un loco, árboles y piedras y de pronto una vaca. Estaba a lo suyo, normal, picando un poco entre horas, que todos sabemos que engorda un montón, pero que te quedas de fábula. Y la miré un poco y me gustó su pelo. Y le hice una foto. Y luego le hablé y todo eso. Ya si, raro, pero a ver si no es mejor hablar con una vaca que con según qué prójimo.


Y volvemos y llevo las fotos a dónde las fotos y a los dos días las recojo y quedamos un día para ver las fotos y Helena, entre otras, me pide copia de la foto de la vaca y vuelvo a la tienda y me las hacen y quedamos otro día y se las doy, vaca incluida.


Un día me cuenta que la ha puesto con chinchetas en un corcho que tiene en su trabajo, porque le encanta. Y que sus compañeros primero se creen que está loca pero luego cuando les habla de la vaca al final les termina gustando.

Las vacas majas. Otro día pego otra foto de vacas.

jueves, 14 de junio de 2007

Dos cosas de aquí

Comento un par de cosas que tiene que ver con la mismidad. Metablogueada sería. Bueno, una si, al otra un poco menos, pero también. Vale, empiezo por la segunda, por hacerlo de alguna manera, o sea.




Resulta que unos cuantos letraheridos de los que vuelan por ahí hacen una cosa muy inteligente, extraordinariamente sencilla y evidente hasta casi el aburrimieno, pero bien. O sea, que se recomiendan cosas de interés en su negociado. De verdad que es algo tan claro y sencillo que parece una tontería: a mi me gustan las bicis, oye a mi también, pues te recomiendo una y tú me recomiendas otra.

Hace días tostaba con lo de que se estaba entramando una cierta red de lectores que, creo, nos lo pasamos bien leyéndonos, escribiéndonos y tal. Bueno, cuestión, que ya vamos llegando al hueso. Uno de los ilustres que por aquí anda es este tipo, un muy buen amigo que además es muy bueno en lo suyo. Él ya sabe que no soy un pelota y que si lo digo y lo recomiendo es porque me da la gana, porque es bueno y porque si alguien reclama, que busquen a un zumbado que hace llamarse Nodisparenalpianista y que no sabe firmar carnés. Bueno, yo que sé, leedle lo que le han colgado y a ver qué os parece. Y le podéis comentar cosas.

La otra cosa: otro amigo lector al que conozco algo menos pero con quien comparto al buen amigo del coche del Valle del Kas de ayer y de anteayer, ha hecho esta entrada tan simpática, tan bien sentida, tan bonita y tan agradecida a la que os remito. También os hago hincapié en lo que apunta del pequeño Hugo sobrinito: a los que recéis, que nos acordemos de él, y a los que no, pues también, jolín que algo hay que hacer por un crío de tres años, ¿no?



Ay, si que es cierto que esto es muy divertido. Y además, con cosas buenas. Un Nodisparenapianista con suerte.

miércoles, 13 de junio de 2007

127 (II) , o sea, 128

El guardia que dice, desde la ventanilla del conductor, esto es, Regi: que le demos los papeles. Bueno, buena señal, con estas pintas, a estas horas y en este coche no nos hacen salir. Buscamos los papeles y le vamos dando. Regi, el carné viejo; yo, el nuevo y el canario la fotocopia.


Hay otra patrulla pidiendo papeles a otros conductores y aún otra más que sólo mira. Vigila. Todos con antibalas, pero no han puesto las tiras con pinchos para cortar el paso. No parece nada raro.


¿Pero esto qué es? Se ha mosqueado.


El canario, la fotocopia, mal rollo. Oye, salimos y le explicamos. Y salimos.


A ver, a dónde váis. Venimos de estudiar, exámenes y tal, a ver si dormimos un rato y mañana otra vez. Pero este es menor. Si, pero también se examina. Y le cuenta la milonga del padre, la selectividad, Canarias y tal. Pues con esto no puedes ir, dice el agente rebotado. Se le acerca el compañero. A ver qué pasa. Poli bueno, poli malo. Total que le echan la bulla al canario, llaman a Central comprueban los datos y le vuelve a soltar un rapapolvo. El pobre canario desplumado.


A Regi le piden los papeles del coche, las pegatas de la ITV, el dibujo de las ruedas, no se, de todo. Y vienen a por mi.





Con este carné no puedes ir.


¿No?


No.


¿Y por qué no?


Pues porque está mal.


¿Como que mal?


Pues mal, mal. Y no puedes ir.


¿Pero cómo que mal?


El nombre.


¿Qué nombre?


El nombre. Está mal.


Oiga, a ver. Yo me llamo así. Y así lo pone, no se si me explico, o esa.


No, si eso estará bien, ahora nos confirman en Central. Digo abajo.


¿Abajo?





Explico. Por circunstancias que no vienen al caso me acabo de renovar el carné. Me han hecho el nuevo y los agentes creo que aún no se aclaran mucho. Todo es digital, atómico y la mar de moderno. Cuando al cabo de tres meses, lo menos, me lo envían por correo, decubro que en lugar de mi firma pone mi nombre escrito por mi mano, o sea N O D I S P A R E N A L P I A N I S T A, así en mayúscula y manuscrito, en el cuadrico donde miran los tenderos cuando firmas las visas.



Sigo.



Esto no es un una firma. Esto está mal. Con esto no puedes circular.


Oiga, a ver. La cosa es que me fui a hacer el carné a la Comisaria de Baja Navarra, su compañero me dijo que rellenase el papelico. Y le dije: oiga aquí va el nombre y me gritó, bastante mosqueado, pues si pone nombre pones nombre. ¿Otra vez? Pues si, todas las veces que lo ponga. ¿Tres veces? Pues tres o trescientas, las que haga falta, si es que ya no saben ni leer. Y yo lo puse, por tonto que me pareciese, porque la cuestón era ahoorrarle a aquel hombre una angina de pecho por un quítame allá esa firma.


Si bueno, pero es que no tiene dibujito. Esto no vale.


¿Cómo que no vale?


Pues que no vale. (Y llega el compañero)


¿Qué pasa?


Pues que aquí el ciudadano va con un carné mal hecho.


Oiga, mal hecho no, su compañero que no se aclara.


No, que no se aclara, no, que usted rellenó mal las cosas. No se enteran y luego a echarle la culpa al funcionario.


Oiga, si me dice que ponga el nombre yo pongo el nombre, y si me lo dice a gritos, pues más deprisa todavia. Como si me dice que baile la conga...


Oye, sin cachondeítos...


A ver, a ver... enséñame el carné, que ya es tarde y estos chicos tienen que ir a descansar y a nosotros aún nos queda verificar a uos cuantos...














Yo no soy este pollo, faltaría más,


pero me da que mi cara de susto en este trance que os cuento


tuvo que ser parecida a la suya


Sigue la discusión porque yo le digo que firmo como me da la gana, que si no hay rúbrica es cosa mía, y que si me estafan copiándome la firma es mi problema, el de la CAN y el de la visa, pero que eso ha de valer. Y el policía que no, que sin dibujito eso no vale, que así no se puede firmar, que cómo me van a hacer un contrato y que no puede ser.


Total que, gracias a la intercesión del poli bueno, se aclaró el tema y me aceptaron la papela como identificación. A esas alturas, el canario estaba en el asiento de detrás al borde del llanto porque se imaginaba la bronca del padre cuando le fuese a pagar la fianza a Martutene y Regi estaba pensando que qué mala suerte, que si le llegan a trincar unos Forales¿pero no te arreglé yo el estárter el domingo pasado en Tiermas?-, nos habríamos ido a domir hacía un buen rato.


El poli majete que convence a su compañero rebotón y dice que vale que si, que esté comprobado y que podemos circular. Pero mañana te vas a Comisaría y que te arreglen ese carné, que con eso como te pillen, no te van a identificar y no puedes andar por ahí con ese documento, que no vale. Vale. No, que no vale. No, que digo que vale, que si, que ya iré, vamos, corriendo, por la mañana, lo primero que haga, faltaría más.


Aclarada la cosa y ya más relajados nos cuenta el majo que es un control rutinario, que han de presentar cada tres meses o así no se cuántas identificiaciones ante el no se qué judicial y que como les pilla el toro, se pegan toda la noche pidiendo papeles a ver.


Entiendo el rebote del uno y las ganas de arreglarlo todo sin mayores problemas del otro. Supongo que las cosas se ven de otra forma cuando vas al trabajo con chaleco antibalas y cuando en lugar de tres tontos en un coche trapero con los papeles medio regular, te pueden salir tres tíos con ganas de freirte a tiros.




Anda que no contamos veces esta historia el Regi y yo.


Y no me repetí el carné. Y lo usé la tira de tiempo. Y no me detuvieron. Y me aceptaron todas las visas, que es lo que cuenta. A ver.

martes, 12 de junio de 2007

127 (I)

Una noche nos quedamos a estudiar. Eso sería antes de los exámenes de cuarto, calculo. O igual de tercero, no se seguro. Venga, pongamos cuatro y asunto arreglado.

La cosa es que a veces estudiar solo es un tostón, se te va el santo al cielo, te levantas ocho veces a merendar y no bajas de quince resopones, que cuando llegas al examen te han de abrir las dos hojas de la puerta del aula treinta y cuatro. ¿Pero no era en la treinta y tres? No, eso los de medicina. Chiste malo y nervioso, claro.
O sea, que quedamos para estudiar una noche en el club por que que anda Regi. Regi es Ricardo, un compañero de clase, natural de Vallecas con K, apasionado literario y compañerno de un sinfín de tertulias que íbamos organizando y que terminaban siempre como un mano a mano entre los dos. Ay, el entusiasmo devla gente henchido de pereza que termina como termina. Pero no estábamos en eso.

Estábamos estudiando en Velate. Entre Iñaki, Pablo y yo lo rebautizamos como Colgate y nos echamos no pocas risas con la tontada. Ya ves tú.
Hemos cenado algo y llevamos un buen capazo de horas metiéndole caña al estudio. Lo bueno de hacerlo en grupo es que siempre hay con quien consultar dudas, pedir papeles, intercambar libros, yo qué se, sobrellevarlo con alguna alegría. A eso de las dos o por ahí, estamos que no nos aguantamos los rulos.
A esa hora, de todos los que comenzamos sólo aguantamos Regi, un chavalito canario que casi ni conozco y yo. El canario, digamos, está preparándose para la selectividad, y se ha colado entre los universitarios. Pues bien. Yo me duermo. Y yo. Y yo también, el timidillo canario. ¿Pues? esto de pues es muy navarro, no se si lo diríamos o qué, pero la sustancia sería esa.

Total, que decidimos recoger el chiringuito, porque son las dos pasadas y entre toda la movida, es complicado estar en casa antes de las tres.
Pues nos vamos.
Y Regi que dice: oye que os llevo.
Porque Regi tiene coche. Bueno, coche. O sea. Un vehículo.

Este tío con tanto acelerón en las cervicales no sabía lo que decía

Porque Regi tiene un 127 cascajoso que le deja tirado cada vez que se va al monte. Funcionar funciona, pero poco, o sea. Es fácil saber cuál es, porque es, posiblemente, de todo Pamplona, el unico que lleva una pegatina que pone Valle del Kas, pero su fama se extiende allende los límites de los burgos pamploneses. Regi se aficionó a ir al monte los fines de semana, en bienintencionadas excursiones mayormente despanzurradas por la blandura del ciento veintisiete. La cosa es que a la que subía media cuesta, el coche se crujía y les dejaba tirados a los expedicionarios. Allí, sentado sobre el morrillo a la espera de que algún alma caritativa les socorriese. Y claro llegaban los Forales. La polícia navarra, con esos txapelones que parecen paraguas colorados. A ver, qué pasa. Que el coche nos ha dejado tirados. Y el día que no le cambiaban la correa, le ponían a secar la tapa del delco o le acababan empujando hasta que arrancase. Y a ver si cambiamos las bujías, chavalote. Pero claro, eso es una pasta y estamos como estamos. Contaba Regi que cuando adelantaba a una patrulla de forales, no pocas veces le saludaban porque eran ya conocidas por todas las merindades las virtudes de su cachivache.
Pero volvemos.

Salimos de Velate con los papeles y tal y estudiamos la ruta: pues primero llevamos al canario a su nido en el Ensanche, por Carlos III, volvemos por la Plaza de los Fueros hacia mi casa en Iturrama y luego él sigue camino a Barañáin. Pues vale.
Nada más salir, da la vuelta por la Avenida de Bayona, pasado Rumbos y vemos varios coches de la policía y algunos turismos estacionados. Es bonito decir estacionados. Como otoñal, pero distinto. Me centro.

Un control. Habrá pasado algo. Llevamos cinco horas encerrados y no sabemos. ¿Llevais el carné? Y dice el canario que él no, que lo tiene su padre, que como es menor no se lo dió, que lleva una fotocopia y el teléfomo apuntado por si le pasa algo. Uf, suspiro. Con un poco de suerte no nos paran.
Y, claro, nos paran.

A ver, chavales, documentación.

lunes, 11 de junio de 2007

Volando voy

Un día me envío la foto ésta al trabajo y me la pongo de fondo de pantalla.

Echarle fotos a los aviones es una especie de ruleta rusa. No sabes muy bien que es lo siguiente que va a pasar y con lo rápido que se sucede todo, es imposible pensarse mucho lo que harás. Ya terminaba la actuación de la Patrulla y parecía que se iban. Pero sabíamos que ellos seguían por allí. Entonces hacían eso: llegaban desde el mar, hacían esa especie de bucle y daban una pasada estruendosa, considerablemente baja, pintando la bandera. Les estaba viendo de lejos, de muy lejos y se me ocurrió ese encuadre, con un triangulito azul, el mar, para dar la referencia de la posición y, en cierta medida, de la distancia.

Y ¡chas!, estampa.



O sea, que me la mandé al trabajo y me la puse de fondo de pantalla. Así estaba. Un día veo que una compañera mira de reojo y pone cara de ¡huy, lo que he visto! ¿Y qué has visto, chata?

La pobre estaba escandalizada porque había una bandera española en la pantalla. Y le conté. Es la Patrulla Águila, una de las mejores acrobáticas del mundo, los aviones son C-101, fíjate qué precisión de líneas, tres tres y vértice, la trayectoria del giro, tal, y claro, dibujan la bandera española. No vana a pintar la del Congo. Una vez vi a la patrulla inglesa, pero no fueron capaces de pintar la Union Jack, normal. Ya, pero eso es de "facha". No, pensé, no es de "facha": hacer ese comentario es de imbécil y de reprimido que ve fantasmas donde no los hay, pero para mi desgracia, he de vérmelas con especímenes de ese tipo en mi cotidianedad. En España no cabe ni un tonto más dijo el gran Santiago Amón, el pobre. Anda que si levantase la vista y viese cuánto somos capaz de apretarnos...

Bueno, pues de avioncitos; si tenéis oportunidad os recomiendo ver a la Patrulla Águila. Y a la italiana, y a la francesa, y a la estadounuidense y a todas las que podáis. Es una forma como cualquier otra de quedarse boquiabierto mirando el cielo.

domingo, 10 de junio de 2007

En justa reciprocidad...



O como reacción endogámica, como dice el impostor del FuturoBloguero (¡tu futuro es presente!), coloco aquí al entrar a mano izquierda, la dirección de unos vecinos que han tenido a bien ponerme un linc directo a mis gueps para frución y deleite de todo aquel que se anime a disfrutar de mis tontadas. He puesto algunos más de mis fijos, donde suele ir quedando el rastro de mis teclas.


Esto tiene su gracia. Lo he hablado en la vida real y en esta, lo de que es curioso como vamos tejiendo una red de lugares afines por los que no sólo deambulamos sino que incluso participamos diciendo nuestras cosas. Imagino que cada cuál somos como somos, pero alguna afinidad tendremos cuando nos repetimos en las visitas y nos recomendamos. No siendo yo tan escéptico como Pablo (aquel al que llamábamos retablo) que decía que después dela imprenta no ha habido buenos inventos, me continúan sorprendiendo estas cosas que siendo tan de botonicos y misterios digitales, terminan revestidas de tanta sensatez y buen criterio.

Es divertida esta cosa.

sábado, 9 de junio de 2007

El sueño de Mondrian

Exilio.


Broadway.


Jazz.


Terminé como una moto.





Foto:
Una Vespa al lado de casa.
2007.
Hecha con el móvil.

viernes, 8 de junio de 2007

The Cure aquí

Lo habría empezado a oir porque tocaba supongo. Lo que sale en la radio, lo que alguien te dice que le gusta, lo que ves un día de pasada y te llama la curiosidad. Cuatro tiparracos con la cara pintada de blanco, los ojos de negro y el pelo cardado y despeinado. Claro, por mucho que te gusten no te vas a disfrazar como un tonto para parecerte a ellos. Bueno, había gente que si, pero eso como ahora que quien más y quien menos, se sigue disfrazando como para parecerse a no se sabe muy bien qué. Ropa, persona, uniforme. Interesante cuestión, creo.


Camino en busca de los discos más raros, de los discos más baratos. Íbamos al salir de clase por las tiendas de discos del barrio antiguo. Ahora, a estas alturas, a día de hoy, resulta que trabajo cerca de esa zona. Oh tempora...
Una, con discos nuevos y algunos piratas y de segunda mano; la otra, con vinilos imposibles de segunda, tercera y cuarta, de los que tenían grantizada la freiduría de chistorra como dice Marta el otro día en lo suyo. Y allí me debatía entre mi pinkfloydianía militante y mi apertura a sonidos más contemporáneos, por así decirlo. The Cure o Duruti Column -así, con errata-, algo de Depeche Mode y músicas circunstanciales. Solemos ir en grupitos de tres o cuatro cazavinilos. Le damos, según cada cual, a Bruce Springsteen, a los míos, al primer Brian Adams, que rivalizaba con Bruce como rey del rock de taller mecánico, tanteábamos a Siouxie y a Gabinete Caligari -Cómo perdimos Berlín-, descubrimmos joyas como la Orquesta de las Nubes y estábamos rendidos a Radio Futura, claro. Mis dos tiendas eran Kebra, donde charlaba con uno de los dueños sobre cuál era el mejor disco de los Floyd mientras me vendía a setecientas pelas el Faith o el Pornography. Recuerdo cuando le compré el Pomeii. Un día lo cuento.
La otra era Edisons y las dos más que había en la misma calle. Ahí uno encontraba desde sucedáneos gasolineros de Manolo Escobar a rock progresivo setentero tipo Máquina hasta crooners y bandas sonoras. Poliedros musicales sin duda. Ese olor entre el cartón, el vinilo y la suciedad que te quedaba en los dedos, mira, un punki, ese tío lo menos lleva ocho discos para comprar, ese tío lleva lo menos ochenta discos para vender, mira, mira otro de los Floyd, pues traémelo que te tengo aquí dos más de Bruce. Una vez el ayuntamiento tiró media calle y se pulió la mitad de tiendas para dar oxígeno al barrio y abrirlo a la nueva emigración, que son los moros, pero que no se atreven a decirlo. Ay.

También un día, cruzando la calle hacia el metro en dirección a algún lugar, me imaginé un disco, desde la portada hasta la última nota. El Three imaginary boys, con aquella carpeta en fucsia y la nevera. El de arriba, si. Había visto en una especie de cine postmoderno de verano Absolute begginers, la castaña aquella protagonizada por David Bowie, con mi amigo Joan y anduve taladrando no poco tiempo con usar un frigorífico como armario ropero: en el congelador los zapatos de gamuza azul, por supuesto. Porque las botas punkies no cabían. Eso, carpeta fucsia, nevera blanca y allí dándole, la intensidad de Plastic passion, los cambios de velocidad de 10.15 saturday night, Killing an arab basado en el Extranjero según decía Robert Smith, la enterrada Subway song, la clásica tristeza y decadencia de Three imaginary boys, la música perfecta para perderse en el jardín aquel lluvioso, creo que de El sueño eterno, cuando llegaba Marlowe, o Foxy lady, uno de mis primeros encuentros con Jimi Hendrix. Por cierto, en Kebra tenían el disco de Hendrixcon la portada aquella censurada en su día, que remite al Baño turco de Ingres.

Si he de hacer una lista imprescindible de los Cure, información de servicio, estarían Three imaginary boys (el de la calle que cruzaba), Seventeen second (que tantas veces tuve que oir para que me entrase), Faith (uno que escuché una Semana Santa casi sin descanso, como hice otra con el Some Great Reward de Depeche Mode), Pornography (que con su nombre tan provocador sigue siendo la expresión máxima de lo oscuro), The head on the door (que tanto aborrecimos por amarlo, cuando lo convirtierton en superexito de radiofórmula) y Disintegration (banda sonora de no pocos paseos gastados por la pampelunense Vuelta del Castillo. Y el último, vale, The Cure. Y el Mixed up, manía personal, que me compré en Pamplona en la tiendaa aquella de discos que había al lado de La Granja, un día que anduvimos Cefe y yo de tarde y de birras. Supongo que era una especie de epopeya el ir de discos, buscar más barato, encontrar joyas, no poder comprarlas porque ya estabas pelado o encontarte un billete de quinientas pelas esperándote en mitad de la calle, ¡uo! amortizada la compra de hoy. Nada de ir a la FNAC y cargar, como cuando te quedas sin yogures y bajas al Merca a comprar a toda velocidad. Necesario, pero sin gracia. Los vinilos, qué cosas.
PD: me ha pasado una cosa con los vinilos. Luego lo cuento.

jueves, 7 de junio de 2007

La despensa del Pirata

No me acuerdo bien, pero yo diría que fue Fernando quien le puso nombre un día. No hay leche. Ni chococrispis. Pues baja al Pirata y que te venda una bolsa. Y vuelve César que dice que le ha costado un pastón la bolsa de kaiku y la caja, que casi se ventila en ese desayuno.


El Pirata, claro.





El Pirata regenta una especie de tienda de ultramarinos pero vende cosas raras. Por aquí la costumbre es vender en el mismo sitio la prensa y el pan. Y si tienes pan y prensa, lo lógico es tener galletas, leche y cosas así. Unos embutidos, una máquina de cortar embutidos que tiene la grasa pegada en sustratos, una máquina de helados que también tiene el hielo en sustratos, unos botes de alubias y tal para un apuro, atún, bendito atún, que si unas bolsicas de manís y de patatas fritas, cuatro gominolas... El Pirata vende de todo eso. También tiene tabaco debajo del mostrador. Para vender, se entiende, que no se si fumaría o no, pero gastaba unos malos humos que tela marinera.

Porque mucha bromita y todo eso, pero el Pirata era un cretino de tomo y lomo. De hecho, si todo el mundo sabía de quién hablábamos es porque en algún momento le habíamos sufrido sus certeros sablazos de bucanero facineroso. Llevo un romano y dos kaikus. Pues esto es, a ver, y metía el labio de abajo con lo que se le veían algo más los cuatro pelos de barba, entornaba los ojos achinados y calculaba: la leche ciento cincuenta cada una, el pan cien, o sea... Oye, ¿cómo que ciento cincuenta si ayer me has cobrado cien por una bolsa? Mmm, pues no se majo, no puede ser. ¿Cómo que no? y le dices a la chica, ¿no te acuerdds que me las diste tú? Y la otra que pone cara de malas pulgas directamente aprendida del usurero de su jefe. Pues no me acuerdo, no. Pues yo si me acuerdo y eran cien. O sea que ahora no te voy a dar diez duros más. ¡Ay!, eso es que funcionaba la presión y el pirata tenía que bajar las defensas, que si, majo, que si que me estaba confundiendo, que es leche fresca, que me he equivocado con la de cartón, que son setenta y cinco y como eran dos he pensado pues como una de plástico, ya ves. Y claro, lo que es claro, no lo veías nada claro, lo único que podías apreciar era que ese tío haciendo cuentas era tonto perdido o listísimo y que la chica aquella que tenía en régimen de medio esclavismo, una rubiona cuadradota con cara de malas pulgas tenía más malas pulgas que nunca, y que parecía decirte con la mirada algo así como la próxima vez que te cobre yo, te crujo. Menudo peligro tenía.


Con esos antecedentes pues no volvías a no ser que estuvieses muy apurado. Siete de la mañana: ¿César, quién ha sido el idiota que se ha terminado la leche? Yo; me la terminé ayer con los últimos chococrispis. Pues te toca ir a buscar, y come galletas, que ese tío te cobra el triple por la caja de guarrerías que te comes y luego no llegamos a fin de mes. No, yo desayuno chococrispis, es mi capricho, cada uno tiene el suyo. Si, yo galletas, Fernando lentejas e Iñaki el pollo al ajillo. Este tío es tonto, nos repetimos. Bueno, y subo la prensa. Porque el Pirata también puso prensa. César, no subas el Diario Vasco, que no nos gusta. Ay, es que en los otros no habla de la Real. Es igual, ya te hablaremos nosotros de la Real, tú compra El Mundo y date prisa. Bueno, pues El Mundo del País Vasco, aunque hablen mucho de los bizkotxos. César, ¿¡quieres hacer el favor de irte ya a buscar la leche o llegaremos todos tarde!?

Luego volvía. Este tío es un pirata: ¿sabéis lo que me ha costado el romano, la prensa y la leche? Y los cereales, ¿no? Bueno, si, y los chococrispis.

Pues un pastón. Y todo por no ir el día antes a Aundía, que era, así todo junto, el súper donde comprábamos las vituallas envasadas, una cuarta parte más baratas y más frescas -nunca mires las caducidades si compras en ese tipo de antros- que las que te endosaba el Pirata. Es que era un cara: señora, no, serrano no me queda -como si lo hubiese tenido alguna vez- pero tengo esta mortadela con aceitunas que está estupenda, yo la como todos los días. O sea, que eran sobras de mortadela que se había puesto verde y aún había gente que tragaba. Luego también le compraban gominolas y guarrerías los chavales del instituto de al lado, la leche todos los estudiantes despistados de los alrededores, Iñaki Ducados cuando se pulía los cartones demasiado deprisa y Gabriel el periódico, una bolsa de patatas y una lata de aceitunas los días que volvía bolinga, que era, menos los lunes -también hay que descansar-, casi todos.


El Pirata, menudo tío. Uno a veces se acuerda de la gente por las cosas buenas, y otras veces se acuerda de la otra gente por las canalladitas que va haciendo por ahí. Claro que, con esta producción de cantimpalos que nos ha tocado padecer, lo del Pirata era casi una bendición. Supongo que si un día vuelvo para ver mi ventana, igual me acerco para ver si sigue allí. O igual no. Igual no me imagino ese sitio sin el Pirata. Menudo pirata, si.

miércoles, 6 de junio de 2007

Tengo sueño

Iba a poner otra cosa, pero ahora se me ocurre esta.


Es lo que tiene lo del blog, que se te ocurre otra tontada y cambias sobre la marcha. Hablábamos hace unos días en una cosa fuera de aquí -en la vida, ya sabéis- de La tempestad y de Próspero y de aquello tan bonito que dice sobre los sueños y sobre su mundo mágico.


Tratábamos sobre la extraordinaria versión que, de la presunta última obra de Shakespeare, realizó Peter Greenaway, de cómo le vendió la burra a los productores y los danzarines aquellos para pasarse media película en cueros viendo como Calibán hace contorsiones, de cómo nos coló los veinticuatro (numero bonito, aunque algo menos que el veinticinco) libros que rescató en el naufragio. Por cierto, Miranda, hermoso nombre para su heredera, como la chiquita aquella que se insinuaba al duro Harper. Qué cosas...




Este fin de semana el esforzado J (punto), que es uno de los pocos que actualiza todos los días -plasplasplas, cerrada ovación-, colgaba una cosa que devino en ensoñación. Los sueños son lo que son: sueños. No se, ser colega de Tintoretto, tener un buga como el de Alonso, ver lo de Van Gogh en la Thyssen, un traje como los del dux o poder declamar como Sir John Gieguld. Y ¡plas! un despertador dando morcilla.


Pues eso, que nadie nos los robe.

martes, 5 de junio de 2007

La leyenda de la balsa del castillo

Cuenta la leyenda que bajo la cisterna del castillo hay un rey moro enterrado en un cofre de cobre, con todas sus riquezas y que está protegido por espíritus malignos.



Parca en palabras la leyenda esta, puesto que no nos cuenta ni qué rey fue, ni por qué le enterraron allí. Puesta a contar, podría contarnos qué demonios hacía allí tan arriba del monte un rey. Y también a propósito de lo de antes, quiénes son y por qué le custodian esos demonios. Y ya, como malsana curiosidad y, aunque es un poco asqueroso, podía contarse si el agua quedó maldita y con sabor hediondo o si no, si siguió siendo riquísima agua de lluvia de la que bajan los torrentes.




Castelo dos Moros. Sintra


Y es que hay leyendas y leyendas.


Porque otras te cuentan de todo, que si el caballo blanco, que si el príncipe azul, que si la rosa roja, que si el dragón verde, que si la princesa estupenda, de todo. Pero visto está, lo mismo que no todos los reyes son iguales, las leyendas tampoco.


Así es que sabiendo eso, lo del rey moro enterrado en un cofre de cobre con todas sus riquezas, bajo una cisterna de su castillo, lo demás o nos lo imaginamos o vamos dados.