jueves, 18 de enero de 2007

Xabi y los Who



Por mucho que Xabi lo intentaba, a mi los Who no me acababan de entrar. Aún recuerdo el día, la tarde mejor, que muy serio nos dijo al grupillo que salíamos o entrábamos al aula, justo al comenzar el pasillo de la planta baja de las aulas del edificio de Arquitectura, donde asistíamos a clase –cuando lo hacíamos- en segundo curso. Viene el tío y con la mejor de sus tartamudeces -la cosa requería su cierta dosis de nervios-, nos anuncia la buena nueva musical del quinquenio: los Who se reagrupan para tocar una semana en Londres, o algo así.
Técnicamente, no se si los Who llegaron a separarse y a reunirse o si simplemente fue un impás en su estado de criogenización. Pero lo divertido fue que Xabi, un loco de los Who, insisto, estaba decidido a ir, posiblemente con el primo, un tipo feo hasta decir basta, que estudiaba arquitectura y que a veces había salido con nosotros. Pues vale.
Y claro, animó a ir a la concurrencia, puesto que, según él, aquello iba a marcar un antes y un después de la música.. Yo comprendí y sigo comprendiendo lo que le sucedió al muchacho, porque pinkfloydiano como era y como en el futuro volvería a ser, cualquier atisbo de vida de tu banda predilecta, cualquier señal de que estén proyectando algo es un océano de esperanza para el verdadero júligan de lo musical. No llegaría a llenársele los ojos de lágrimas a uno, pero si que se cierra un pelín la boca del estómago, se sienten cosquillas en la tripita y se piensa, si, si, si, esta vez –si se confirma el bulo del nuevo disco- habrá gira mundial, tocarán cerca, podré cogerme un día de fiesta, haré cola, me bañarán en cerveza caliente, tendré que estar de puntillas tres horas y media –porque el concierto será largo, si lo sabré yo- y volverán a tocar el repertorio antiguo, psicodélico y bonito que a mi tanto me gusta. Se le podría llamar amor, dicen algunos. Pues bueno.
Y Xabi que sigue tartaja y nos comenta que no tiene ni un duro y que a ver qué va a hacer. Que de entrada la bici no, pero que todo lo demás lo vende.
¿Qué todo? Eva emocionada. Pues todo, la ropa, esquís, libros, hasta discos de los Who, si fuese necesario.
Las botas Doctor Martens, auténticas y la bomber, las joyas de la corona de un aspirante a mod pamplonés, que le habían costado un ojo y lo otro del otro, y el tío lo iba a vender por ver a cuatro momias que estaban más acabadas que... ¿Pink Floyd? Tío grande, el Xabi.

-¿Y tú no qu-quieres mis botas?
-¿Las botas? ¿Pero que número calzas tú?
-Un cu-cu-cuarenta y trrres –porque euskaldún él, marcaba un montón las erres
-Pues ya me contarás, yo un cuarenta. Ya lo siento
-Pe-pero son muy guapas, tío. Mi-míralas, esto se arregla –y marcando también la ge-ele muy guturales, porque es de los antiguos de verdad, navarro, vamos.
-Anda. Hombre. No me líes y a ver si me grabas Quadrophenia, que tanto dar la brasa y yo no he oído casi nada de los tíos esos.

Tiempo después, mucho, bastante, menos que las edades de los Whos o que los Floyds, pero el suficiente para que se pueda decir que bastante, descubrí a los Who. Pero fue gracias a la versión que los Sex Museum hicieron de I’m free y que oí en cierta ocasión en la radio. Y rebusqué la cinta que me había grabado Xabi en los años de universidad, frío y venta de botas. Pero no la encontré. En cambio, localicé la banda sonora de Quadrophenia en la Biblioteca y, después de no pocos problemas que no vienen al caso, la copié y la escuché con fruición y deleite. Y me encantó.Y un tiempito más tarde, breve, localicé la cinta del Xabi. Y ahora ya tengo el cedé, muy bien pirateadillo. Pero la cinta no pienso borrarla.

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