Sobre un estante vio, de refilón, al levantar la vista de su cocacola, una botella verdosa y sucia, como con cosas pegadas, un poco extraña. Pero como estaba completamente metida en sus cavilaciones, no le prestó mayor atención.
En la Residencia Militar había visto un vino etiquetado de manera extraña, con un troquel del mapa de la comunidad. Preguntó y le contaron que uno retirado tenía una pequeña bodega y que embotellaba algunas especiales para vender allí, para amigos y así. Pensó comprar una caja para regalar a los de su Cuartel. Y me guardaré una. O dos, varias. Y cuando me retire estará como esa. Y me acordaré de hoy.
Estaba tan ilusionado con su nueva ropa que ni se fijaba en las cosas. Estaba tan ilusionado que ni se había fijado en lo fea que era la camisa, en que parecía atolondrado cuando habló con aquella chica. Estaba tan ilusionado con su posible trabajo que ni se fijó en que, en otras ocasiones habría descorchado una botella como aquella para celebrarlo.
Un buen verso merece un trago de absenta, soltó en una verborreica velada entre poetastros. Entonces parecía que competían a ver quién la decía más gorda, una manera como cualquier otra de creerse snobs. Parecía que competían a ver cuántas palabras raras metían por frase. Hasta que un día se diese cuenta de lo feas que resultaban esas cosas. Un buen verso vale la pena. Tan cierto como que su pluma estaba a punto de estallar contra el suelo.
Aquella botella esperaba un acontecimiento. Le había acompañado un día de pesca, siendo chavalote en su pueblo. Había estado refrescándose, atada a una guita, en el cauce, mientras pescaba truchas y barbos. Ahora reposaba en un estante, detrás, sobre la barra, mientras llegaba un buen motivo para celebrar. Pero esa es otra historia.
Un hombre al fondo ni veía ni era visto.
En la Residencia Militar había visto un vino etiquetado de manera extraña, con un troquel del mapa de la comunidad. Preguntó y le contaron que uno retirado tenía una pequeña bodega y que embotellaba algunas especiales para vender allí, para amigos y así. Pensó comprar una caja para regalar a los de su Cuartel. Y me guardaré una. O dos, varias. Y cuando me retire estará como esa. Y me acordaré de hoy.
Estaba tan ilusionado con su nueva ropa que ni se fijaba en las cosas. Estaba tan ilusionado que ni se había fijado en lo fea que era la camisa, en que parecía atolondrado cuando habló con aquella chica. Estaba tan ilusionado con su posible trabajo que ni se fijó en que, en otras ocasiones habría descorchado una botella como aquella para celebrarlo.
Un buen verso merece un trago de absenta, soltó en una verborreica velada entre poetastros. Entonces parecía que competían a ver quién la decía más gorda, una manera como cualquier otra de creerse snobs. Parecía que competían a ver cuántas palabras raras metían por frase. Hasta que un día se diese cuenta de lo feas que resultaban esas cosas. Un buen verso vale la pena. Tan cierto como que su pluma estaba a punto de estallar contra el suelo.
Aquella botella esperaba un acontecimiento. Le había acompañado un día de pesca, siendo chavalote en su pueblo. Había estado refrescándose, atada a una guita, en el cauce, mientras pescaba truchas y barbos. Ahora reposaba en un estante, detrás, sobre la barra, mientras llegaba un buen motivo para celebrar. Pero esa es otra historia.
Un hombre al fondo ni veía ni era visto.
10 comentarios:
A mi como no me gusta ni el vino ni la absenta... Donde esté una Schweppes Spirit que se quite todo!
Lidia
No sabía que el Vienés estaba abierto a estas horas. Ni que sirvieran semejantes cosas...
He visto la botella en el estante y en la mesa del fondo, a un hombre que no quiere que le vean.
Cuando guardas algo así nunca llega un motivo lo suficientemente importante para abrir la botella, así que más vale abrirla cuanto antes, no sea que mañana no amanezca.
A anónimoLidia no le des Schweppes, y menos de limón, que las burbujillas se le suben muy rápido a la cabeza.
Yo como buena alcoholica que soy, creo que abriré una botella de vino del más bueno y caro que haya visto jamás, cuando vea que en mi expediente académico pone que tengo todos los créditos para acabar la carrera!
¿y una limonada fresquita?
Anda que no.
Al de la camisa que alguien le diga algo, hombre.
AnónimoLidia, ¿tónica chueps enriquecida?
¿Le has visto, Marta? A veces pieno que no hay nadie.
Joer, Altea, cuánta razón tienes.
N, me encanta que vengas a desenmascarara a AnónimoLidia y el mito de buena nena que tiene. Me apunto a tus festividades etílicas, y si es con el vestidazo de boda, aún más!!!!
Gran dilema, Dulci: ser hombre invisible o llevar una camisa fea.
Pero, en el fondo, lo de siempre: alcohol
Bueno, AmatíaTrenti, en el fondo,a mano derecha (o izquierda, según) el retrete. o el hombre invisible. El alcohol, por todas partes y, a estas alturas, en la barriga.
Brindo por todos.
Esa botella me fascina. Yo no la abriría nunca. Claro, que algún heredero inmoral y canalla se la fundiría en nada. Y a saber cómo, dónde y con quién...
Pues tambuién suena bien lo de guardarla sí, para siempre, Atiza. Y puestos a darle, una de güisqui Dyc y a vivir.
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