(Antes)
Le contó las dificultades para estudiar allí. Entonces, se me ocurrió preguntar en la otra a ver si podía matricularme. A pesar de tener que recorrer unos ciento veinte quilómetros, merecía la pena, por cosa de la seguridad y porque allí no le habían preguntado ni que hacía ni que no. Me comentó el jefe de estudios que, dada mi circunstancia laboral, valorarían cómo poder adaptar un plan de clases y de trabajos que garantizase mi formación, adecuada a los calendarios. Igual tardaremos un poco más en terminar su licenciatura, me advirtió, pero si lo desea, que por nosotros no quede.
Bueno, joven, no se deje cegar por las impresiones, le contestó el General. A veces las cosas sólo parecen lo que son pero a veces son y hasta parecen lo que son o algo menos. Mire, ¿se acuerda de cuando las lluvias torrenciales aquellas? Por entonces yo estaba en Burgos, en un destino cómodo, la veteranía, ya me comprende usted, le dijo entornando un poco los ojos, como signo de cierta complicidad, como diciéndole tómese tiempo y usted también se ganará un buen puesto. Vimos en la televisión lo que estaba ocurriendo y nos pusimos a disposición, como es de ley. Pero surgieron las dudas, claro. ¿Quiere usted un cigarrito? le preguntó mientras le hacía un gesto con dos dedos, como de tijera al mozo que estaba en la barra del bar.
Declinó el purito que le trajo el chico de pelo rapado. Mientras lo cogía le iba diciendo que hacía bien, que mejor no tener ningún vicio, pero que él, a su edad, pues bien poco podía hacer ya para no sucumbir ante esas cosas un poco tontorronas, y lo encendió al tiempo que le invitaba a una copita. A eso no me dirá que no, ¿o está de servicio?
Acompañaron el café con un licor de hierbas digestivo. Nos planteamos dudas, claro está. Allí varios de mis compañeros, de mis subordinados, gente de la familia militar se había dejado la vida y por lo general, no éramos muy bien recibidos. Y eso duele, claro está. Ya, claro, y recordó, pero prefirió olvidar de inmediato. Licor de hierbas, seco, sabroso, áspero y dulce a la vez. Pero es nuestro deber, y no cabía más que lo que tocaba. Ir a hacer lo que tocaba. Eso es.
Por allí anduve haciendo lo que se podía, asegurando pasos, desbrozando para desarmar los diques que había formado los aluviones, hasta achicando agua de un cementerio en un pueblillo que ya casi ni me acuerdo. Impresiona ver salir de una casa de pueblo un ropero de dos puertas medio flotando por la calle. Ya, me figuro, tuvo que ser terrible. Si, lo normal. Es decir, era lo que había que hacer. A veces nos toca en seco, a veces sobre mojado. Cuando le pudimos devolver el armario a su casa, aquella mujeruca nos miró con los ojos muy abiertos, pero no dijo nada. No es que esperásemos algo más, pero me sorprendió su silencio. Entones oímos alguien que llamaba, qua habían localizado unas bestias ahogadas y que teníamos que enterrarlas para evitar las infecciones y esas cosas. Nos dirigimos hacia allí los dos soldados que me habían ayudado y yo mismo. Mientras salíamos pensé que la mujer vendría a la carrera para decirnos gracias, para darnos un bollo de pan o simplemente, para decirnos adiós. Peor no fue así. Simplemente cerró la puerta, echo la llave y vi que miraba por un ventanuco a los lados, buscando a ver si alguien había visto como salíamos de su casa. Ya no tenía ojos de sorpresa sino de miedo. Entonces, pensé, esta gente nos necesita. Y comprendí a mis compañeros, los que ya no estaban.
Dio otro sorbo del café. Miró los papeles y, por un segundo, no supo seguro dónde estaba ahora.
Le contó las dificultades para estudiar allí. Entonces, se me ocurrió preguntar en la otra a ver si podía matricularme. A pesar de tener que recorrer unos ciento veinte quilómetros, merecía la pena, por cosa de la seguridad y porque allí no le habían preguntado ni que hacía ni que no. Me comentó el jefe de estudios que, dada mi circunstancia laboral, valorarían cómo poder adaptar un plan de clases y de trabajos que garantizase mi formación, adecuada a los calendarios. Igual tardaremos un poco más en terminar su licenciatura, me advirtió, pero si lo desea, que por nosotros no quede.
Y aquí estoy, entre papeles de solicitudes. Ya ve, la cosa, por el mal ambiente de aquí lo he encontrado bueno allá. Bueno tampoco, ya me entiende, pero algo mejor. Al menos cuando estoy en las clases.
Bueno, joven, no se deje cegar por las impresiones, le contestó el General. A veces las cosas sólo parecen lo que son pero a veces son y hasta parecen lo que son o algo menos. Mire, ¿se acuerda de cuando las lluvias torrenciales aquellas? Por entonces yo estaba en Burgos, en un destino cómodo, la veteranía, ya me comprende usted, le dijo entornando un poco los ojos, como signo de cierta complicidad, como diciéndole tómese tiempo y usted también se ganará un buen puesto. Vimos en la televisión lo que estaba ocurriendo y nos pusimos a disposición, como es de ley. Pero surgieron las dudas, claro. ¿Quiere usted un cigarrito? le preguntó mientras le hacía un gesto con dos dedos, como de tijera al mozo que estaba en la barra del bar.
Declinó el purito que le trajo el chico de pelo rapado. Mientras lo cogía le iba diciendo que hacía bien, que mejor no tener ningún vicio, pero que él, a su edad, pues bien poco podía hacer ya para no sucumbir ante esas cosas un poco tontorronas, y lo encendió al tiempo que le invitaba a una copita. A eso no me dirá que no, ¿o está de servicio?
Acompañaron el café con un licor de hierbas digestivo. Nos planteamos dudas, claro está. Allí varios de mis compañeros, de mis subordinados, gente de la familia militar se había dejado la vida y por lo general, no éramos muy bien recibidos. Y eso duele, claro está. Ya, claro, y recordó, pero prefirió olvidar de inmediato. Licor de hierbas, seco, sabroso, áspero y dulce a la vez. Pero es nuestro deber, y no cabía más que lo que tocaba. Ir a hacer lo que tocaba. Eso es.
Por allí anduve haciendo lo que se podía, asegurando pasos, desbrozando para desarmar los diques que había formado los aluviones, hasta achicando agua de un cementerio en un pueblillo que ya casi ni me acuerdo. Impresiona ver salir de una casa de pueblo un ropero de dos puertas medio flotando por la calle. Ya, me figuro, tuvo que ser terrible. Si, lo normal. Es decir, era lo que había que hacer. A veces nos toca en seco, a veces sobre mojado. Cuando le pudimos devolver el armario a su casa, aquella mujeruca nos miró con los ojos muy abiertos, pero no dijo nada. No es que esperásemos algo más, pero me sorprendió su silencio. Entones oímos alguien que llamaba, qua habían localizado unas bestias ahogadas y que teníamos que enterrarlas para evitar las infecciones y esas cosas. Nos dirigimos hacia allí los dos soldados que me habían ayudado y yo mismo. Mientras salíamos pensé que la mujer vendría a la carrera para decirnos gracias, para darnos un bollo de pan o simplemente, para decirnos adiós. Peor no fue así. Simplemente cerró la puerta, echo la llave y vi que miraba por un ventanuco a los lados, buscando a ver si alguien había visto como salíamos de su casa. Ya no tenía ojos de sorpresa sino de miedo. Entonces, pensé, esta gente nos necesita. Y comprendí a mis compañeros, los que ya no estaban.
Dio otro sorbo del café. Miró los papeles y, por un segundo, no supo seguro dónde estaba ahora.
7 comentarios:
(...)
(plas, plas, plas)
(y no sé qué decir)
De acuerdo ( yo tampoco se que decir). Me uno al aplauso
Bueno, pues sigue leyendo, Marta.
MaríaJesús, tú también.
yo aplaudo también.
Sigo leyendo también.
Pero tampoco me entero.
Me suele pasar con estas entradas de la etiqueta de "si se me ocurriese..."
Un abrazo pianista.
(No pudo ser) (Lo mío, digo)
Familia militar. Exacto. ¿Sabrá la ministra lo que es eso?
La entrada se merece las dos orejas.
Qué lástima, la dichosa seguridad, el miedo, el no poder ejercer lo de unos y lo de otros con libertad. Y los de las gorras y uniformes, a sacar bestias del lodo y a dar panecillos a los chavales: éso sí que les mola.
Aquí, como no tengo tods la información, amigo Futblo, te lo digo: lo siento, y te animo a triunfar en la próxima. Claro que lo entiendes!!! Repasa las etiquetas!!!!
Duci, con la tripa que luce, más vale que la ministrilla sepa lo que es una familia. Y con lo que ilumina su currículum, o sea, medrar a la sombra dl sol que más calienta y del mejor churri que ha ido encontrando, de militancia creo que también sabe. De todos modos, hasta me sabe mal por el pobre Rubalcaba, jolines. Ay, lo que he dicho!!!
Atiza, lo que confirma que, por complejo que sea eso, unos son mejores que los otros. Ya ves.
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