Acompaño un café recién hecho con leche recién sacada del cartón -sigue por ahí el mito de lo de las vacas y la leche, menuda chorrada, a ver si no de dónde sale la de soja, tíos listos- que andaba apurando el veranillo sin dar leña a los de las bermudas, las chancletas y todo eso. Bueno, nunca es tarde y tal y tal. Y Reverte, erizos y erizas, se nos encampana, lo normal, con la legión de surfistas que cruzan las grandes vías de todas partes.
Entonces, y aquí vamos al meollo, se pone muy en lo suyoa dar una d ecal y otra de arena, explicándonos dos sucedidos personales a propósito de la ola. no de surfistas sino de horteras que nos inunda. Bien.
Yo ahora pararía, clicaría el linc y seguiría después.
¿Ya? Vale.
Cita Reverte lo de Els Quatre Gats, que es un sitio bonito donde a principios de siglo (Veinte, o sea) iban ociosos y vagos de todo pelaje a sacarles los cafés con leche a los burguetses y botiguers de la zona. Los que vendían bobinas de hilo o aún vivían de los intereses del tráfico de esclavos, pero esa es otra película. Por allí iban los nuevos artistas que mataban el hambre y el rato sin dar un palo al agua, a base de colocarles caricaturas chuscas a los ya mencionados y de bailar el minué o lo que tocase con als pubillas y tal. Con los años la cosa fue degenerando, y hoy, además de restaurante de lujo de baratija, es una cafetería antipática, mñás bien ruidosa y nada acogedora. Allí vas, enseñas el garito, si donde Picasso y tal y te largas, porque los camareros son unos gruñones, no te ponen el café con leche calentísimo ni a tiros y gracias si no te derraman la mitad en el platillo. Y te miran con desdén.
Claro que uno no es académico.
O sea. Que igual el buen servicio que comenta Reverte es el que le dan a los ilustres que pasan por ahí a comer esas cosas modernas que tan bien suenan y tanta hambre dejan, para rajar un poquito de los asuntos, para decir por lo bajini que tanto Picasso no es para tanto y para reírse un poco de los botiguers después de firmar los contratos, que es un modo como cualquier otro de rendirle pleitesía al señorito. Y oye, seguimos con las novelas, hasta que aprendamos. O no.
Igual es que eso es lo habitual en los cafés de artistas. Los hijos de la casta que tienen tiempo libre, pasta y jeta para dilapidar lo que tienen y lo que no tienen para pegarse la vida padre pintanto monadas, y a veces ni eso. Y si no se te ocurre, pues copias a Juan Gris, intertextualizas o sigues hilando como buenamente puedes, que luego el botiguer de los libritos ya lo termina de arreglar con una tapa bonita y con una entrevista en Antena 3. En lo de la Patri, claro, que tampoco da el tema para mucho más. Lo que tiene frecuentar los bares de los machacas, tranca de bocata y cortadito veloz. Ahora que estamos me he acordado de dos bares que había en el Metro. Porque antes, había gente que desayunaba en el Metro, camino de la zanja. Sitios de paso, sitios hermosos, cagfé ruido y el Dicen, que era una cosa del furbo, bocadillos de palmo, de salchichas y cosas contundentes. Y ni una chancla, por cierto.
viernes, 4 de septiembre de 2009
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4 comentarios:
A pesar de Reverte, me ha gustado tu post.
Los del bañador pueden, mejor, optar por ir en porreta. Creo que el Ayuntamiento lo permite :)
Els quatre gats. Cuando yo lo frecuentaba, era un bomboncito de sitio, relativamente poco conocido y por lo tanto poco frecuentado.
Recuerdo que preparaban unas "llesques de pagès amb pernil"(rebanadas de pan de hogaza con jamón ibérico) para chuparse los dedos.
No había chancletas, y íbamos bien vestidos. Eramos unos fachas, claro.
Leí lo de Reverte el otro día. De hecho, cuando hablaba en lo mío de que había que educar a los clientes, me refería a algo de eso.
Jeje, Lepoin, a mi me tuesta el Reverte novelista, pero el criticón me encanta. De odos modos, aquí le he leído bastante flojo. Es curioso lo de esa norma municipal a la que aludes. Aquí, en la tierra de las mil danzas del bajo vientre, uno puede ir en cueros por la calle pero ahora les molesta que los escocesones vayan sin camisetas y las vikingons en biquini. Y El País abriendo para que se legalice la prostitución. Hace unos cuantas entradas expliqué este sucedido en el corazón de la ciudad. O en el hígado tirando para abajo, como si dijéramos..
Dulci, perdona, eráis unos jipis entre poetrastros, pintamonas y otros muertos de habre de las variopintas artes. Y con jamón del bueno.
Jo, Altea, pues alucinarías con lo de la urbe que dirige el Ayuntamiento al que se refiere Lepoin, Dulci y yo mismo. Lo extravagante es la elegancia. es el
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