viernes, 7 de mayo de 2010
Decíamos anteayer
¿Cómo se sabe si se te han roto los zapatos? Pues pisando charcos.
Esa era la cosa. En plan Imelda Marcos, llega la primavera, la cosa parece que afloja y las botas de punqui ya son un poco exageradas, así que desempolvo unos zapatos más a la page de la temporada que corresponde. Oye, y muy bien.
Los zapatos son un tostón, porque a la que te acostumbras, hay que cambiarlos. En tiempos, había en el barrio un zapatero que se llamaba Manolo que era el Velázquez de las medias suelas. Y no exagero. Le ibas con un zapatranco costroso y lleno de boquetes y le decías Manolo, a ver si puedes hacer algo, que es que voy la mar de bien con ellos, pero están un poco gastaditos. Manolo, en lugar de decirte que no fueses rata y que te comprases otros, miraba con cara de agobio, suspiraba hondo y como pidiendóte perdón, te decía que bueno, a ver si puedo hacer algo, que volvieses la semana siguiente. Es que me corren mucha prisa. Bueno, pues ven pasado mañana a ver qué he podido hacer. Y te pasabas a los dos días. Y Manolo los desenterraba de una montaña de zapatos que dormían por allí el sueño de los justos y te decía, bueno, algo se ha podido hacer, pero no se yo... y estaban de Corte Inglés. Oye, como salidos de fábrica en Elche o en Alicante o por ahí. Y encima estaban tan cómodos como siempre. Y cuando te los ponías, en lugar de un mendigo, te daban aires de señorito. Un delirio, de verdad. De allí a bailar la rumba a algún cabaré. Pues muy bien, Manolo, vaya manos tienes. Había que verlas, que en lugar de dedos parecían una ristra de morcillas de gordos y de negros, cosas del betún. Y cómo olía a pegamento, que tenía que salir de allí cada día con un colocón de campeonato. Y dime, qué te debo, y te decía, como pidiendo perdón que claro, que había sido mucho trabajo y tal y te cobraba, no se, quinientas pelas. Jo, Manolo, cómo te pasas, hombre, y te decía en plan cómplice que bueno, que cuatrocientas, pero que ya era mucho apurar. Era un poco caro en comparación con un rápido normal, o sea, lento, pero es que dejaba el calzado nuevo. Manolo se puso malo un día, pero malo muy malo y lo dejó. Por lo visto se recuperó, pero no volvió a lo de los remiendos. Una pena. Dicen que con lo de la crisis vuelven los remendones. Y es que ya lo digo yo, que somos unos nuevos ricos que da asco, unos tontos de capirote, con tanto viaje a Cancún primero, a Berlín después, con chorradas del Bulli y música alternativa, ropa vintage a precio de oro y las ideas blandas con tanta pijada y tanta tontería. Nos falta mili, valorar lo nomal, el pan pan sin especies, sin soja, sin sémolas raras, las ermitas de pueblo y el encanto de Zamora -que no conozco pero que ha de ser chulísima-, la playa con transistores y la tortilla de patata, que tantas tripas ha aliviado. La crisis somos nosotros. Porque somos unos flojos. Y unos quejicas, ayayaya, subvencióname porque si no cierro. Pues cierra y no molestes, tío pesao. O trabaja, joer. Que es que entre los hoteleros llorones que salen donde Matías y los de los concesionarios de coches me tienen frito. Golfos, que son unos golfos, rediez.
Lo cual que iba yo tan campante con mis zapatos tralará, y va y llueve. Bueno, pues la cosa ad hoc sería calzarse las botas, pero como ando un poco con lo del cambio climático y el calentamiento global que le temo a los sudores, me pongo chulo y me digo que total, paraguas y mantengo mis primaverales zapatos. Vamos hacia el metro. Joe, Txispi, que se me moja un pie.
El asunto es que la suela esta psicodélica de bulticos tiene un agujerillo, supongo, porque me está calando en el pinrel. Chop, chop. Llego al trabajo y confirmo el dato, atención moto 2, Iñaki Sagastume, minuto y resultado. Y el pobre Sagastume no sabiéndole contestar y temiéndose el berrido de García. Jo, qué poco entendía de bicis el tío, pero qué divertidas las hacía. Ay.
¿Y qué hago ahora? porque si me quedo así, pillo fresquito, me da la tos y la liamos. Pues a grandes males, grandes remedios. me descalzo en el retrete, me seco lo más tremebundo, le pongo un pegote d epapel para que me haga de secante y me vuelvo a mi garito. Cojo el calcetín, que está chorreando pese a los estrujados que le he hecho, y lo cuelgo de los cables del ordenador, justo enfrente de donde sale el aire del ventilador a ver si se seca antes. Y saco el pie para no seguir pisando el suelo húmedo. Ahora pueden pasar varias cosas: que alguien me pregunte por qué llevo un calcetín si y otro no. Que se queme el calcetin secante. Que haya un cortocircuito, arda el edificio, salgamos en las noticias de Matías, que Susana Griso me recomiende un actimel -joer, hablando de pijadas, es que es oir actimel y ponerme de mala gaita- y que el seguro de la cosa no pague porque considere el sucedido un simple sabotaje de algún incendiario a tenor de los restos de calcetín chamuscado junto al foco de las llamas. Como mis calcetines discretos tampoco son, me localizarían enseguida, Matías contando que gracias a unas imágenes en exclusiva de su canalín se habría descubierto la siniestra trama y yo al maco con la Pantoja que me dicen que anda por ahí o que pronto va, no se.
Al final nada de eso, porque tengo precaución saco el calcetín a tiempo, me lo pongo discretamente, silbo mirando al vacío y me aprendo que los zapatos tienen entradas secretas o salidas de humos, en plan Geox pero a su aire. Y al día siguiente, como por cosas del calentamiento global -pijadas, decíamos- hace un frío que pela y sigue lloviendo, me pongo las botas que es lo suyo, como si fuese Bono pero sin golfadas, o sea, como Bono no, y ya ni se me mojan los pies ni nada, ahí, de charco en charco y más feliz que una perdiz.
Y ya esá, hombre.
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9 comentarios:
Estooo ¿dejaste tus alrededores perfumados? ¿tus compañeros palidecieron por el aroma? ¿hubo nube tóxica?
jua, jua, jua, jua, jua, jua, jua
¿no se te ocurrió dejarte el pinrel mojado, resfriate y pillar una baja?
jua, jua, jua, jua, jua, jua, jua
Jeje, no, todos salieron con el pelo del mismo color Dulci, nada de efectosradioactivos. Y no, tampoco se me ocurrió lo de la baja, será que para funcionario quinielístico no valgo, maja!!!
Lástima de berbiquí para ver el numerito.
(No acabo de ver tus discretos calcetines con los zapatos de bultitos...)
Qué cosas se te ocurren! Y yo me parto...
Eso se arregla en un periquete, Atiza. En cuanto se asiente lo del cambio climático y tal, me los calzo y me hago una foto de las canillas, para lucirlas, porque yo lo valgo, faltaría más.
¡¡Increible pero cierto!!
Contigo las tiendas de zapatos no salen de la crisis.
¿zapatos de bultitos, Atiza? ¿Acaso el Pianista lleva patucos por la calle?
Menos mal que hay quien compensa mi falta de comptas, Imelda Txispi!!!!
Patucos hasta julio, Dulci, que con el cambio climático, uno se constipa en los momentos más insospechados!!!
No Dulci, hija. Serán los megapijos ésos con suela de baños de piscina que sube por el talón...Y que hasta que los vendieron los chinos eran originarios de TODS (los tuyos, pianista, of course...!)
Antes me corto un pie y me pongo un coturno, Atiza. Jo, esa palabra si que mola: coturno. Y dicho en plan Milán, más: cotun.no, Encan.na, empanadilla. Me voy a merendar.
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