Me viene un coche de cara, así que como los dos no cabemos, caballerosamente cedo el sitio y me cuelo por la estrechita calle que hay a mi izquierda. Una vez allí, mientras le dejo pasar, caracoleo para no tenerme que bajar de la bici mientras trato de calcular si voy a tener espacio para el giro o si me tendré que bajar. Es un entretenimiento, claro, y a la vez una maniobra un tanto complicada, porque si la calle se me queda estrecha, al saltar para echar pie a tierra puedo darme un costalazo considerable, lo que para un ciclista de mi talla -que no estatura- suele dejar como unos zorros el currículum. Total, que en esas estoy cuando veo que un tiparraco dobla esa misma esquina. O dejo de hacer el tonto o le atropello. Sopeso pros y contras y cuando estoy a punto de darle el golpe de rión a los pedales, veo que el tío me mira y empieza a decirme algo.
Es un vulgar fashion, como si dijéramos. Un cateto a la vanguardia, que o está medio calvo o tiene un barbero que le odia. Bueno, barbero no, que de eso no hay, ahora hay peluquerías de estilistas con la muñeca desatornillada o las de bario de toda la vida, con sus Yénifers y tal. Luego están las de los recién desembarcados, que te suelen poner las uñas de colores y con esbarosquis que no brillan y que te depilan todo lo que pueden. Y las de los chinos, que un día estornudas delante y una te dice que si quieres un masaje. Vamos, eso dicen. Que las mafias chinas son un mito y que todo esto son negocios honorabilísimos. Como que ya no haya mayoristas de lo textil, o que en tres calles desaparezcan en dos meses todos los bares regentados por españoles y que las bodegas Matagalls o el Bar Pérez los atiendan tres chinos que no paran de ver la tele por satélite. Oye, pues estos chinos son chinos, pero la tapa de morcilla sigue siendo igual de buena, le oigo un día aun parroquiano. Pues bien, hombre, bien. De todos modos, mírele usted las uñas al amigo y si se vuelve a zampar una es que o tiene el estómago de amianto, o más hambre que el perro de un ciego o que es directamente el ciego. Ay, los hábitos higiénicos, que cualquier día pareceremos franceses. Viva Europa manque pierda.
Lo cual que el tío ese, que lleva unas raiban que no se si son de pega o de las que cuestan doscientos cincuenta euricos, camiseta bien pegadita, el tumbao que llevan los finos al caminar -ya no se si era así- y el flequillo tapándole media cara, que ya digo, no se si es que está calvorota y trata de abrigarse con lo que le queda o que soy yo el que no entiendo de nuevas tendencias y chorradas de esas, ay de mi, me pregunta si soy de ahí. Bueno, pongamos que si, pero con dudas, peor por no extenderme, digo que si y tira p'alante. Oye, por favor, ando buscando una tetería que hay por aquí y que no me acuerdo muy bien, pero que es muy grande y que va todo el mundo, seguro que vos la conosés. Pues no, nada de seguro. ¿Pero tú por quién me has tomado? ¿por un pordiosero de esos que se quitan los zapatos en las teterías y dejan al perro pulgoso en la puerta? O peor aún, que meten al perro pulgoso, que, animalico, se tumba en la alfombra mugrienta, se quitan los zapatos y se ponen de porros hasta que les sale el humo por la oreja. Pero no se lo digo. No se. Si, seguro que sabés, está muy de moda y viene toda la gente, y al decirlo parece que se refiere a todo el que es alguien, los de moda, a la page, que decíamos anteayer, los guayses, modernillos y demás. Pesado. Mira, le digo, ahí, enfrente del Palacio de la Música -así, en castellano- según llegas amano derecha hay en una esquina una tetería muy grande, me parece que te refieres a esa. Si, es grande y venden palosanto. Puedes comprar ramas de palosanto. Anda que si, que voy yo comprando palosantos en esas granjas de ácaros al por mayor, que huele a pieses y a lo que nos son pieses de los modernos y las modernas, que lo mejor que te puede pasar es que te cauterice a lametones el perro pulgoso. Yo diría que si, que te refieres a esa. Y hala, le mando al Café Mustafá, o Café Cairo, o algo así, a ver si confraternizan entre civilizaciones. Ah, vale, entonces, sigo recto... Si, hasta el Palacio de la Música -insisto en castellano- y doblas a la derecha. Lo verás enseguida, la primera o la segunda, no estoy seguro, pero lo verás. Esto descoloca mucho al turista, que le han puesto en los planos del Corte Inglés y en los del hotel todos los monumentos y las calles en catalán, para que así se crean que esto es la república d ela cebolleta y todo aquello. QUe luego les dices si, joer, es la calle Pelayo, de lo de Don Pelayo, Asturias y la tierra de conquista y todo lo demás. Ah, claro, suelen decir con asombro. Si, es que aquí a los catetos les dan cátedra. Y luego les dan Erasmus para que liguen con holandesas en Dinamarca, chapurreando castellano en la intimidad, no sea que les retiren el crèdit patufet. Al aborigen, si le dices que llevas corrido todo el Paseo de Gracia a ver si encuentras el Diario de Navarra en algún quiosco, por lo de la foto de portada de un amigo y tal, y te llaman fascista, con un par. Si, vale, lo que tú digas, pero no hay quién encuentre el diario. Hala, con Dios. Y el argentino se marcha tan campante hacia su tetería. Y yo me doy la vuelta, echando pie tierra, porque la calle es unos dedicos más ancha que mi bici y vuelvo a enfilar el camino, regatenado a las abuelas con carrito, a los turistas despistados, a tres manobras que andan por allí sacando escombros y a las nenas gritonas que vuelven del insti o de la pelu de la Vane o del Mortadelo Fashion del final d ela calle. Hace tiempo que Mortadelo desapareció. Otro día, Mortadelo.
martes, 18 de mayo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Real como la vida misma. Parece que estoy viendo la escena, la calle, y al turista guay.
Estos flequis son tontos de baba.
Yo también la veo. Pero no me pega el del tupé en la tetería que dices, fíjate. O es que las teterías de por aquí son diferentes, o los distintos son los del tupé. Ay no sé.
Oye, tontos, pero dan para una güep, Dulcie, que hay otros que ni para eso.
Es que aquí somos asi de pijales, Atiza, con pulgas y con lo que haga falta.
Publicar un comentario