Dijeron que habían huído, pero las emparedaron. Un día el metro pasó más pesado que de costumbre, contando siempre lo mismo que si si chucuchú, que si tracatrá, que si no son lágrimas, que se me metió una carbonilla en el ojo, que si se me tuercen las bielas por esa vagoneta, que si cuando estás pesadito eres un plomo de los buenos, que a su paso comenzaron a saltar los baldosines.
Y allí debajo las encontraron.
¿Y qué decían?
Pues lo que nadie quería oir, claro.
sábado, 5 de julio de 2008
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6 comentarios:
Oye... ¿Y qué decían?
Es que nadie quiere oirlo, Néstor.
Pero después de todo... lo han dicho ¿no?
Pues qué lástima. Pobrecillas.
O porque las palabras se las lleva el viento. Quizás no sabéis de la costumbre de los del carajillo y lengua suelta cuando pasa alguna miembra de buen o de mal ver, (depende del número de carajillos...), de escribir en las paredes que luego van a "empapelar". Y el desempapelador que las desempapele, sabe Dios lo que encontrará. (Atiza, vidit)
Otra encuesta chunga. Sólo admite un voto.
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