martes, 6 de marzo de 2007

Más sobre quioscos

Os decía lo de la foto del quiosco, tomada con el móvil. Menuda tontada, pero lo que te ríes.
Como el texto me bullía en la cabeza antes de tener el nuevo artilugio, me puse a pensar en una foto de quioscos para ilustrar lo de ayer. Y resultó que me acordé de esta.


Es un quiosco, si, pero de música. Está en Lisboa, en el Jardin de la Estrela, que es como una especie de bosque en mitad de la ciudad. Estuve alojado en un hotelito justo a un lado de ese jardín, con lo que todos los días lo cruzaba al menos una vez. Cuando tomé esa foto, aproveché para hacer unas cuantas más. En esta hay un señor ciclista custodio de dos vehículos, qué cosas.

Recuerdo que se me acercó un ancianito portugués, o sea tremendamente educado, que se puso a charlar. ¿De dónde eres? De España. Ah, España, decía haciendo aspavientos, qué gran país, ustedes son como nuestros hermanos mayores. Bueno, le decía yo, a veces como hermanos tontos, porque les tratamos de mala manera y deberíamos aprender mucho de su exquisita educación, de su saber estar y de su flema, seguro aprendida de su tradicional buena relación con los británicos.
Claro, eso serán los capitalinos, dirán los de la raya, porque los de aquí son lo peor de lo peor. Pues igual no les faltará razón, pero por lo que yo he conocido, cambio los modales lisboetas por todos los demás.
En Barcelona también había un quiosco de música en un jardín. Recuerdo de crío que me llevaba mi abuelo el domingo a andar con el triciclo y a hacer el tonto, hoyos en el suelo y así, me compraba un tebeo del Pato Donald y en el quiosco la Banda de la Policía Municipal tocaba sus cosas. Musicales, digo.
La última vez que le vi recibir un uso musical al quiosco del parque fue porque unos tíos muy modernillos con una cinta de caset de tangos estaba dándole al yirayira para enseñar al pelotón de los torpones a no liarse las piernas como Lina Morgan mientras intentaban perpetrar el baile. Del lunfardo al patufet, siempre nos quedará Gardel.

La otra cosica que se me ocurrió mientras hacía lo de ayer era lo de la alimentación y las letras. La cuestión es que en Pamplona, y yo diría que no en muchos más sitios, la prensa la venden en el mismo sitio donde el pan, de manera que uno llega y le dice al tendero: un romano, dos kaikus de bolsa y un diario, que quiere decir una barra de pan de esas planas y rectangulares que son parecias a las chapatas pero mucho mejores, dos litros de leche fresca, de la que dos días se pone mala y el Diario de Navarra. El solícito tendero dispone toda la mercancía y el ciente mete en mitad del periódico doblado el pan, como si fuese el encarte de la Historia de las Tazas Chinas de Barro Esmaltado (que iría con cupones), se lo coloca debajo de la axila, por no decir sobaco, agarra las leches y a casa.
Pues tan cancerígena no será la tinta porque a la peña se le tendría que caer la lengua a trozos. Por lo que pueda ser, leed la prensa pero no os lo tragueis todo, que hay gente que no se sabe dónde mete la mano antes de ponerse a tocar el piano.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Ah, Lisboa! Cuánta razón tienes, pianista: la educación de los ciudadanos lisboetas está a años luz de lo que se estila por aquí. El kiosko barcelonés al que te refieres, por cierto, es el de la Ciudadela, ¿verdad? No puedo evitar quejarme del mal estado del más importante parque de la ciudad. ¡Y aún hay conciudadanos que a su vuelta de Lisboa se permiten comentar lo mal conservado que está todo por allí! El Jardim da Estrela, por lo que recuerdo, tenía bastante mejor aspecto que la mayoría de espacios verdes de la Villa del Supositorio Acuático...

Nodisparenalpianista dijo...

Puedo documentar gráficamente lo espéndido de dicho jardín. El de la Estrela. Del otro podría, pero hacer fotos de los de los bongos, me da una pereza...