
Ya no quedan mitos.
Parecía que había sido así. Cuando los alemanes atacaron Polonia el primero de septiembre del 39, arrasando literalmente hasta con las barrereas de la frontera, los ejércitos polacos se prepararon para defenderse con todas sus fuerzas. La superioridad militar y técnica alemana se puso sobre el tablero de juego al instante gracias a su nueva manera de hacer la guerra, los blitzkrieg, a base de ataques muy rápidos de la aviación que facilitaban los avances de las brigadas mecanizadas, de manera que en muy pocos días se avanzaban grandes espacios. Así, el día uno, tras los enérgicos bombardeos estratégicos, las divisiones de tanques se dirigían casi sin resistecia hacia Varsovia, a la espera de la sorprendente, pero pactada invasión oriental del Ejército Rojo. Y de pronto, la leyenda.
La Brigada Pomorska, que pasa por ser la última de caballería de Europa, se preparó para defender su patria. La última de caballería con caballos, porque ahora siguen existiendo cuerpos bajo ese título, pero se ha sustituido al nombre bruto por la frialdad de la chapa y acero, habitualmente alemana, que de eso saben un rato. Ahí está nuestro Pizarro, verbigracia.
Pero estábamos en Polonia, 1939. Lo jinetes de la Brigada Pomorska, con sus penachos y casacas, lanzas y sables se aprestan a tomar posición y a la orden de ¡al ataque! se lanzan sobre las divisiones de panzers alemanes. Siempre he querido imaginar, pensando en ese episodio, la cara del vigia del primer tanque nazi al ver a doscientos, trescientos, no se, muchos lanceros a caballo, desbocados, gritando en polaco contra ellos. Probablemente sin lanzar obuses, simplemente con el fuego de las ametralladoras de las torretas, los alemanes masacraron a la Brigada Pomorska y mezclaron sobre el suelo polaco la sangre de los jinetes y sus monturas en uno de los episodios de sacrificios patróticos más grandes que uno puede llegar a conocer.
Pero el mito se derrumba. La Brigada Pomorska cayó por falta de dinero.
Dicho pronto y regular, así fue. Resulta que, como en el resto de países europeos, los ejércitos polacos por aquel entonces andaban en proceso de remodelación. Los avances indutriales y de la mecánica, aplicados al arte de la guerra, estaban arrinconando los modos de hacer antiguos. De ese modo, los cuerpos de caballería se estaban reciclando en brigadas mixtas de tanques, artillería ligera y con apoyo de la infantería. De hecho, la Pomorska fue una de las mejor modernizadas en la Europa del 39. Y si no había alcanzado la brillantez de las de otros países fue porque los recursos de una Polonia eminentemente agrícola les obligaba a tener que comprar las armas en el extranjero, y eso resultaba extremadamente caro y complicado para un país de recursos limitados.
De todos modos, se había formado ya un cuerpo de infantería de apoyo y de artillería, de manera que las unidades a caballo en realidad suponían un sistema de coordinación veloz y eficiente, dentro de sus circunstancias.
El drama, al fin y al cabo, fue el mismo. Y conociendo estas cosas, lo único que cambiaría del relato es que la agonía debió de ser algo más lenta. Pero la imagen de los caballeros sabiéndose en dirección a una muerte segura, sabiendo que sería imposible detener a los invasores y sabiendo que lo único que iban a ganar sería el orgullo de los que hoy les reconocemos como héroes, queda un poco empañada al saber que tan flojos no eran y que contaban con bastantes más recursos que sus sables y lanzas.
Me quedo con mi vieja brigada de perdedores, el sacrificio inútil, las casacas, botones brillantes y sangre derramada bajo los tanques. La épica de la derrota.