Me habían hablado muy bien de Berlín. Tampoco hacía falta, la verdad. Uno lee algo, ve otro poco, se interesa por el tema y entiende que es una ciudad con suficiente atractivo como para prestarle atención. Pero es que además, unas cuantas personas que me conocen y que me merecen el mayor crédito posible, o me habían hablado emocionados de esta ciudad o me había recomendado directamente ir a visitarla, y cuanto antes mejor, para observar cómo se estaba transformado.
Así, desde lo más próximo, mi madre, mi hermana, mis amigos visitantes o berlineses de adopción hasta los más alejado, Jesús Ferrero en una conversación irrepetible o Wim Wenders -desde mi cada vez mayor admiración-, me habían dicho, cada cual a su manera, que Berlín era un poco para mi.
La visión de Sander sobre el Reichtag.
Vuelve a la creación ya, por favor
He sido criticón contra el exceso de "yoes" en las bitácoras, pero en este caso tengo atenuantes. Lo que en sucesivos episodios contaré es parte de las reflexiones anotadas en mi cuaderno y algunas que he escrtio ahora desde la distancia y, por queé no reconocerlo, desde la añoranza berlinesa. Además intentaré ilustrar estas cositas con mis propias fotos, para solaz y deleite de todos aquellos que me pedís siempre que os las enseñe y que persisto en olvidar.
Que os sea leve este paseo por el parque de los tilos.
1 comentario:
¿Qué podría contar sobre Berlín? Aprendí muchas cosas de los berlineses, y entendí más y mejor al género humano. Sus luces y sus sombras. Me emocioné en muchas ocasiones y por muchos motivos. Fué Kennedy quién dijo "Yo también soy berlinés". Y yo lo suscribí.
En mi segunda visita a la ciudad he visto muchos cambios externos en la ciudad que precisamente vienen a demostrar la permanencia y la solidez del espíritu berlinés. De la gente. Continúo emocionada y fascinada por la capacidad del ser humano para emerger.
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