Ayer en lo de Peter, se comentaba lo del depósito fluvial de lecturas imposibles, que no está nada mal, y se ilustraba con una foto del Sadar. Tiene su gracia.
Por lo del furbo a la gente le suena lo del Sadar. Cuando preguntan "y eso qué es" y dices un río, se suelen quedar con esa copla. Claro, la cosa es si un día ven ese arroyuelo con nombre de estadio de furbo que o piensan que les has tomado el pelo o que los pamploneses poniendo nombres no tienen precio. Buscando, buscando encontré esta foto que le hice al puente de los peregrinos con el agua mayormente cristalina. Creo que Peter aún no había sumergido a Auster en él.
Un año yo vivía en Barañain. Ese es un municipio que está pegado a Pamplona, en el que los pisos de estudiante suelen salir algo mejor de precio. Total que fue un año que tuvimos clase de tardes, un horror. En invierno al salir era de noche, hacía un frío de un par de pingüinos y el caminico del río se convertía en toda una aventura. Por un lado, la carreterilla pegada a los árboles y al otro, el terraplén que daba al río. Por mitad, una fila de estudiantes iluminados por los faros antinieblas, con medio pie en el atropello y el otro en el río. Yo creo que nadie tenia miedo a caerse al agua, sólo a morirse de frío por el posible remojón o de vergüenza por la tontería. No se de nadie que le pasara. Sólo unos cuantos años después, uno que cayó en sanfermines con el coche, que quedó atrapado y que se ahogó en su escaso cauce. Terrible.
Pero estábamos en el paseo.
Solíamos ir juntos Ramón, un compañero de clase, la novia de su primo y sus amigas, unas chicas medio locas que estudiaban Psicología y que tenian sus clases junto a las nuestras. Solíamos ir y volver juntos por el camino de la Venta de Andrés con su tremenda cuesta por detás del Hospital. Allí había una tiendecita de prensa y golosinas en la que en los alrededores de la Navidad vendían polvorones. Y allí que me iba a comprar un saquito que nos íbamos zampando por el camino. Otro día os cuento cuando Inma me decía que si todos en Barcelona llevaban el pelo largo o cuando me pidieron perdón por felicitarme el día del cumpleaños.
También me acuerdo de las historias que explicaba Don Carlos Soria a propósito de los cerezos rojos o negros, o almendros, no se. Bueno, igual no me acuerdo tanto, pero es que los detalles tienden a disiparse como la neblina del riachuelo a la que el sol decide levantarse. Explicaba que se lo había regalado un japonés en uno de sus múltiples viajes. Por su conocimiento y su afición a la botáncia se encargaba de los diseños vegetales del Campus y había colocado esos preciosos árboles de hojas casi negras en varios puntos estratégicos.
Así, cuando venía a verte algún amigo de allende el Viejo Reyno te decía "oye, si esto parece una universidad americana de las pelis". Lo malo es que de estudiante sobraba verde y faltaba tocho: los de periodismo, estudiantes sin tierra. Hasta que levantaron aquella cosa blanca tan bonita y sin percheros, que también tiene tela.
Bueno, pues lo dicho, en el Campus había no se, doce mil especies vegetales y bichos por un tubo.
Ahora me he dispersado un poco con esta subtrama, pero igual un día la retomo. Igual lo he hecho para compensar el recuerdo del frío, los polvorones y las risotadas con las tardes soleadas viendo irse deslizanso las sombras sobre la hierba.
3 comentarios:
¿Cómo podíais comer polvorones y a la vez subir la cuesta y charlar? Es lo que se decía a los niños cuando tenían un polvorón en la boca: "Di Pamplona".
Disculpa,
Con tamaña empanada de polvorones, almendros, río, primos de compañeras, cerezos, cuesta, amigas locas, arboles del Campus... el tema del que nos querías hablar hoy cuál era?
pues eso, de sus cositas, recuerdos de juventud...
si es que en el fondo es un nostálgico!!
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