jueves, 31 de mayo de 2007

El dandy


Mi admirado Umbral ha encontrado como imagen del dandismo actual a Jaime de Marichalar. Del dandismo de siempre están Villena disfrazado de Wilde de pueblo y gafas de colorinajos defendiendo a su Wilde de toda la vida. Si lo dice Umbral, pues será que si, y es que además de que Marichalar viste como le da la gana y le queda bien, el tipo sabe llevarlo, incluso después de su arrechucho aquel. Y algo hay que tener.

Yo soy más del Prícipe Carlos que me cae muy bien, porque parece buen tío, metepatas y tal, pero voluntarioso en sus rectificaciones. Y con esas orejas, que te quede un traje bien, pues difícil. Que según que te pasas por el cuello, un pullover que dicen ellos, las orejas así te hacen ventosa y ahí te quedas, al borde de la asfixia mientras te ve ponerte azul un tío de esos del gorro raro de los del cambio de guardia. Pero ahí le tienes que a las bodas se arrea el chaqué ese que tiene de pata de gallo que a mi me tiene loco. Qué tío, ni principeses de dos metros ni moros de la morería con las cintillas esas de borroka en la cabeza, el que mejor queda siempre es el Principe de Gales. Y el kilt de cuando se va a echar la tarde a Balomoral mientras los granaderos de no se dónde le tocan la gaita. Si la Beefeater ya sabía, ya.


Pero a ver, antes de que esto se convierta en el Telvagüep, vámonos a por la sustancia. Los elefantes.















Como dijo Aníbal, un elefante a tiempo es una victoria





Un elefante se balanceaba en una tela de araña.
Y como veía que no se rompía
fue a buscar a otro elefante (que no rima, pero bueno)


Dos elefantes se balanceaban en una tela de araña.
Y como veían que no se rompía
fueron a buscar a otro elefante.

Y así hasta que o te quedas sin saliva o hasta que alguien sensato te amenaza con un capón si no te callas. A mi me gusta mucho esa canción. Será porque es una de las pocas canciones infantiles que me se, pero eso es lo mismo. En serio que me acuerdo de cantarla en el patio del cole en los eternos recreos de después de comer, todos los niños como locos, dos con un brazo roto y algún que otro descalabrado, mientras hacíamos el ganso, contábamos chistes como el de los cuatro elefantes en el seiscientos y así.

Otrosí. Una vez en una especie de tontotest de esos de broma me dicen: escoge un animal por su elegancia. Y yo: el elefante. Aún resuenan las carcajadas en el pozo de mi memoria. Y mis argumentos. Oye, pues si, esa parsimonia, esa tranqulidad de movimientos, ese saber estar, esa paz interior transmitida en la dulzura de sus movimientos, yo qué se. Claro la peña que si las panteras (que son leopardos negros con manchas, dime a mi si eso es elegante, como si el susodicho Príncipe de Gales se pone una camisa de palmero de Lola Flores a topazos pero antes la mete en un bote de titanlux), que delfines, que al fin y al cabo huelen a besugo, o águilas, que las más las menos, todas terminan perdiendo pluma. Pues no, me quedo con el elefante, que además suele vestir de gris, muy Antonio Miró de sus mejores tiempos. La bufanda del elefante es la trompa, el fular del dandi, que para llevarlo hay que ser un poco valiente. Y oye, si Johnny Weismuller los cogía como si fuesen los taxis de la jungla, pues por algo sería también.

Hay gente que sabe distinguir entre elefantes africanos y asiáticos porque le mira las orejas. Qué cosas de mirar en la majestuosidad del paquidermo. Yo que como mucho me fijo en las chinitas de los trenes. Pero no es lo de hoy.

Si yo tuviese que elegir ser bicho, pediría el comodín de la llamada. Pero he de afirmar que tras mi existencia parvulera como pez y canario (Teddy, arrieros somos...), he de decir que siempre me hubiese gustado ser elefante. Elefante elegante.
PD: espero esa pancarta...

miércoles, 30 de mayo de 2007

Teddy tras mi sombra

Abro la cosa, intento piratear una señal, ¡pumba! al suelo, otra vez, engancho una, tiro, cometo por aquí tonteo por allá, otra vez pumba, así echando el rato.
Bueno, va, que no son horas, que ya he trasplantado el geranio ese que se llevaba el viento, el tuper de mañana ya está encarrilado y sigo con la carga de la musiquita en el cacharrín ese tan moderno. Voy a darle al piano.
¡Horror! Después de muchas caídas, le doy a la dirección y... ¿dónde están mis güeps?
Como el letrero luminoso que anuncia un cine y que comentaba un poeta checo, veo ante mi las palabras mágicas "Copia de seguridad" mientras naufraga el navegador camino del buen puerto, puesto que abajo pone "listo" (gracias, majo), en el casillero de la dirección figura la de la cosa pero en la pantalla sólo un tapiz amarillento naranjoso, esto es, el color corporativo del saloon. Bueno, llamarle "color corporativo" es mucho, lo se, pero es que al final todo se pega, menos la hermosura. En realidad era un color suavecico para relajar la vista y que contrastaba con las letras, bien gordas, para miopes y vistacansados en general, jolín, que ya que venís y leéis, al menos ponéroslo fácil.

Pues eso. El vacío naranjoso. La página en blanco. La guep naranjilla
O sea, ¿que a estas alturas ciento y pico colgadas después se me cruje el invento? Me iban pasando las cositas como en diapositivas mientras pensaba en qué hacer, si reiniciar la maquinorra, buscarme otra o cortarme la coleta.
Que no cunda el pánico, he pensado. Con la pata de palo y el garfio afilado me he decidido a darle su merecido al saboteador. Sin duda es mi archienemigo Teddy Krueger, el Bautista Canario, que es como nombre de garrulo de los de la lucha libre, esos que van en pijama de colorines y que antes echaban en la tele. Las privadas, otro tema. No debí darle pistas, no debí añadir a mi perfil la foto de mi sombra. El muy ladino es astuto y sabe cómo ponerme las cosas difíciles.



¡A que te toco las teclas, ladrón!


Total, que me pongo en otra maquinorra y la cosa anda. Uf, alivio. se apagó el neón de la "Copia de seguridad" -Santa Bárbara, dejó de tronar- y me he puesto a darle a eso.
Teddy, te he calado. Voy a defender el piano a torta limpia. A sol y a sombra. Así que ojito.

martes, 29 de mayo de 2007

La vaca

Una vaca anda por ahí que unos australianos o neocelandeses dicen que dará leche descremada. Es que la cosa es tan idiota que hasta se me descolocan las palabras.

Yo me acuerdo, supongo que como todos los niños cuando veíamos las vacas, que las mirabas y decías, la blanca dará leche, la blanca y negra, café con leche. Jaja, que humorada, ya ves tú. A mi las vacas me gustan. Y los elefantes, pero esa es otra película.

Las vacas son majas, así quietas a su aire, pastando, tal, tranquilas. Tú vas por el prau, cuidando de no pisar los monumentos y de pronto una vaca. Rubia, gris, blanca, lo que sea. Dicen que los pastores les ponen nombre a las vacas. Pues claro jolín, ni que fuesen ovejas. Dónde va a a parar una oveja ahí, con lo tontas que son, con una vaca.




Uno no sabe de la profundidad del reino animal hasta que le mira los ojos a una vaca. No me quiero poner estupendo, pero entre una vaca que te mira y Van Gogh que también te mira, no se quién sostiene más tiempo la mirada. Van Gogh tiene más cara de mala uva, esa es la verdad. Una vaca te mira con cara de vaca. Te mira como si fueses su ternera. Al fin y al cabo, también nos alimentamos con su leche. Una vaca te suele mirar tranquila, si tú no haces el imbécil delante. Te mira como preguntándote ¿y ahora qué?. ¿Qué de qué?. Pues que si me harás entrecot o me atarás una cuerda al cuello para que los niños me lleven a comer el mejor pasto para que os de la mejor leche. Y claro, a poco corazón que tengas, aunque seamos barro de cocer, pues eso te marca.

Yo le hago fotos a las vacas. Cuando me las encuentro, se entiende. Me gustan las vacas, creo que ya lo he dicho. Y me gustan los toros, la verdad, como a las vacas, pero distinto, no se si me explico.

Los australianos se aburren la mar, o los neocelandeses, que para el caso, casi igual. O sea que le han dado cosas raras a una pobre vaca, que se llama Marge, para que de la leche desnatada. Oiga, no le toque las ubres a la pobre vaca, déjela en paz y si usted quiere beber chorradas cómprese una guarrería de soja de las de Belén Rueda y deje a la vaca en paz, hombre, ya. Supongo que ser australiano o neocelandés es un tostón y que se entretienene con estas memeces. Una vez en la tele echaban unos documentales de bichos y cosas raras de Nueva Zelanda. Unos gusanos de palmo, llenos de pelos por todas partes. Aquellos bosques llenos de monos perezosos o de no se qué otro primate igual de feo y de tonto. Para rematar la jugada los maoríes pegando voces como unas locas. Y el mar infestado de tiburones, que no nos lo dicen , pero que cada año hay merienda de surfistas, a ver si no. ¿Qué haces, con ese panorama?


Lo cual que a ver, tú estás allí, aburrido pero aburrido de verdad, contando los saltos que pega un canguro y un día dices: pues voy a producir leche desnatada directamente y de esta me forro, que los de la Danone me la compran toda para hacer bífidus y otras cochinadas en latín macarrónico.

Doble o nada que el burro ese jamás miró a los ojos a una vaca. Y menos que les haya hablado. Porque si a una vaca le hablas, te mira. Te escucha. Y estoy casi seguro de que nos entiende.

lunes, 28 de mayo de 2007

Palomitas sin sal

O sea, que el del puesto de palomitas del gol norte y el de las palomitas del gol sur están rebotados.
Resulta que en el minuto noventa y dos van y pitan penalti. El tío que pilla la pelota y ¡pumba! gol que te crió. Sacan, tal y pierden.
Y según sales del estadio, oiga, ¿tiene cerveza fresquita? el de las palomitas, el del gol norte y el del gol sur que se arrancan, si, si, tengo, pero eso de ganar tan ajustado es como no ganar. Porque cuando es tan pillado, ganar no es ganar, vaya, vamos o sea, la cosa, a ver, que en realidad han perdido. Oiga, pero es que han quedado uno a cero. Ya, vaya, pero usted ya sabe, que esto no es lo que parece.



No dejéis que los niños se acerquen a ellos


El director del diario más vendido en Madrid (bueno, más vendido no, mas regalado, pero no nos pondremos pejigueros) y el más vendido de Barcelona coinciden, según les escucho, en afirmar eso: que ganar así es perder. Joer, pues entonces perder así qué es, digo yo.

Y sigo, tonto de mi, eso lo decís vosotros que vendéis palomitas a la salida de la cosa. Porque vosotros no os presentábais, ¿no? ¿o si?



Me sigo tomando mi trago en el oasis.

domingo, 27 de mayo de 2007

El mito se retira

Hoy le iba a dar sobre lo de las urnas, pero total como todos hemos ganado, me queda poca chicha, así que voy a dedicar la cosa a algo serio.

Paul Newman dice que se va, que total ya son 82 tacos y 50 pelis, que la memoria ya no es lo que era y que oye, que a vivir con Joanne, que ya está bien, hombre ya.

Siendo uno Paul Newman y a los 82, pues ya puede hacer lo que le de la gana. Porque, la verdad, quien los pillase a cualquier edad, ser un macizón de ese calibre, tan majete, tan buena gente y tan exitoso, oye. Que no me dan Oscar, pues hago El color del dinero y lo bordo. Y me como con patatas al pamplinas del Tom Cruise cuando era un idolillo de quinceañeras tontorronas (en uno de sus mejores papeles, todo hay que decirlo). Y a ver quién me tose.

Es imposible rivalizar con él. Cuando uno se ha comido cincuenta huevos duros en La leyenda del indomable, pues a ver qué hay que decirle. Cómo le vas a decir nada a un tipo que se come, además, la pantalla cada vez que sale, a la edad que sea y en la circunstancia que sea menester. Es que con jubilatas así, los demás, a cortarnos la coleta. Si no mira al bobo de Tom Hanks eldía que interntó compartir peli con él.


Me cae bien Paul. Además de que está como un queso (para el que le guste, ojo) es un tío serio, decente. Gran director de sus pocas pelis. Aquella que hizo sobre su hijo, tremenda. Y me gustó aquella otra en la que era un detective (es que a mi lo del gansterismo me pone tonto) en la que le intentaba seducir la hija de la femme fatale, que se llamaba Miranda, que es casi nombre de refresco antiguo, pero que en inglés suena fenomenal. ¿Y la gabardina? Qué manera de llevar la gabardina en California, 35 grados a la sombra, 80% de humedad y él in gotearle el sudor por los ricitos, con su gabardina y su saber estar. Un pincel, ya lo digo.

Bueno, pues eso, que los clásicos de ojos azules, como él, como Sinatra con gabardina cantando lo del último bar, no se van; siguen, pero de modo distinto. Por que ellos lo valen.

sábado, 26 de mayo de 2007

Se me suben los colores

De tanto reflexionar. Es que uno es cumplidor de sus deberes cívicos. Lo de ayudar a los ciegos a cruzar la calle, dejar pasar a las abuelillas en el Mercadona, no pincharles los globos a los chavales y hacerles cucamonas a los bebés.


Así que, dicen lo de la reflexión, y yo que me pongo. Y claro se me va un poco el santo al cielo y me quedo con las tontadas.


Y pme pongo a pensar en los colores.


Porque las cosas están cambiando. Los rojos son verdes; los azules, naranja y a los ni fu ni fa se les caen las siglas, como las hojas de parra a los campistas guarrotes. Bueno, que si, que se están camuflando. Que se parecen cada vez más a los helicópteros de asaltoy tal, cambiándose los colorinajos, las siglas y los logotipos para vendernos la burra. Me gusta -como caso, entendámonos, que aún no he abierto la botella de ginebra- lo de los republicanillos. Como les han ido pillando terreno a sus vecinos, se han ido despojando de cosas y se han quedado en "esquerra". A lo que no han renunciado es a un curioso triangulín con la bandera catalana dentro, que no deja de ser como la boina sin rabito de una pirámide o, sin ofender, como la corona de un rey con cabeza de pepino. Pepino blanco. O verde.


Me acuerdo hace unos años, cuando el diplodocus de Monterroso aún andaba a gatas, que los que ahora son hombres de paz y andan coaligándose con la más tonta del baile sacaron una versión de la Union Jack distinta de la de Sabino Arana. Era de colorines, cada triangulito de uno. Ahora le llamarían un poco monflorita, pero a mi siempre me pareció muy primaveral, tipo anuncio de Cacharel pero sin babosadas. Tenía alguna pegatina con el dibujín. Qué canallas, pero qué buenos con la propaganda.

Es curiso que, siendo su única aportación a la Historia la de mil asesinatos, se olvidasen de usar el color negro o el de las lágrimas de sus víctimas al fabricarse esta banderita tan pacifica y chupiguay.


Lo cual que he empezado relfexionando y he terminado forrándome la carpeta cual adolescentilla impedida para el voto. Se comprende que tenga rosaditas las mejillas.

PD: venga, dedicado a las sandías (verdes por fuera y rojos por dentro), que si queréis reciclar, hacez como yo, cogeos unas cuantas papeletas de la cosa y usadlas por la parte de detrás para tomar los recados telefónico o patra la lista del Merca, donde hay que dejar pasar a las abuelitas que llevan sólo una barrita de pan. Y oo gracisos que resulta pasar el recado en un papelito con la lista del Partido de Reunificación Marxista Hijos de la Revolución Campesina Nicaragüense de Unidad Obrera 15 de Agosto (puente).

viernes, 25 de mayo de 2007

Sigo insistiendo...

...en lo de Mingote.

Bueno, insisto en más cosas, la verdad. Boris Vian, la bici, los Stone Roses, Tintoretto, sobre todo desde que lo vi vivito y coleando, las bondades de la lluvia, el olor d elos adoquines, de las piedras recién empapados por la lluvia, el color naranja. Bueno, antes de que esto me lo plagie Isabel Coixet, vamos a por el tuétano. Decía hace unos días que yo había visto a Jaime Capmany y a Paco Umbral en los dos monigotes que había pintando Mingote.

Resulta que el muy resalao los ha utilizado toda la semana para sus humoradas diarias. Peore s que hoy los ha puesto en primer plano y en colorín. En colorín en la güep, que es ya lo que le faltaba al Abecé, pintarrajear las páginas.

Vosotros mismos, a ver qué os parece:



Para que luego me toméis por loco cuando os cuento lo del Tintotretto y lo del tío aquel que quería robar el banco de enfrente (y sin avisar, el muy insolidario).

PD: Hoy Umbral escribe sobre la lluvia, sobre sus cosas, sobre Madrid y la dacha.

jueves, 24 de mayo de 2007

125

No, no, nada de motos, ¿o es que no me conoceis? Siempre he pensado que los motoristas esos de las carreras han de pasar un calor tremendo con esos monos tan gruesos y con chapas de metal en las rodillas. Los ciclistas son raros, no digo yo que no, pero los de las motos, tela. Aquella vez que anduvimos entrevistando a Crivillé se lo podía haber preguntado, pero parecía tan buena gente que tampoco era plan contarle mis idioteces.

Estábamos en 125.



O sea, que tampoco iba a celebrar según qué efemérides. Bueno, unos saben otros no, pero no suelo celebrar esas cosas. Cumples y tal. Esa pesada reiteración.
Total que el otro día vi que había pasado de cien entradas. Pues vale. El 100 está bien, pero puestos a escoger, me gusta más el 121 o el 125. No se si a la peña le pasa, creo que no, pero a mi hay número que me caen mejor que otros. Como la vida misma. Es como el detector de tontos: oye, ¿por qué no te cae bien fulano? Pues ni idea, peor no suelo equivocarme. Qué te ha hecho el 19. Nada en realidad, pero el 21 me gusta más. Le doy vueltas. 125 es 5 por 25. O 5 por 5 por 5. Si, me gusta el 5.

Cuando voy a la Abacus, que es una especie de librería papelería, me obligan a dejare el macuto en una taquilla. Si puedo, escojo el numertio. Me doy una vuelta y valoro. 62, no. 34, ni de lejos. 112, bueno. 8, no, no, no. 9, tu vecino me cae mejor. 55 demasiado fácil. 45, bueno, esto se arregla. 18, 23, 43, 6, 65,...

Bueno, para celebrar los 125, o no, he hecho algunos cambios. Lo de la columnita que destaca los últimos comentarios, para que os deis leña mutuamente si lo consideráis menester, una cuenta de correo en el perfil y hoy, tachán, tachán, lo redondeo -pero ojo, no es que engorde, es una forma de hablar-: cuelgo foto en el perfil. Vamos, si puedo. Sigo de pirata, así es la vida.
Con ciento veinticinco cañones por banda... y los que quedan por delante

miércoles, 23 de mayo de 2007

Yo soy Vincent

El otro día, en lo de J (punto), me acordé de una cosa que me pasó en un museo. Él citaba a Van Gogh, Vincent, y recordé la sensación que tuve al ver por primera vez una de sus pinturas. Cuando entré en la sala eché memoria a ver si recordaba, pero no caía. Tal vez algún grabado, tal vez algún dibujo, no se. Pero no recordaba haber visto en persona ningún óleo de Van Gogh, Vincent.

Aquello ocurrió en el Museo de Orsay, en la planta más alta, creo que la tercera, donde los postimpesionistas y tal, claro.

Había otras obras en aquella sala, pero la principal estaba en la pared del frente según se entraba. Se trataba de un autorretrato de Van Gogh, Vincent. Creo, ya digo, le daba a la memoria y me sonaba que hasta ese día no, que era la primera vez que le veía.
Y ahí estaba, frente a mi. Allí quieto. Allí. Allí. Mirándome.



Los japoneses iban fluyendo de cuadro en cuadro, los franceses pasando, porque a ver, qué interés tiene un holandés pudiendo ser francés, los de los otros sitios medio mirando ,algunos con mayor atención, otros leyendo el letrerito como para comprobar si era verdad ño que decía ¿Qué dice? Oil on canvas. ¿Qué qué?Autorretrato. ¿Pero de quién? Yenesepás. Bueno, y así en general, que ya se sabe como es a veces el personal.
Pero era él quien estaba allí, frente a mi. Quieto. Mirándome.
Y allí que me quedé. Sosteniéndole la mirada. Supongo que me emocioné. Era la primera vez que Van Gogh, Vincent, me miraba. Y la primera vez que le miraba yo a él. Y así estuvimos un rato, mirándonos fijamente.
No se, igual le hubiese dicho algo, pero a la hora de la verdad, me quedo como observador simplemente. Era tarde, tenía que seguir. Él se quedó allí, tal vez mirándonos cuando nos íbamos.

Van Gogh, Vincent.

Yo le sostuve la mirada unos minutos.
Tendríamos que afeitaros.

martes, 22 de mayo de 2007

Soy una estantería...

...pulgosa y desastrada. Bueno, en realidad no era así, pero un dueño desaprensivo me tuvo en un rincón demasiado tiempo, hasta que se hartó y me dejó tirada en mitad de la calle. Allí pensé que terminaría mis días, pateada por algún borracho o, peor aún, hecha astillas para calentar el fuego tímido y acobardado de un vagabundo en una esquina de algún callejón, lejos de las miradas de los buenos ciudadanos.
Pero alguien me recogió a tiempo y me dejó en un lugar blanco, limpio y con libros
Yo intentaba estar derecha, erguida, tiesa y resplandeciente, para que mis nuevos dueños se decidiesen a instalarme sus libros y sus cosas sobre mis espaldas. Pero no, lo más que me pusieron fue los suplementos culturales y un viejo radiocaset que siempre sintonizaba El Ambigú o a veces, lo de Cuba. Hasta que un día se me acercó aquel tipo.Traía todo tipo de artilugios para la tortura. Destornilladores, brochas y barnices, lijas y alicates... Pensé que terminaría como virutilla o polvo de carcoma. Según me puso la mano encima, me cimbreé y le oí decir: aquí habrá que colocar unos angulitos para que no se mueva. Ya veía la luz al final del túnel. Y comenzó lo peor.




Mi pínea desnudez, selvática blancura, dura calidez fibrada, fue completamente raspada por las lijas de aquel desaprensivo. Después, con un pincel me fue retirando los restos de la carnicería, pulpería que me había causado. Y sobre mis recientes heridas se dispuso a untar un apestoso ungüento llamado barniz. No contento con ese suplicio, volvió a pasarme las lijas hasta que me alisó los restos del barniz tras lo que procedió a pintarme de nuevo con aquella cosa. La verdad es que mi tono mejoró. Parecía algo más bronceada y a pesar de mi endurecimiento, resultaba suave al tacto de todo aqué que, admirado, decía, oye, qué bonita te está quedando la estantería.



Después me instaló las escuadras y reafirmó mi estructura. Bajo mis patas, pegó unos trozos de moqueta engomados para evitar las marcas y cuando hubo terminado todo, anunció: ya he terminado la estantería. La verdad es que yo era otra, la verdad es que me veía bastante bien.
Cuando terminó, una vez adquirida mi nueva condición, me fueron poniendo cosas encima. Que si una montaña de libros, que si la pintura de las camisetas, que si unos vinilos viejos, que si un tocadiscos polvoriento. Hasta me pegaron un boceto de colorinajos absolutamente incomprensible. Y un monigote al que llaman Paco...



Al final, no estuvo tan mal aquel suplicio, isto como he terminado, aunque con manicura francesa todo habría sido aún mejor.

lunes, 21 de mayo de 2007

Aún hay clases

A mitad de abril, en una reunión entre los hombres de la paz y los gobernantillos que nos merecemos se intentó pactar una estrategia que no pusiese muertos sobre la mesa, no fuese a escacharrarse lo de las elecciones, que ya vimos en las últimas cómo se ponen o quitan los votos.

Idígoras, Patxi, sois buenos, pero estais dejando espacio para las dudas. No todos los pianistas somos iguales, a Dios gracias.





El Mundo. Domingo 20 de mayo de 2007

domingo, 20 de mayo de 2007

Mingote y sus amigos

Mingote habitualmente coloca en su viñeta a dos personajes o tres que, como siempre, sueltan unos comentarios afiladísimamente sencillos. Además, en mi opiníon, cada día que pasa, dibuja mejor. Este chaval llegará muy lejos.

Cuando he visto lo de hoy (esto es el jueves) he visto que los dos eran su querido vecino Jaime Capmany (que en Gloria esté) y uno del bloque de enfrente, Paco Umbral, otro que está empezando. A ver si no.


sábado, 19 de mayo de 2007

Jaleo

Sábado.

La estantería está ya terminada. Luego igual le echo una estampa para que veais, que sin manicura francesa ni sierra de calar, se puede hacer un trabajo bastante digno.

Ahora, de flamencos y pelícanos, duendeando.

A mi no me gusta que me pregunten qué música me gusta. Pues toda la que me gusta; y es mucha, claro, mayormente la buena.



Por ti daria

la sangre de mis venas

por ti daria

si te fueras,

por ti daría,

ay vida mía.



Tacatá. Qué bonito




John SInger Sargent. El Jaleo.

PD: (o actualización) Gracias al J (punto, amigo, gracias) sabemos que hoy es el CumplePeter. Felicidades y vuelve cuanto antes, que los copiones de PeterBlogs necesitamos seguirte plagiando.

Hoy te dedico la ginebrita y la audición del Capullo de Jerez, que hay que tener los diapasones muy bien puestos para ponerse ese nombre artístico y ser tan tremendo. Lectores (si es que queda alguno), a bombardear de felicitaciones y cariñitos en lo de Peter. seguro que si Marc supiese qué hacer con los dedos, también le escribría.

viernes, 18 de mayo de 2007

No sigas si no tienes la tripa llena

Uno de mis objetivos madrileños en Semana Santa, además de cerciorarme sobre si Tintoretto seguía vivo o no, era ponerme morado de torrijas.
Los presagios por el camino ya eran buenos. Y si no a ver qué hay que interpretar de lo que lee uno al llegar a Zaragoza.


¿Es o no es?
Es que me vuelven loco, pero qué rebuenas están, jolín. Ya ves, con elementos tan sencillos como aceite, pan de día anterior, azúcar y huevo y cuatro condimentillos, sale el postre más fantástico que un goloso pudiese imaginar. En otros sitios no hay costumbre, y mira qué cara se les queda a los pobres.
Con mi móvil relativamente recién estrenado, decidí inmortalizar a las pobres torrijas que me iba a ir zampando progresivamente.


Os recomiendo que no veais esto con el estómago vacio.



Esto de las torrijas es como lo de las nubes, pero con mejor olor. Quiero decir, que las miras y les ves cara de algo. Para mi, la cuarta tiene cara de muslo de pollo, o de codorniz, por el tamaño. Y la última, de valle marciano con lago, de peli de marcianos, claro. La verdad es que vistas así a alguna parece que la hayan pisado o sea, pero de eso nada de nada. Puedo certificar que no hubo ni una mala. Es más, que todas tenían un nivelón considerable y que a mi, las de aspecto espachurrado me gustan más, porque tienen más líquido y es que el sabor de la leche, la canela y el aroma de cítricos me tiene rendido, la verdad.


Pues si, si, todas terminaron siendo pasto de mi voracidad, pero con orden, eso si. Bueno, para cuatro días no será de Guiness, pero no está nada mal, ¿no?
¿Para cuándo montamos un concurso de torrijas? De comer, no de tajarse. O también, no se.

PD: Puede que alguna tenga un aspecto algo extraño, si, pero es cosa del churromóvil, que tampoco da para más.

jueves, 17 de mayo de 2007

Se te ve la matrícula

Estamos de vuelta del trabajo y bastante tostado. Un día plomo en mitad de una semana somnolienta, ya he contado en los precedentes.
Me subo a la bici mientras me miran unas punkis un tanto pulgosillas y arranco. Nada más salir hay que vigilar la curva de los desaprensivos que abren las puertas de los coches sin mirar si alguien pasa. Rapidez de reflejos es la mejor garantía para mantener los dientes en su sitio.

Total, que paso la curva y veo a mi derecha un tío con una cámara de fotos corriendo hacia la esquina. Llevaba un teleobjetivo que por el tamaño no sería menos de un trescientos. Se para, apunta y foto. Hay un pequeño lío de coches pero me parece disnguir un Audi colorado. Pienso que ese coche de macarra ha de ser de un futbolista, y el de la cámara es un júligan zumbado, Mira qué cosas.
Sigo como puedo y trato de esquivar la furgoneta de una papichula que intenta derribarnos a la vez a uno que pasa en moto por el otro lado y a mi. La tonta termina por cerrarnos el paso y los dos pie a tierra. Al parar veo que el coche macarra se larga y que otro tío hace fotos en dirección opuesta. Pues nada de futbolistas garrulos. La sustancia está en la calle.

¡Claro! Esto es un candidato pesado que está dando la mano a los tenderos de la calle y la peña le echa estampas. Pues según quien sea, meto un acelerón y luego si le doy, oye, digo que me deslumbó el sol. Pero tampoco.
Avanzo otro poco y enfilo la calle, oigo algunos gritos y jaleos ininteligibles y otro tío con una camarita digital apuntando hacia la izquierda y un poco adelante. De pronto veo en mitad de la calle a un cameraman, por llamarlo así, medio agachado y apuntando hacia la pared. Y allí está lo que tanto atrae la atención.

Resulta que, como quien no quiere la cosa, va una chica andando. Una chica morena. Una chica morena y tatuada. Un tío de me pone en la línea de tiro, camarita digital en mano y cercano al baboseo. Porque resulta que la chica morena y tatuada va ligera de equipaje. Tan ligera que no lleva nada. Pero nada de nada.



Esta es la portada de un disco de Roger Waters.
Un disco extraordinario por otra parte.
Hubo dos versiones: una esta, con el rotulín.
La otra, con la retaguardia al descubierto, ya ves tú.

O sea, que va en cueros, pero del todo. Decir que como vino al mundo, por lo que puedo ver de su anatomía trasera, sería mentir, porque esa moza desde que aterrizó en el planeta, ha perfecionado bastante el chasis. Eso si, lo tenía bastante pintarrajeado, ya ves con las modernidades. Total que esquivo al cámara, paso a su altura y hago eslálom de babosillos, con grave resgo de patinazo. Vivir para ver.

O no. Es el espectáculo de todos los días. Bueno, todos los días no se ven por calles céntricas chiquitas así ,al fresco, pero podría ser, porque en esta ciudad el nudismo callejero está permitido. Total, no es para tanto en un sitio donde el consumo de drogas es libre, donde es posible ir viendo desde el autobús como les levantan los yenes y los dólares a los turistas, donde la mendicidad crece exponencialmente y donde los próceres andan intentando asegurarse el tráfico de sobres del oasis, que es lo que toca.
Bueno, tampoco es para tanto, ¿no? Es que os escandalizáis por cada cosa... Pues no, eso no me parece escandaloso. Escandaloso es que los próceres que decia antes estén intentando regalar píldoras postcoitales en las farmacias para ver si rebajan las cifras de abortos, que suena fatal y no paran de aumentar, con lo que saben los mocetes y mocetas de ahora. Escandaloso es que, a la vez, esos mismos próceres hablen de maltrato animal a las corridas de toros sin que se sonrojen lo más mínimo. Escandaloso es que los próceres estén dando la murga con legalizar la prostitución a la vez que la Policía consigue desmantelar una red de esclavas rumanas, mayormente niñas, porque ya se sabe lo que cotiza mejor. La pela es la pela. Escandaloso es que el analfabeto presidente de la cosa de lecciones de geopolítica cuando es manifiesta la dificultad que padece para construir un discurso lógico de más de diez palabras. Al menos manda a sus nenas a un buen cole que no es de su barrio. Si fuese un currito, tendría que enviarlas al que les tocase por zona aunque fuese un castañon y aunque sus criaturitas tuviesen que compartir aula con un 80% de personas que ni siquiera habla alguno de los idiomas oficiales u oficiosos.

¿Escandalizarme por las rotundas nalgas de la morenaza frescachona? Pues no, más bien vergüenza ajena por la retahila de imbéciles que iban marcando el territorio con sus babas y con los flashes de las cámaras. Lo demás, el genio de la naturaleza.
Aquí, dándole al pedal.

miércoles, 16 de mayo de 2007

Esto no chuta


Uf, menudo torpedo está esto hecho. Y yo que tenía una entrada la mar de bonita y la mar de sabrosa para hoy. Era dulce, jugosa y brillante, pero la uba a llenar de fotos, pero a la velocidad que mi bergantín cruza las procelosas aguas piratescas, pues casi mejor lo dejamos para otro día.
Por hoy esto es más que suficiente, os lo aseguro.
A cambio, en mi línea de bricofistro -nunca llegaré a bricomán; ni a bricopija, cuidadito- he dado una mano de barniz estupeda a una estantería que hará juego con una mesita que hice hace un tiempito y he podido escuchar el Amused to death de Roger Waters enterito y de un tirón. Para otro día, después d ela historia dulce, recordaré la aventura de ese disco, que no es nada del otro mundo, pero que si me acuerdo, por algo será, ¿no?
Que lo sepas, conexión, que tú hoy no funcionas bien, pero que mi perseverancia está hecha a prueba de balas. Estás perdida, ya te aviso.
Mañana lo seguiré intentando.

martes, 15 de mayo de 2007

Cosas de campo


Pues a ver quién le dice que no a Cicerón, después de un lunes tedioso, con un cierto sueño, en edificios insalubres, con aires acondicionados destroza-cogotes y así.
Pues los madrileños que andan de fiesta de su santo patrón. San Isidro Labrador, que casó con Santa María de la Cabeza y que fueron famosos por todo el Madrid de su época por sus obras de caridad y sus muchos milagros. Es curioso, y de esto se ha de dar cuenta cualquiera, por tocho que sea y por alquitranado que tenga el sentido, que los pobres campesinos puedan celebrar un día de fiesta, porque como todo el mundo sabe esa labor es de cada día y no hay ni fines de semana ni vacaciones ni nada. A ver cómo le cuentas tú a un tomate que hasta el martes, que te vas de puente. Hala majo, ahí te quedas plantado. Claro, al tomate a la mínima se le agria el carácter, a ver si no.
De ellos se cuentan infinidad de historias entre lo piadoso y lo legendario. De San Isidro y Santa María. A mi hay una que me gusta mucho. Cuentan que, cuando San Isidro iba a orar o a hacer obras de caridad, auxiliar a los desvalidos o a lo que fuese que le obligara a dejar por un rato el arado y la hoz, unos ángeles agarraban los aperos y le terminaban de trillar, vendimiar, injertar, podar o lo que tocase en ese momento. Claro, pensará alguno, ahora viene la ironía mordaz y desmelenada. Pues no, es así, simplemente. Me parece una historia muy bonita, la de uno que, cuando ha de desatender lo suyo para irse a hacer cosas buenas por ahí a riesgo de perder su cosecha, le echan un capote los ángeles. Lo bueno llma a lo bueno.
Pues en esas estamos, que buena fiesta para los Isidros, los madrileños en general y los agrimensores en particular, y a ver si entre todos nos lo proponemos y en lugar de tomates del Estrecho para abajo nos colocan los de siempre, con su buen gustito y su todo.
Ah, y felicidades, mamá.

lunes, 14 de mayo de 2007

Esto se complica




El lunes, digo. La parte buena, pues que del furbo hablarán poco. La mala, pues lo demás. O sea, que podría ponerme a hacer el tonto y acabar como Isabel Coixet pero en pobre, eso si, haciendo algo así como "Cosas que nunca te dije en lunes porque me repatea más que plagiar a Lars von Trier en una platajunta petrolífera" (platajunta es por darle un toque político al cine de autor).
Pues eso, que habría una chica con el pelo lacio y un poco sucio, que es más modernillo apuntando en un cuaderno lo que le gusta de los lunes y lo que no. Lo que se aburre esta tonta. Ay, cómo eres, que poco sensible. ¿Poco sensible? con lo que me ha dolido pagar por ver esta chorrada...
Bueno, eso, que lunes y que luego sigue. Me voy a pintar una camiseta.

domingo, 13 de mayo de 2007

Financiación

Montoro está cada día más afinado

sábado, 12 de mayo de 2007

Hola Marc


Mira Marc, este es el mundo, bienvenido.

Mundo, este es Marc, a ver si no le decepcionamos.

viernes, 11 de mayo de 2007

Dos noticias

Qué cosas. Hoy me dan una buena noticia y además leo otra que también es buena, pero distinta.

Una: le damos la bienvenida a Marc, que es un chavalote que se lo va a pasar de fábula porque ha caído en buen sitio. Modestamente, se hará lo que se pueda para que le vaya bonito, como dicen los boleros cansados, arrastrados y hermosos, o sea cálidos como las tardes cálidas de abril, dedicado a las que me critican que me guste el frio y la lluvia.

Lo otro, y nos vamos centrando, es lo de Umbral. Que andaba pachucho y tal, lo cual no impide celebrarle que cumpla setenta y dos añazos hecho un dandy. Ya se, pesado, soy así, ya ves tú: lo del amado siglo XX, que nadie se lo pierda. A mi de Umbral me gusta su grandeza y sus debilidades, porque le hacen ser como es y como somos, de barro de cocer. Y de ese barro, que no da para más, también hacemos los botijos que nos dan agua fresquita y que termina siendo consuelo de los afligidos, ya sabéis de lo que hablo.

Anda un buen amigo de esta paginica leyéndolo, a Umbral y su siglo, digo, y dice que bien. Y como de él me fio, pues me reafirmo en lo que dije. Yo proponía celebrar hoy lo de Umbral echando setenta y dos malos libros a una piscina llena de gasolina y prenderle fuego, porque me gusta el frío -ya digo- pero más aún ver cómo bailan las llamas, aunque seguro que el ayuntamiento catetón que nos tocó en suerte no comprendería el ser de la performance y acabaríamos pasando la noche en el talego. Y sin caldico de Lhardy ni de Avecrem, siquiera.

Cuelgo foto de Paco, por que de Marc no tengo. A ver si me hago con una y le felicitais todos, jolín.

jueves, 10 de mayo de 2007

Frío




Recuerdo el frío durante todos esos años. Tardes, noches, mañanas de frío, de cafés casi hirviendo, de sentarme sobre los radiadores, de jerseys y del olor del tabaco. De beber cubatas a cero grados, de empañárseme las gafas al entrar en el Bodegas, de sudar en la pista de baile mientras se hielan las calles, de espaldas contra el gélido cristal de mi habitación, sentado, insisto, sobre el radiador, de gritarle a Fernando, ¡corre, dispara! en el balcón mientras algún copo de nieve despistado se desvía y me cae en el pelo o sobre la camiseta de manga corta, ¡jajaja, nevando y yo a manga corta! ¡y con documento gráfico que lo corrobora!, porque a veces hablábamos así, el pelo revuelto, la melena que se nos revuelve a Susana y a mi, mientras volvemos a Barañáin desde San Juan, por una avenida desoladora, ni una triste casucha, sólo a lo lejos, los hospitales, con una ventolera glacial que transforma su morena dulzura en un recuerdo y que nos hace sentir, por un demasiado largo instante, como pequeños esquimales en mitad de la ventisca, los portales fríos que parecen calientes, porque después del paseíto anterior, cualquier cosa es buena, y no, no te preocupes, en cuanto llegue a casa me tomo un pedazo de café que me vuelve a calentar la sangre, aunque bastante revuelta me la has dejado ya, maja, sin necesidad de más ayudas.

El frío, como aquel año que nos dio por hacer deporte a Iñaki y a mi, y nos íbamos a correr por la Vuelta del Castillo a las nueve y hasta nevando nos echamos nuestras buenas carreras. El flato psicológico, el cigarrito al acabar, el venga, que por hoy ya hemos hecho bastante y el hoy ceno doble, que he tenido mucho desgaste intelectual, fueron demasiado fuertes para nosotros. Y Fernando que nos adelantaba, yo sigo que voy a dar la vuelta completa. Pues hala, sigue tú, que así cojo yo antes la ducha.
Muchos recuerdos trae el frío. Casi tantos como la lluvia.


Menos, el calor. Dos o tres, o tal vez más. Una banda sonora. Una música que siempre asociaré a las tardes, a la mesa del comedor un poco coja, al radiocaset en el quicio de la ventana de la terraza, ¿alguien se viene fuera a estudiar?, a las últimas luces del día que se escurren por las rivirivueltas de Iturrama, escapándose por cada esquina y dejando un rastro ocre en las crecidísimas hebras del césped sobre el que los críos juegan y son Sammy Lee y Urban, mientras por allí anda Sammy Lee, el de verdad, con esa cara de queso suizo que Dios le dio, ocre, qué digo ocre, naranja como las fugaces luces del día que pisamos yendo a ninguna parte, voy a hacer copias, te acompaño, voy a buscar tabaco, te acompaño, voy a comprar tebeos, te acompaño, y por el camino nos encontramos a Anavidal, así, todo junto, como el villancico, Anavidal, Anavidal, dulce Anavidal, que se ríe de oreja a oreja cada vez que se lo cantamos, y por el camino esquivamos a algún indeseable o saludamos de pasada a esa bilbaína tan simpática que no dejaba de hablarme, un poco pasada de copas, en la fiesta aquella de tanto dolor de cabeza.
Es el tercero que hizo. Pasa por ser el más triste, el más oscuro de su carrera. Lo compuso tras la muerte de sus padres y, argumento comercial o no, resulta ser, a mi modesto entender, el más logrado de todos sus discos. He oído en Radio Tres, años de radio, de descubrir las músicas en Radio Tres, que sólo van tres músicos, Sting y dos más, vestidos de negro y que casi ni habla: sale, toca y adiós. Eso sería, en un sentido amplio, minimalismo, pero yo sólo asociaba minimalismo al sentido estrecho, o sea, Mertens, Eno y poco más; Radio Tres, ya digo.
Las tardes en la improvisada mesa de estudio en el balcón, con música de The soul cages como fondo, un disco de blanca portada y negro discurrir sobre esas tardes anaranjadas de falsa primavera que, a la mínima de cambio descargaban chaparrón o te devolvían unas rachas de aire de esas de sensación de diez bajo cero, que es frío, mucho frío, una especie de victoria parcial del agonías del invierno, incapaz de ceder su cetro a una naciente primavera que alteraba poco, bien es cierto, pero que solía entretenernos con los malvados catarros que tanto debía agradecer un tal Clínex, su siempre fiel patrocinador.

Lejos del bala perdida que fundió punk y reagge con su vieja banda, más lejos aún del blanco con vocación de jazzista, y aún más lejos, por suerte, del cargante baladista que nunca fue del todo, Sting hurga en ese disco por las cavernas del dolor y se adentra por los meandros de la tristeza que son la geografía de su estado de desanimo. Igual es un truco publicitario, seguro. Pero desde el desierto de la memoria, es probable que nunca más pueda dejar de asociar esas tardes de tímida primavera, naranja, deportista, algo estudiosa y siempre cálida y hermosa, con las desgarradas canciones que se le escapaban a Sting de las jaulas de su alma, de nuestras almas.

miércoles, 9 de mayo de 2007

Superhéroes

Bricopija y Bricomán. A ver si no.

Yo me los imagino con un pijama naranja de los de punto-teletubi, y la una con la taladradora en la mano y el otro con el formón para rebajar las maderas.

  • Conocí a una chica completamente enganchada al Bricomanía y como no se acordaba del nombre del tío le llamaba Iñaki. "¿Viste lo que hizo ayer el Iñaki de las chapuzas?" Claro, qué quieres, bastante es entender lo del taco de madera que llaman mártir como para acordarte de Pielhoff. El Iñaki y a vivir.




  • Pero no, no son superhéroes, o al menos, no lo son aparentemente. Eso si, son unos figuras. Porque ya nos vemos, el común de los mortales, digo, que para colgar un triste cuadro laminar que nos hemos agenciado en la Thyssen o así, montamos una operación que ni las COES en sus mejores tiempos: la gorra de Ferrari que te pones del revés y que tiene lo menos ocho estratos de manchas de pintura, que nunca evita que, estando pringado de grasa, escayola, titanlux o lo que toque, te rasques detrás de la oreja y te pringues la melena irremediablemnte, la taladradora, la caja de las brocas llena de brocas de todos los tamaños y con el número casi borrado que terminas escogiendo a ojo de buen cubero, los tacos del seis que has de bajar corriendo a comprar a la ferretería -el ferretero que menos mal que te conoce pero que pone cara de preguntarse dónde irá este hombre con esa gorra de Ferrari que parece el rapero-pinturero-, los tornillos que no son del seis pero que los vas a apretar mucho, la masilla para tapar el destrozo que primero harás con el taladro y que después rematarás al apretar el tornillo que no es del seis en el taco que si es del seis y que no sabes por qué has comprado, porque total para ponerlo mal podías haber puesto ese otro retorcidillo que vete tú a saber de qué otra chapuza recuperaste. Y, claro, como se pone todo hecho un asco, el aspirador, un pincelico para el polvo rojizo de los tochos que se mete por todas partes, la hojita doblada por la mitad para recoger el polvo rojo del tocho que se cuela por todos los sitios pero que no te sirve de nada porque termina cayéndose como siempre y el vaso con la cocacola o así, que termina en el fregadero porque a ver quién es el guapo que se la bebe cuando ves flotando el polvo rojo del tocho de antes. Pero le das al botón de la tele y aparece la bricopija.
    A mi es que me fascina, esa es la verdad.

    • Si es que parece mentira que te puedas quedar pegado a la tele viendo como perpetra esa especie de cortina de macramé que parece un calendario maya hecho por un daltónico un día de resaca mala, pero de las malas, malas. Y las lámparas de recicladas, nada, maja, del Ikea que me las conozco la mar de bien.

    Es una chapucera de tomo y lomo, pero tiene un estilado que te mueres. Porque a ver, le pone celo por detrás a las traperadas, forra con papel y hace burbujitas, pero la enfocan de lejos y listo, no toma medidas ni harta de vino, cuando pone pegamento se le sale por los lados, usa un atornillador eléctrico pero se ve que los tornillos le van de canto, siempre lo recicla todo, que parece que viva en un vertedero... Pero tiene una manicura absolutamente perfecta.

    Que es una pijita donostiarra, pues vale; que es una hortera con ganas, pues también; que sólo hace cosas inútiles, pues como el arte, ya ves; que te quedas atontado en el sofá viendo como se le escapan los cacharros que anda pegando, pues peor es estar en la calle. Lo que me puede es que la bricopija siempre esté como un pincel y en perfecto estado de revista, porque ella lo vale. Es que nunca se pringa con la pintura. Es que no le entra el polvo rojo del tocho de antes. No se le clava en la yema de los dedos la rebaba -me gusta decir rebaba- o las viritullas. No se le rompen las uñas ni se le estropea la manicura francesa cuando aprieta un tornillo -que no aprieta, que usa uno eléctrico, pero ya nos entendemos-, no se. ¿Y los vaqueros? No se le enganchan con los clavicos que quedan un poco sobresalientes, ni se manchan de disolvente, ni se seca el sudor- qué vulgaridad- en ellos, ni nada de todo eso.
    Si, lo reconozco, yo quiero ser un bricopijo, tener una sierra de calar y no ponerme perdido de todo mientras hago mi rinconcito de aire africano, con tres yogures arrugados, unas hojas de papel engomado y una mesa que saqué de un contenedor y que está de carcoma que me pica la espalda sólo de pensarlo. Cualquier día me compro el libro del Bricomanía décimo aniversario -en vuestro centro de bricolaje y en grandes superficies-, a ver si se me pega algo. Con cinta adhesiva de dos caras. Lo menos.

    martes, 8 de mayo de 2007

    Tintoretto de verano (o de primavera, para ser exacto)

    El sucedido aconteció hace ya algunos días, Para ser más exactos, fue en Semana Santa. Semana Santa madrileña. Días de asueto, viaje relámpago y programa de actos como suele ser en estos eventos, más bien apretadito y muy divertido, a la par que interesante. Es bonito decir a la par. Centrémonos.

    Un dia de esos vi a Tintoretto.Ya, claro, pensaréis, viste lo de Tintoretto en el Prado y tal. Si, si, por supuesto, pero es que vi al auténtico Tintoretto. Bueno, si, el autorretrato ese de juventud que tan poco ha rodado por el mundo y aquel tan bonito de madurez que algunos relacionan con Durero y con Rubens. Si si, también, también, maravillosos, dicho sea de paso, pero no no voy por ahí.

    Al qyue vi fue al auténtico. Que para mi que es como lo de Elvis y Marilyn, que hacen duetos en Honolulú o alrededores, o lo de Jesús Gil, que dicen por ahí que lo han visto en Venezuela, que también son ganas, tal y como está el patio irte a Venezuela para terminarencondrándote a Jesús Gil. Cualquier día que tengan que legalizar algo raro, me lo veo esposadito camino de la Audiencia Nacional.

    Resultó que el madrugón fue regularcillo, porque había que desayunar, se nos cruzaron unas torrijas por el camino, un paseíto y, vaya por Dios, menuda cola para entrar al museo. En la cola bien, unas gotitas de lluvia, unos gabachos que decían que España parecía un país africano y que allí no trabajaba nadie, y un señor calvete que tocaba la flauta en una esquina y que, cuando le fui a echar una monedita, me dio un saludo ladeando un poco la cabeza que sólo faltaba por allí la reina Ginebra y un muslo de cordero para abrir el banquete medieval. La cola que si avanza, la cola que no avanza y de pronto, veo un perfil que me suena.

    Repaso mental: no es el atracador de bancos, no es la chinita/chinorra/china-a-secas (no quiero pisar más callos, que estais de un sensiblón que no veas), no es el lobo de mar, tampoco es Roger Waters ni Abebe Bikila. Se me acaban mis persecutores fantasmagóricos.

    Me sigo fijando mientras aprieto el oído a ver si pillo algo de lo que dice por si me da alguna pista. Nada, los francesones (¡toma pisotón!) siguen dando la murga escandalizados porque aquí estamos todo el día comiendo frutas de postre. Pues todo el día no será, cebollón, será sólo después de las comidas, estoy a punto de soltarles, mientras pienso en las torrijas que me comeré de postre, precisamente. En esas, el personaje se mueve un poco, deja ver el letrero y caigo.

    Es Tintoretto. El original.


    Oye, pues para tener cuatrocientos años largos, está hecho un chaval. Se mueve de fábula, lleva cerca de una hora de pie, y se le ve con una fuerza compositiva y un impacto de color que ya quisiera más de un pintamonas moderno del CAC de Málaga, por decir de un sitio. Luego entramos, después de lo del bardo, los vecinosde arriba y todo aquello. Y ya en la exposición, propiamente dicha, le pierdo la pista.

    No se, si tuviese ínfulas danbrauneras le podría poner a esta hitoria El enigma Tintoretto, sobre unos expedicionarios franceses que siguiendo unos mensajes criptográficos de unas canciones medievales terminan buscando en los sótanos del Prado un misterioso cuadro custodiado por un conserje flojo de muñecas, que responde al nombre de Rodian Grey, que envejece -el del cuadro y el conserje, claro- pero que mantiene como un clavel al gran maestro veneciano.

    Menuda torrija.

    lunes, 7 de mayo de 2007

    Tiempos modernos

    ¡Ay, oye, qué desazón!
    Todo el día hacientdo el tonto y haciendo el bricomán, para que ahora me entren las siete prisas. Bueno, eran los siete males, pero males no son, sino prisas -ya digo- por terminar tres chorradicas e irme a dormir. Que si preparar el emepetrés para grabar lo de la radio, que si se me quema la comida de mañana -el delicioso socarrat, ojito,- que si Carter se va a Chechenia o al Congo en las Urgencias pirateadillas, que si qué que bien han quedado los cortinas y tal. ¡El café,la cafetera, que se me ha olvidado!
    Oye, un agobio, que no da casi ni para respirar. Por no poder. no pongo ni estampa hoy, que si no esto se parecerá demasiado a un fotolog. A un fotolog de los torpedos, aclaro.
    Mañana respiro y elaboro. O no. O no elaboro, pero respirar, a fe mía que si.

    domingo, 6 de mayo de 2007

    Bien

    A mi las motos, ni fu ni fa. Pero hay que reconocerle a éste que lo ha clavado.


    Y a éste otro.

    Y vale, que tampoco hay que ponerse pesado, hombre ya.

    sábado, 5 de mayo de 2007

    Los guiones

    Lo de los locos del otro día. A mi me lo contaron como gracietas de guionistas. Ya ves.

    Érase dos locos que paseaban por el patio del manicomio. Uno que le dice al otro:

    -Oye, te paso mi último guión a ver qué te parece, ¿vale?
    - Bueno, de acuerdo

    Y el tío que sale disparado y vuelve con el listín de teléfonos, se lo encasqueta y le dice, mañana me lo comentas.
    Al día siguiente el guionista que ve a su pobre víctima en el patio y le aborda:
    -¿Qué? Qué? Qué te ha parecido el guión? ¿Te ha gustado?
    -Pues... -contesta el colega- mira, de personajes a muy bien, pero la trama me flojea un poco, la verdad...

    viernes, 4 de mayo de 2007

    Epílogo pinkfloydiano (sólo por esta semana, aviso)

    Mientras escribía esto, he descubiero navegando por ahí que, para finales de septiembre se prevé la edición en deubedé de unos de los conciertos de David Gilmour en el Royal Albert Hall de Londres. Estes estuó y así lo cuenta.


    No se si él lo hará, pero yo se lo dedicaría a los escépticos que cuestionan lo poco que hace el gordo Gilmour. Que es un vago, también lo digo yo; si, pero cuando se toca así de bien, tenemos que permitirle que siga haciendo lo que le de la gana. Y que lo edite en deubedé al menos.
    Última actualización: veo ayer en una tienda de discos que Gilmour ha reeditado On an island con un deubedé extra que recoge una hora de concierto o así en no se dónde. O sea, que me cuesta cinco mil pelas el disco cuando lo saca, porque a un Floyd no le piratearé así tan de pronto, y ahora me viene con éstas, como si fuese La oreja de Bangkok o Bistamante o uno de esos. No, hombre, no, David, que si empezamos, me arreo el parche en el ojo y la liamos.
    Bueno, basta ya de pinkfloyadas por unos días. Escucho a Los Acusicas, cambio radical, oye, como eso de la tele.

    jueves, 3 de mayo de 2007

    La traductora chiquita

    La historia como la oigo contar a un militar español durante su misión en Bosnia. Conoce allí a una chica que hace las veces de traductora de su destacamento. Se trata de una chiquita en sentido estricto, una mujer pequeñita que habla castellano y que vive en Mostar, Sarajevo o en cualquier otra ciudad de la zona, eso es lo de menos para la sustancia del relato. La cuestión, y esa si es importante, que vive en una ciudad medio bosnia, medio musulmana, medio serbia. Eso son tres mitades, que para hacer una unidad pues es complicado de compaginar. Supongo que le llamarían matemática recreativa si lo expusiésemos en quebrados, pero dicho como lo he dicho sería geometría o algo de los dibujos. Bueno, también es igual.
    A lo que íbamos, Esta chica vivía a la vuelta de una zona llena de francotiradores. Ya sabéis, solían apostarse en las avenidas y le iban dando matarile a todo el que pillaban despistado por allí. La cuestión es que a la vuelta, donde los tiradores, había un horno de pan que, según el soldado que esto narraba, sigue existiendo. La chica, por cosa de su reducida talla era la encargada de surtir de bolos, panes y demás vituallas a los suyos, con el consiguiente peligro de que cualquiera de los francotiradores la dejara frita en cualquier momento. Pero siendo chiquitita, es más complicado darle. ¡Menudo consuelo!
    Yo es que ya la veo, con la toquilla por el frío de la niebla sarajevita que se cala hasta los huesos, la bolsa del pan rayada. O mejor varias bolsas, porque ya que te juegas que te den una ración de plomo, haces acopio para varios días, encogidita por el fresco y por el miedo, andando casi de puntillas por si acaso se han quedado traspuestos los de la escopeta y tirando para adelante porque algo hay que hacer. Así me la imagino yo. Allí que llega, que le dice al del horno que ya podía tener puerta trasera, y el otro que le ríe el chiste del terror, porque el miedo no se les quita, pero con media sonrisa parece un poco más de mentira. Y la veo que respira hondo, se ajusta la toquilla, echa mano de las asas y, hala, de vuelta a ver si llega viva. Y pim, pam, pero llega.
    He llegado, ¡Y entera! ¿Qué bien huele el pan! ¿Cómo están las calles? ¿Has visto gente? ¿Y los aliados? ¿Pronto llegarán? Y la traductora chiquita que no sabe nada y no entiende nada, sólo que ha podido ir y volver y que sigue entera.




    En un piso alto, no menos de un sexto, un soldado nota ya calambres en las piernas. Lleva así varias horas, observando con bastante aburrimiento la avenida vacía. Por no haber, ni hojas, ni pájaros. "Para mi que se los han comido, porque a veces viene olor de pollo frito" dice uno que está apostado unos números más adelante. Ya ves, lo normal, piensa, si tienes hambre, pues comes. A veces, cuando cubre la niebla, aprovecha para cambiar de postura y echar una cabezada rápida. Pero se suele despertar el cliclacliclaclciclac de los pasos rápidos de los más atrevidos que osan salir a la calle al amparo de la protección que les da. Alguna vez se oye alguna conversación, bisbisibis, también y cree que por el sonido podría acertar con sus disparos, pero si lo hiciese, se quedaría sin siesta y después el oficialillo al mando le pediría que por muy tupido que fuese el manto de niebla, disparase siempre. Y después tendría que hacerlo de noche, o bajo la tormenta, y eso si que no, que ya tenía bastante con el turno de tiro y las guardias.
    Ese día, en su piso alto, no menos de un sexto, el soldado pasa y repasa el percutor de su SSG. Está muy bien engrasado -en algo hay que echar las horas muertas- y el forro de acero de su cañón brilla. Pasan las horas y nada. Nadie se mueve. Así todo el tiempo, pasa el percutor, escucha el chic del gatillo, ajusta la culata, mira, intenta estirar la pierna y desea que la niebla sea más gruesa para poder intentar dormir diez minutos.
    De pronto en la esquina del panadero una mancha verde. Por la mirilla descubre que una niña camina arrimada a la pared y bien encogida. Rápidamente se acomoda y deja descansar el fusil sobre el brazo izquierdo mientras se fija mejor. No es una niña, no lo parece. El percutor se desliza pero no dispara. La ve pasar. La ve entrar en la panadería. Estaba un poco adormilado -piensa que se excusará- demasiado tiempo inactivo, fue un error, pero no volverá a pasar. Al cabo de unos minutos ve cómo saca la cabeza, mira a los lados y la chiquita de la manta verde sale con paso apresurado y dobla, cargada con un par de bolsas, la esquina por la que salió un momento antes. Ya ves, te he regalado un día. Te lo cambiaba por un pan caliente.
    Pues es buen plan. Una chica bajita sale y los francotiradores no la disparan. Pues hala, le piden a los cuatro días, a ver si nos vuelves a traer panes y dulces, y Monas de Pascua si es que aún hay huevos para cocer y bollos rellenos de embutido, y así.
    Y allá que sale, con la toquilla bien cogida, temerosa pero menos y con ganas de que todo termine.
    Al doblar la esquina la ve. La chica de verde. Rápido carga el fusil y dispara. La ve como pega un respingo, un salto de muerte. Espera unos segundos y la ve cómo se palpa las piernas, para confirmar que sigue entera. Luego, despacio, da un paso y luego otro. Aprieta a correr y suena otro disparo tras ella. El panadero se asusta. "Creí que habían alcanzado a alguien" "No, me dispararon a mi, pero fallaron" -cuenta casi sin resuello. Carga de panes, dulces y todo y repite la operación del otro día. Saca medio pescuezo, mira, mira al otro lado y temblorosamente valiente echa a correr de vuelta. Pumpumpum, tres tiros velocísimamente disparados gracias a lo bien engrasado del percutor y a la habilidad del tirador marran su objetivo. Su firma es esa, tres tiros sin repetición, sólo al alcance de los más rápidos. Si quieres saber quién que quiso cazar, el de los tres tiros. Esa noche el tirador dirá a sus compañeros "esa no se me escapa, la próxima vez la pillo".
    Y así la otra vez. Él que la espera agazapado en la ventana, ella que sale, él que dice por fin estás aquí chiquita, ella que corre él que falla, ella que coge sus panes, él que espera, ella que vuelve a salir corriendo, el que la foguea tres veces, marca de la casa, y ella que se seca la frente al doblar la esquina pensando o yo soy muy rápida o ese es muy torpe. Él que piensa hoy ibas más lenta, te he visto un poquito más.
    Y así todas las veces.
    Tú imagínate a ese hombre, cuenta el veterano de la misión en Bosnia, a ese hombre agazapado esperando a que salga la chica, la traductora ésta, y pegando tiros sin darle. Porque ahí está el quid de la cuestión. Que el francotirador, a fuerza de ver a la chiquita se iba prendando de su figurita encapotada en verde. Y lo que igual sería medio juego se fue transformando en enamoramiento, Y cada día acertando los balazos a su alrededor para protegerla, para que no fuese objetivo de otro, para no estuviese en ningún otro punto de mira que no fuese el suyo y así conseguir que nadie la tirotease. Acertando, o sea. Y la otra a su aire, que suerte tiene la niña que no le dan. Toca madera, cenizo, y cállate que como te oiga. Y ella, con toda su paz y toda su cachaza, saliendo y entrando sin saber que los mismos tiros que parecen amenazarle le están salvando la vida todos los días, de ida y de vuelta.
    ¿Y qué pasó? Pues que la guerra se terminó. Lo que pasa siempre, que por mal o bien que cierren las heridas, al final se curan, más o menos. Y ya de civil, el francotirador de los tres tiros va y la conoce, Y le cuenta que a fuerza de verla, terminó por enamorarse de ella. Y ella qué le dice? Pues que bueno, vale. Y bien., y al cabo de un tiempo se ennovian y al otro cabo se casan. Y cuando ella está de traductora de los españoles, cuando le cuenta la historia al militar al que le oí contarla, ya estaba casada con su francotirador. Oye, y que es verdad, que yo la conozco a ella. Bueno y a él. ¿Y él qué tal? Pues majo, un tío majo.
    Ya ves.