Tenemos a la tropa de los nervios con la próxima visita del Papa con nombre de bombardero, B-16, como le decía el reencontrado J.
No se por qué será -o si lo se, pero en fin- que hay quien anda muy nervioso con todo este asunto. A la cabeza de todo, la prensa del Movimiento, como no podía ser de otra forma. El Periódico de Cataluña, tan amante de modelar las conciencias, está dando la matraca, día si y día también que por qué ha de venir, que qué lío se va a formar, que cuánto dinero costará, que si la gente quiere alquilar balcones, que pederasta, pederasta y más pederasta y que lo que hay que hacer es poner banderas catalanas y tot en català, olé. Y ahora va Montilla y se les pone españolista a ver si salva algún votillo, a ver cómo nos lo venden ahora.
Por lo que parece, a B-16, un palmo por encima del suelo, no le quiere nadie. Y eso mola. Me explico.
Entre otras cosas, por B16 me sale este pedazo de bici.
No he podido evitarlo, amigos.
Sistach, el arzobispo, se teme que la campaña del Régimen le deje en cuatro gatos al personal. Y eso, a la vuelta de Santiago, donde se espera llenazo, será más que humillante. Estos, que van de Milán, se van a quedar en Alpedrete, con perdón, que si el Papa fuese a Alpedrete, un suponer, aquello sería la revolución, pero en bien. Como bien se sabe, el Seminario de Barcelona está a rebosar de espacios vacíos. Como bien se sabe, en España, allí donde arraigó el nacionalismo, cuanto más radikal mejor, los seminarios se vaciaron a velocidad de vértigo. Mucho cura progre, mucha tortilla y mucha liberación. Hay un obispo en Terrasa, del Opus, que está revolucionando el cotarro y está llenando el seminario como nunca. Es que es de traca, los anglicanos se pasan a nuestro quartiere por ortodoxos y este aún anda a pachas con las butifarras. Y Sistach que no lo pilla. O si.
Sobre la casta política, mejor ni hablar. Bueno, si, que os gusta que de leña. Hay un comunista bienpagado en el Ayuntamiento que ha dicho de B-16, él dice Ratzinger, como si fuese un insulto es lo peor de lo peor. A mi es que respetar a un comunista me parece una prueba del Señor por lo del prójimo. Me merecen el mismo respeto que un partido nazi, o menos aún. Una vez el amigo FutBlo se disgustó porque puse una cruz gamada y otra vez puse en plano de igualdad a nazis y fomentadores del aborto.
Sin embargo, a los comunistas, herederos de una ideología abyecta y criminal que nunca ha dicho ni mu sobre sus millones de asesinatos y depravaciones varias -entre las que figura el canibalismo, que el otro día lo leía y aún me cuetsa dar crédito-, les hemos de respetar, les hemos de pagar el momio y les hemos de escuchar cuando dicen las imbecilidades que suelen decir. Y encima hay que quererles, como prójimo que son ¿A que tenía razón?
¿Y el Clero? Cómo está el clero, también. Como muestra, el Abad de Montserrat faro y guía espiritual del nacionalismo disfrazado de frailón, que día si y día también nos da muestra de su peculiar credo. El otro día se lució, una vez más. El Abad de Montserrat anda preocupado por que haya pocas banderas catalanas y al que no extrañaría que hubiese alguna bandera española -vade retro Satanás- al paso del Pontífice. Al pobre Abad de Monsterrat, angelico mío, que ya que estaba con la prensa les comentó que le disgusta la nueva ley del aborto pero que la acepta porque de alguna manera hay que regularlo.
Menuda perla de tío. Con la de cosas que podría decir y lo que ha dicho. Le disgusta. A mi me disgusta que me sirvan fría la sopa y, con disgusto le digo al camarero si me haría el favor de calentármela, lo mismo con el café con leche.
Para cualquier ser humano con un mínimo de dignidad de especie, el aborto provocado le repugna, le duele, le entristece, le enrabieta, le compunge, le conmisera, le arrebata, le destroza, le desgarra, le sangra, le tortura, le matiriza, le entristece, le conmueve, le hace padecer, le hace llorar, le hace odiar y le hace arrepentirse de inmediato, le da ganas de bramar, de exigir justicia, de pedir clemencia, de pedir que no los maten, que no nos maten. Al Abad de Montserrat le disgusta. Este tío será mi prójimo, pero me da asco. Sistach, ni pío.
B-16, como es más listo que el hambre, llegará aquí y peinará a más de uno. Al botarate del Presidente, que por miedo al abucheo no sale de casa y que ya no irá al Jacobeo, no sea que un extremista derecho de la ugeté le quiera arrear con el botafumeiro en mitad de las primarias. A Sistach, porque en algún momento le dirá que quiere transmitir su afecto a la legión de estudiantes que atiborran el hemoso Seminario barcelonés. Al indecente del Abad de Montserrat, que igual le recuerda lo de Juan Pablo II, al que tanto han despreciado, de cuando le leyó la cartilla al comunista aquel disfrazado de cura comecuras.
Y luego queda lo que no está ese palmo por encima. Las agüelicas con cachaba que cantan como unas locas en la parroquia, los pequeñajos esos folloneros que salen en tromba corriendo para ponerse en la fila y que les bendigan, el parapléjico ese mazacote, que te dice “espera, espera” y hace filigranas para dejarte más hueco en el pasillo, el cura que siempre anda corriendo que parece una peonza, visitando a los enfermos, a los moribundos y que si le paras, primero te dice que no tiene tiempo y luego te lo dedica, una monjita flaca que tiene quinientos años y a la que le debemos quilómetros de oraciones que nos regala, un tío que trabaja en la biblioteca, una abnegada señora que lleva una cesta con repollos, uno con peluca que le da vida al coro, un cojo que pasa alas de Caín y va, uno que escapa del bullicio, otro que clama por el silencio, uno que pasaba por allí y se queda, uno que no se se quedaba pero que no se irá. Los de siempre, en fin. No hay quien pueda contra un B-16