Hace unos días salía lo de Ray Bradbury. Néstor dijo que iba a echar en su zurró un ejemplar de Crónicas Marcianas par repasar en sus vacaciones, entre puerto y puerto, imagino. O entre pincho y caña, que este hombre es todo mito. Dicen que ahora la gente se cree que Crónicas marcianas es una cosa de la tele, pero resulta que no. O un poco también.
Es un libro, de Ray Bradbury, que como tiene naves y marcianos, se suele asociar a la ciencia ficción. Cuando estudiaba COU, que era una cosa que se estudiaba antes, como si dijéramos, tenía una profesora de Lengua que se llamaba de alguna forma, pero que ahora no me acuerdo. La llamábamos “La Presupongamos”. Solía comenzar todos sus parlamentos, comentarios, acotaciones, palabreríos varios con un “presupongamos”. Presupongamos que hoy haga sol. Presupongamos que sacan un folio y anotan las preguntas del examen. Presupongamos que usted, Nodisparenalpianista sale a la pizarra para hacer el análisis sintáctico... Qué tostón. Solia vestir a su rollo pero con un reconocido mal gusto. La mejor de sus piezas era un jerseicito negro que llevaba como pegados trocitos de pelo de bicho, como si fuese de pieles. Es un poco complicado de explicar, porque si no, esto sería el Vogue y yo una reportera estupenda y ni lo uno ni lo otro, no jorobemos. Total que se especulaba con que si eran trocitos de un bichejo o si sería sintético. Y qué bicho será. Un día uno va y dice joer, La Presupongamos ya se ha puesto el jersey de zorra. Y claro, para qué seguir.
Vale, pues seguimos, pero con lo que íbamos al comenzar. Resulta que lengua, castellana, era asignatura común a todas las especialidades de los COU, ciencias letras y mediopensionistas. Como en Lengua había que realizar un trabajo monográfico sobre un libro, La Presupongamos propuso que se podía escoger entre, no se, seis títulos. Y seleccionó un poco de todo. Que si poesía, que si novela contemporánea, que si algún clásico, no me acuerdo. Pero si que al terminar, en mi clase que era donde estábamos los de letras puras, nos dijo con un aire de complicidad que había escogido también Crónicas Marcianas para que los de Ciencias tuviesen algo un poco más digerible para trabajar porque presupongamos que ellos no están tanto por las cosas de las letras. Presupuse que estaba medio tonta y confirmé que había dicho una chorrada como mi piano, lo menos.
Claro, escogí el libro de los apestados y mi trabajo versó sobre la cosa más bien lírica y poética que estaba camuflada en las Crónicas marcianas. Presupuse que eso le rompería el saque y que me daría bastante juego, y así fue.
Por su cosa de fantasía, por la ciencia ficción, por la lírica, por llevarle la contraria a La Presupongamos, porque Bradbury merece el esfuerzo, por esto (que os pido pinchéis) o por esto otro (que también os pido pinchéis) dejaos llevar de viaje a Marte o a las cosas de las personas. Estoy seguro de que os gustará. Me juego tres vinos.
Por cierto -y para que veáis que esa historia da mucho juego-, tal vez los más viejos del lugar recordéis una serie de la tele sobre este libro que protagonizó Rock Hudson, no demasiado buena, pero bastante sugerente. Otro día hablamos de ella.